Harf encendió una linterna y se dispuso, como si nada hubiera pasado, a leer sus “talking points”, las respuestas cuidadosamente elaboradas por los funcionarios del Gobierno que los periodistas intentan sacar de la monotonía mediante una reformulación continua de las preguntas.
El fortuito apagón del martes en Washington, que sumió al centro burocrático mundial en la confusión, fue el sobresalto más significativo del año en la rutina diaria de la ciudad con mayor concentración de profesionales jóvenes, solteros y hambrientos por impulsar su carrera.
Dana Perino, la que fuera portavoz de la Casa Blanca de George W. Bush tras cumplir los 30 años, escribe en sus recién publicadas memorias: “no había muchos hombres interesantes en Washington. La mayoría parecía que no habían trabajado al aire libre en su vida -manos suaves, apretones de manos blandos, piel pálida, cinturas rechonchas-“.
“Los atractivos ya estaban atrapados o casados con sus ambiciones políticas, con escaso sentido del humor”, describe Perino, ahora casada con un británico sin vínculos con Washington y presentadora del canal Fox News, en “And the Good News Is…”.
Washington es una ciudad seria y trajeada, pero a la vez joven y repleta de solteros, una extraña combinación que la convierte en un laboratorio único sobre la moderna conciliación de la vida sentimental y profesional.
“En esta ciudad en qué universidad has estudiado o dónde trabajas son variables fundamentales para ser atractivo”, explica Carolyn, una de las cosmopolitas residentes de Washington que ha pasado, como es costumbre, por ese maratón de citas “educadas”.
Según los datos del censo, el 45% de los washingtonianos vive solo, un porcentaje dos veces superior al de la media nacional, mientras que algo más del 58 % nunca se ha casado, a lo que habría que sumar el 13 % que está separado, divorciado o ha enviudado.
En Washington se organizan a diario decenas de encuentros de solteros, citas rápidas o “happy hour” (“hora feliz”) para encontrar pareja.
Solo en la capital estadounidense, esas citas piden la asistencia de “profesionales”, “más hombres” o se pone el cartel de “entradas agotadas para mujeres”.
Porque en la ciudad de la soltería no es fácil encontrar pareja, “hay todo tipo de métodos para citas, pero la mayoría son un fracaso”, como explica Craig, un joven abogado que se casará con una funcionaria este otoño y que, antes de prometerse, era un experto en “speed dating” (“citas rápidas”).
Carolyn recuerda que las conversaciones “normalmente se centran en temas relacionados con el trabajo…Puedes tener que vértelas con una conversación sobre la deriva del PIB de las Seychelles”.
“Washington es aburrida porque está llena de gente que trabaja para o en relación con el Gobierno. Esa gente puede llegar a ser insufrible (empleados de legisladores y lobistas) o sosa (burócratas y abogados), y nunca irán a la moda”, explica Josh Barro, columnista de “The New York Times” que vivió dos años en la capital estadounidense.
“Me di cuenta de que necesitaba escapar de la cuidad, que me había atrapado en su vorágine y me había convertido en uno de sus irrevocables aburridos robots”, explicaba Barro en un artículo de opinión.
Los “staffers”, los empleados y asesores de los 435 congresistas y 100 senadores, plagan los bares y restaurantes de la Calle 14 las tardes de lunes a domingo, se divierten, intiman y a la mañana siguiente toman posición frente a sus ordenadores para redactar correos electrónicos y reunirse con superiores que les doblan la edad.
Pese a los apagones, los prometedores profesionales de Washington como Marie Harf, de 33 años, casada con un “staffer” y con una carrera fulgurante, seguirán interpretando su papel de funcionarios infalibles, jóvenes e intrépidos.