WASHINGTON. La amenaza de un diluvio de “fuego y de ira” proferida el martes por Donald Trump contra Corea del Norte si sigue con sus desafíos, marca una escalada entre Pyongyang y Washington, pero las opciones del presidente estadounidense son limitadas: una eventual acción militar podría provocar una respuesta violenta del régimen norcoreano.
¿Ataque preventivo?
La administración Trump podría decidir con sus aliados no esperar a que Pyongyang ataque en primer lugar y lanzar un ataque preventivo contra Corea del Norte y sus instalaciones militares.
Pero incluso un ataque limitado podría provocar una respuesta desproporcionada de Kim Jong-Un, que gobierna Corea del Norte con mano de hierro, y que ha venido siguiendo sin descanso y con éxito el programa nuclear y de misiles desarrollado por su padre Kim Jong-Il.
Según la inteligencia estadounidense, Corea del Norte ha conseguido miniaturizar su bomba atómica para que quepa en uno de sus misiles balísticos intercontinentales, recientemente probados con éxito.
El talón de Aquiles es la geografía: Seúl, capital surcoreana y gigantesca metrópolis poblada por 10 millones de habitantes, está solamente a 55 kilómetros de la frontera, al alcance de la artillería norcoreana.
Los daños y pérdidas en vidas humanas podrían ser considerables y la situación podría incluso degenerar rápidamente y tener consecuencias geopolíticas -la cercana China sigue siendo aliada de Pyongyang- y económicas difícilmente previsibles.
¿Qué atacar?
Estados Unidos tiene los medios militares para atacar los lugares de producción nuclear y de almacenamiento de armamento, con bombas capaces de penetrar en las instalaciones, incluidas las que están enterradas en profundidad y protegidas por espesas capas de cemento armado.
Los bombarderos furtivos B-2, difícilmente detectables por radar y capaces de transportar las bombas más sofisticadas del arsenal estadounidense, pueden operar desde la isla de Guam, en el Pacífico.