SANTIAGO.-Para quienes nacieron en Santiago o han residido dos décadas atrás en esta ciudad, constituye hoy una nostalgia, la desaparición forzada de las marchantas, folklórico personaje, que por décadas constituyó un ícono de esta importante urbe.
Con sus cánticos de promoción de los productos en su mayoría cosechado o producido en su entorno, la señora, con su extenso sombrero y un delantal, despertaba a las personas, cuando se desplazaba por las calles de la ciudad de las cinco de la maña.
Carbón, plátano maduro, habichuelas verdes, guandules, vainitas, maíz, panesico, miel de abeja, huevos criollos, cebolla, ajo, vegetales, remolacha y zanahoria hervida, auyama, pan de fruta, eran parte de los productos que éstas laboriosa mujeres pregonaban cada día.
Estas vendedoras provenían de comunidades, rurales y sub-urbana del municipio cabecera de la provincia de Santiago, como Monte Adentro, Licey, Tamboril, La Ceibita, La Noriega, Los Cocos de Jacagua, el Ranchito de Piché, Monte Adentro, entre otros locales que hoy con el crecimiento de la ciudad, son zona urbana.
Para su traslado utilizan como medio de transporte el burro, el cual dotaban de unas árganas, en la que trasladaban la venta, para al final de la jornada realizan una especie de trueque, es decir llevarse consigo algunos artículos que utilizaban en su alimentación.
Muchos factores han influido en su extinción o extermino total, la transformación comercial, mediante la modernidad, de un comercio sustentado en colmado se convirtió en supermercado, el avance del urbanismo que eliminó, muchos de los predios, que éstas personas, utilizaban como conuco.
La desaparición de muchas de ellas, por edad y que sus descendientes no siguieron esa práctica, la extinción del burro que utilizaban como medio de transporte, animal que ha sido sustituido por el gran número de vehículos y en los últimos años, la expansión hacia esta ciudad de las denominadas plazas y grandes supermercados, mejor conocido como el todo incluido.
La sustitución de los anafes, por estufas, reduciendo a su mínima expresión el uso del carbón, uno de los productos comercializados, la modalidad de los deliberes que con una simple llamada, llevar hasta el hogar, productos y mercancías, que demandan las amas de casas para el desenvolvimiento diario de la cocina.
En la última década, esa vendedora fue suplantada por vendedoras de nacionalidad haitiana, quienes diferente a las anteriores, realizan esta labor a pie, sin importar el trayecto que tengan que caminar.
Por están ubicado en el mismo centro de la región de mayor producción agrícola, Santiago creció rodeada de amplia extensiones cultivadas de rubros agrícolas, como yuca, tabaco, maíz y otros, lo que le mantuvo atrapada en una condición de sub-urbanismo por muchos años.
Y no fue hasta después de la década de los 80, cuando la ciudad comenzó a recibir personas provenientes de las demás provincia que conforman la vasta y productiva región del Cibao, iniciándose un crecimiento vertiginoso de su población.
Ese crecimiento fue eliminado los predios dedicado al cultivo, para ser utilizado en la construcción de vivienda para dar acogida a los nuevos habitantes y esos residentes, comenzaron a demanda bienes y servicios, provocando una transformación y expansión del comercio.
Hoy Santiago es una gran urbe, donde además de las grandes industrias, cuentan con establecimiento comerciales, donde el cliente encuentra todo lo que necesita, desde productos y mercancías, hasta bancos, restaurantes y centros de diversión a la altura de cualquier otra ciudad.
Sin embargo no ha podido superar la estreches de sus calles, las cuáles, por el volumen del parque vehicular, resultan insuficientes para dar cabida a los mismos, creando un caos en el desplazamiento de las unidades motorizadas.