El presidente de EE.UU., Barack Obama, presentó un presupuesto de casi 4 billones de dólares para el año fiscal 2016, menos austero que los anteriores, particularmente en defensa, y con aumentos fiscales para los más ricos y las corporaciones rechazados de antemano por los republicanos.
“Quiero trabajar con el Congreso para reemplazar la austeridad sin sentido con inversiones inteligentes que fortalezcan a Estados Unidos. Y podemos hacerlo de una forma fiscalmente responsable”, afirmó Obama en un breve discurso desde la sede del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), en Washington.
No obstante, desde hace años el proyecto presupuestario anual de Obama se queda en una mera declaración de intenciones y todo apunta a que esta vez ocurrirá lo mismo, dado que los republicanos controlan desde enero las dos cámaras del Congreso y ya han expresado su oposición al plan del presidente.
“Tenemos que dejar la política a un lado, aprobar un presupuesto que financie nuestras prioridades de seguridad en casa y en el extranjero, y dar a las familias de clase media la seguridad que necesitan para salir adelante”, pidió Obama.
El proyecto de Obama para el año fiscal 2016, que comenzará el próximo 1 de octubre, contempla un gasto de 3,99 billones de dólares y unos ingresos de 3,53 billones, con un pronóstico de déficit de 474.000 millones de dólares.
Para el Pentágono, el presidente solicita 585.300 millones de dólares, un 4 % más que en el ejercicio actual.
En conjunto, la propuesta de Obama representa un aumento del gasto público del 7 % sobre los niveles fijados por los recortes automáticos, conocidos como “secuestro”, que entraron en vigor en marzo de 2013 para reducir el déficit.
“Desde mi llegada a la Casa Blanca, hemos reducido nuestros déficit en unos dos tercios”, enfatizó el mandatario, para quien “la economía va bien” y, por tanto, EE.UU. no puede darse el lujo de no invertir en campos como la infraestructura, la salud y la educación.
Según Obama, su plan presupuestario se financiará “completamente” a través de “una combinación de recortes de gasto inteligentes y reformas fiscales”.
Obama persigue, desde hace años, una reforma tributaria que permita “cerrar lagunas fiscales” que benefician al 1 % de los estadounidenses más ricos y, además, ahora propone un impuesto obligatorio del 14 % sobre los beneficios que las compañías del país obtienen en el extranjero, que se elevaría al 19 % para ganancias futuras.
De acuerdo con la Casa Blanca, parte de lo recaudado con esos impuestos se usaría para financiar una propuesta de obras públicas que busca desembolsar 478.000 millones de dólares en seis años para “modernizar” la infraestructura y el sistema de transporte del país.
El proyecto de Obama también incluye una tasa del 7 % sobre sus pasivos para las grandes entidades financieras con más de 50.000 millones de dólares en activo, con el objetivo de desalentar la toma de riesgos.
Asimismo, busca cerrar las exenciones en los impuestos correspondientes a las herencias familiares, para simplificar la legislación y evitar que se esquive el pago a través de otras categorías como donaciones.