“La desigualdad es la causa y la consecuencia del fracaso del sistema político, y contribuye a la inestabilidad de nuestro sistema económico, lo que a su vez contribuye a aumentar la desigualdad”. (Joseph Eugene Stiglitz)
Los países pobres están sumergidos en un panorama deprimente, como consecuencia de la crisis socioeconómica mundial, debido a la guerra Rusia-Ucrania, la permanencia de la pandemia covid-19 y las confrontaciones por razones económicas entre las principales potencias.
Un informe presentado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), establece que “60 Estados, territorios y lugares cayeron el año pasado a la categoría de “contexto frágil” —es decir—, que sufren de circunstancias económicas, ambientales, sociales y políticas las cuales no están en capacidad de absorber”.
De acuerdo a un documento mostrado en París, Francia, por los ejecutivos del organismo, hay más países en tal situación de crisis desde que se empezó a difundir la problemática en el 2015.
El mapa sobre la pobreza revela que los 60 lugares afectados abarcan el 24 % de la población mundial, el 73 % de los que viven en pobreza extrema, el 80 % de los que han muerto en conflictos y la gran mayoría de los lugares afectados por hambre.
“Son además donde vive el 95 % de las 274 millones de personas que, según la ONU, necesitan de asistencia humanitaria”, se expone en el dossier.
Y se agrega “estamos en una era definida por múltiples crisis, conmociones e incertidumbre”, declaró la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
¿Qué hacer ante esta dramática realidad?
Frente a las calamidades que padecen millones de seres humanos, se impone unir a las fuerzas progresistas del mundo alrededor de una cruzada por justicia social, equidad, distribución equilibrada de las riquezas y bienes que producen los trabajadores e igualdad.
Resulta inaceptable e inhumano que el 20 % de las naciones poderosas concentren el 80 % de las riquezas mundiales y que el 80 % de la población tenga que conformarse con apenas el 20 % de las riquezas.
Todo esto es derivado del “capitalismo salvaje”, cuyo sistema político se basa en la explotación que ejerce la minoría contra la mayoría, por consiguiente, hay que luchar por el bienestar de la colectividad, a fin de que todas las personas logren trabajo, alimentación, salud, educación y demás necesidades básicas para que la gente viva con dignidad.