Dilma Rousseff dijo este viernes que nada podrá arrebatarle la legitimidad que le dieron los votos que la llevaron a la presidencia de Brasil, en momentos en que su gobierno aparece debilitado y sobrevuelan los pedidos de “impeachment”.
En un acto para entregar viviendas sociales en el extremo norte del país, que devino en un inusual momento de emoción y militancia, la mandataria dijo que valoraba el poder de la elección directa y de la democracia.
“Respeto a la democracia de mi país. Sé lo que es vivir en una dictadura (…) La primera característica de quien honra el voto que le dieron es saber que es la fuente de su legitimidad, y nadie me va a quitar esa legitimidad que el voto me dio”, dijo en una cálida jornada en el estado de Roraima, que limita con Guyana y Venezuela.
“Soy una persona que aguanta la presión, que aguanta la amenaza. Sobreviví a grandes amenazas en mi vida”, añadió.
Rousseff militó en organizaciones guerrilleras durante la extensa dictadura brasileña (1964-1984) y fue presa y torturada durante ese período.
Reelecta en octubre de 2014 por un estrecho margen, la economista entronizada por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) como su sucesora, ha visto cómo su popularidad literalmente se derritió desde que asumió su segundo mandato en enero. En un plazo de siete meses su apoyo se precipitó al 8%, hasta convertirla en la jefa de Estado más impopular desde el retorno de la democracia, según la encuestadora Datafolha.