Los comicios parlamentarios que se celebran hoy en Haití, forzados por Estados Unidos con la indiferencia de una población hambreada y llena de desesperanzas, parecen el preludio de un sacudimiento social que pondría fin en términos inesperados al régimen de Michel Martelly, un vedetto devenido político cuyo mandato expira en mayo venidero.
Los analistas más optimistas estiman que la votación de hoy quedaría por debajo del 15 por ciento de la población electoral para legitimar 138 escaños parlamentarios, dos terceras partes del Senado y la totalidad de los diputados.
Los aliados coyunturales del gobierno de Martelly– que llegó al poder en mayo de 2011 sin plataforma partidaria–, comienzan a dejarlo solo faltando dos meses para las elecciones presidenciales que deberán celebrarse en la tercera semana de noviembre.
Sus cinco años de gobierno no han servido sino para aumentar la miseria de diez millones de haitianos a costa del bienestar de unas cuantas familias– entre ellas la presidencial–, fomentando el odio y la división con sus vecinos más próximos para agenciarse apoyo popular sobre un nacionalismo cimentado en la mentira, la calumnia y una burda demagogia.
Una patochada histórica
Las elecciones parlamentarias de hoy no inspiran ninguna confianza ni a los haitianos ni a quienes las patrocinan desde fuera de Haití, y pese a que en este momento se debe estar votando, en los días previos a la fecha de la consulta la indiferencia era patente en una población que tiene como prioridad buscar qué llevarse a la boca en medio de un hambre insaciable.
El acontecimiento más resaltante de la “campaña electoral” haitiana se suscitó el pasado domingo cuando el Presidente Martelly increpó de mala forma a una infeliz mujer que le reclamó por la promesa incumplida de llevar luz eléctrica y agua en tubería a la comunidad costera de Miragoane.
Ella le dijo que debido a la oscuridad de la noche, los comunitarios han limitado a cero la vida social y que la delincuencia se ha ocupado del resto, y él le respondió con la siguiente destemplanza en medio de la carcajada de los bufones y corifeos que le acompañaban:
“Consígase un hombre y métase entre los arbustosÖ” a tener relaciones sexuales aprovechando la oscuridad de la noche.
Semejante desaplomo presidencial ha caído como balde de agua fría en todos los niveles de la población y en particular en la comunidad política de donde han surgido las críticas más ácidas al líder en retirada, provocando una seria crisis de gobernabilidad porque del tiro se ha roto la alianza que sustentaba al régimen.
El escozor social ha retumbado en los suburbios más díscolos de Puerto Príncipe que por tradición incuban violencia callejera, saqueos de establecimientos y enfrentamientos con la gendarmería uniformada que suele asistir en materia de orden público a los cascos azules de la Minustah.
El líder de la Fusión Socialdemócrata Haitiana, Edmonde Supplice Beauzile, que conformó con Martelly la alianza de gobierno, anunció que tres partidos aliados rompían sus relaciones y que dos ministros y un secretario de Estado dimitieron– entre ellos la ministra de Asuntos de la Mujer–, escandalizados “por tan incalificable afrenta presidencial”.