El asesinado arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, símbolo de una iglesia identificada con los pobres, fue proclamado beato este sábado en una masiva ceremonia en la capital de su país, a 35 años de su muerte.
“En virtud de nuestra autoridad apostólica facultamos para que el venerado siervo de Dios, Oscar Arnulfo Romero Galdámez, obispo, mártir, pastor según el corazón de Cristo, evangelizador y padre de los pobres, testigo heroico de los reinos de Dios, reino de justicia fraternidad y paz, en adelante se le llame beato”, proclamó el cardenal Ángelo Amato al leer una carta del papa Francisco.
Millares de fieles procedentes de todo el mundo se congregaron este sábado en la capital salvadoreña, bajo un sol ardiente, para celebrar la beatificación del arzobispo Romero, propuesto por el papa Francisco como modelo de una Iglesia más cercana a los pobres.
La ceremonia presidida por el cardenal Ángelo Amato, prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos y enviado especial del Papa, tendrá la presencia de delegaciones de 57 países. El gobierno prevé que llegaran unas 280.000 personas.
Desde horas de la madrugada, columnas de personas vistiendo camisetas con la imagen de Romero avanzaban hacia la Plaza Salvador del Mundo, en el este de San Salvador, donde se levantaron tarimas e instalaron pantallas gigantes y sistemas de sonido para la fiesta popular de la elevación del arzobispo a los altares.
Otros pasaron la noche en una vigilia inaugurada la víspera por el cardenal de Honduras Oscar Rodríguez Maradiaga en el entorno de la plaza, desafiando la lluvia que cayó intermitentemente.
El Guatemalteco Warner Castellanos pernoctó con un grupo de compatriotas cerca de la plaza para no perder las incidencias de la ceremonia.
“Monseñor Romero es un pastor para nosotros en Guatemala también, yo quiero pedirle que no se olvide de mi país, que nos ayude a salir de tantas dificultades que tenemos con la corrupción y la violencia”, comentó el joven estudiante.
A su espalda, un grupo de entonaba cantos religiosos mientras otros gritaban consignas como “Viva nuestro pastor”.