Por César Medina
La doctora Zoila Martínez de Medina ha comenzado mal su Defensoría del Pueblo. Ojalá que termine bien…
¿Cómo se le ocurre pedirle a la Policía que evite los intercambios de disparos?
Porque es lógico que si la Policía puede evitar esos enfrentamientos, es porque la Policía es que los inicia, los propicia… O en el mejor de los casos, no hace lo debido para que la violencia no se exprese en términos tan trágicos.
Esa consideración, más que aventurada, es desproporcionada e impropia de una persona que ni siquiera ha asumido las funciones para las que acaba de ser designada.
Aunque la gente común ni siquiera sabe qué es la Defensoría del Pueblo ni con qué se come eso, el cargo que desempeñará la doctora Martínez de Medina exige equidad y prudencia más que cualquier otra cosa, por lo menos si partimos de la experiencia de los países donde existe esa figura.
No puede confundirse la gimnasia con la magnesia… La Defensoría del Pueblo no puede devenir un organismo para expedir patente de corso a la delincuencia. Todo lo contrario, la idea es proteger los derechos de los ciudadanos…
Y los derechos ciudadanos comienzan con la seguridad pública, con las garantías que debe tener la gente de que no será asaltada en su casa o que al salir a la calle no se convertirá en víctima de la delincuencia… Ni civil, ni militar, ni policial.
En procura de esa garantía, la autoridad no puede ser cuestionada por ninguna otra instancia oficial en el marco de la ley y la Constitución.
Una delincuencia especial
Los parámetros internacionales de medición de la delincuencia parten del número de víctimas fatales por cada 100 mil habitantes. República Dominicana ni siquiera anda cerca del país de mayor delincuencia de la región a partir de esas estadísticas.
Pero nuestra delincuencia es la más rapaz, cruel, inhumana y desafiante de América Latina. Y armada hasta los dientes.
Tal vez Zoila no lo sabe, pero los dominicanos–usualmente generosos hasta con sus propios verdugos– no sienten ninguna piedad por los delincuentes.
De ahí que cada vez sean más frecuentes los linchamientos y la incidencia de quienes se procuran la justicia por sus propias manos.
Porque los delincuentes tampoco tienen piedad con sus víctimas. Lo mismo una mujer joven que una anciana, un niño que un abuelo, un policía que un militar…
El caso muy reciente de Socorro Castellanos, una mujer que sólo ha hecho bien a todo el que ha encontrado en su camino, ilustra la desfachatez criminal del pillaje callejero.
Un mensaje incorrecto
Zoila envía un mensaje incorrecto a la sociedad con una declaración tan imprudente cuando ni siquiera sabe ni ella ni nadie cómo se estructurará la Defensoría del Pueblo, y cuando ni siquiera se ha pensado en el reglamento que regulará su funcionamiento.
Más aún, porque la Policía Nacional es susceptible de sufrir una drástica transformación en cuanto se apruebe el nuevo código policial que acaba de someter el Ejecutivo al Congreso.
Es decir, que es probable que cuando Zoila asuma sus funciones y se cree la estructura técnica y humana de su Defensoría, la Policía haya sido transformada. Lo que tampoco evitará los intercambios de disparos.
Zoila Martínez de Medina es una ciudadana ejemplar, y hay que celebrar su elección. Pero comenzó dando un traspié: confundió el destinatario de su mensaje…
¡Como “defensora del pueblo” debió pedirles a los delincuentes que dejen al pueblo en paz!