El arzobispo emérito sudafricano Desmond Tutu, un icono mundial de los derechos humanos que ganó el Nobel de la Paz en 1984 por su lucha incansable contra el sistema racista del “apartheid”, murió hoy en Ciudad del Cabo (suroeste) a los 90 años tras toda una vida dedicada a defender a los oprimidos.
Sudáfrica le recordará para siempre por su risa amable, por ejercer de brújula moral en los tiempos más oscuros y por echarse a la espalda, junto a líderes como Nelson Mandela, la espinosa tarea de reconciliar a la nación tras la conquista de la democracia (1994).
“Cuando los misioneros vinieron a África, nosotros teníamos la tierra y ellos la biblia. Entonces dijeron: ‘recemos’. Y nosotros, obedientemente, cerramos los ojos y cuando dijimos ‘amén’ al final y abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros la biblia. Parece un mal canje, pero estamos para siempre en deuda con esos hombres y mujeres”, dice una de sus citas más conocidas.
Nacido en 1931 en Klerksdorp, una pequeña localidad al suroeste de Johannesburgo, Tutu quería ser médico pero la falta de recursos de su familia hizo que se formase como profesor, la profesión de su padre.
De 1954 a 1957 ejerció como maestro de escuela y no fue ordenado pastor anglicano hasta 1960, tras haber cursado Teología.