NUEVA YORK.EFE- La elección de nuevo alcalde que la ciudad de Nueva York celebrará el próximo martes se anticipa también como un referéndum sobre la gestión del actual regidor, Michael Bloomberg, durante sus doce años de mandato.
En cuestiones como economía, educación o policía, el gran favorito para la elección, el demócrata Bill de Blasio, plantea opciones muy diferentes al actual alcalde.
“No hay duda de que hay un desgaste con la administración de Bloomberg y De Blasio representa el cambio”, señala a Efe Carlos Vargas, profesor del Centro de Estudios Puertorriqueños de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY).
Las encuestas de intención de voto otorgan una cómoda ventaja a De Blasio ante su principal rival, el republicano Joe Lhota, a quien el candidato demócrata acusa de querer “mantener la ciudad como está”.
Y es que si bien los habitantes de la ciudad dan un nivel muy respetable de aprobación a Bloomberg, hay muchos más neoyorquinos que quieren un golpe de timón, un fenómeno que es a la vez lógico y contradictorio tras doce años.
En este período, la ciudad ha continuado su importante mejora económica y una drástica reducción de la criminalidad violenta, pero la mayoría de las escuelas públicas siguen teniendo un funcionamiento deficiente, la desigualdad continúa creciendo y perviven grandes bolsas de pobreza.
La última encuesta que preguntó sobre Bloomberg mostró un 45 por ciento de aprobación a su gestión, con un 34 por ciento que la cataloga de regular y un 18 por ciento que la considera mala.
Sin embargo, un 68 por ciento de los neoyorquinos quieren que el próximo alcalde dé un golpe de timón respecto a las políticas de Bloomberg, y eso es precisamente lo que promete De Blasio, que lleva más de 40 puntos de ventaja en todos los sondeos a su rival republicano, Joe Lhota.
“La gente está cansada de Bloomberg”, señala por su parte a Efe Jeanne Zaino, politóloga y profesora del New Yotk Univerty (NYU), quien añade que el alcalde ha tenido “mano dura” en algunos proyectos y políticas, lo que ha generado descontento entre amplias capas de la población.
El Partido Demócrata no gana esa alcaldía 1989, lo que ya es muy especial en una ciudad donde los demócratas superan a los republicanos por una proporción de seis a uno.
La victoria del republicano Rudy Giuliani en 1993 fue posible por los disturbios raciales y la elevada criminalidad.
Bloomberg es un multimillonario que se pasó de demócrata a republicano para evitar el complicado proceso de primarias, y que ganó su primer mandato menos de dos meses después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, gracias en parte al impacto de esos ataques y también a la multimillonaria campaña que le financió.
Cuatro años después se presentó como independiente, y durante su segundo mandato logró convencer al Concejo Municipal para que modificara la legislación y permitirle un hasta entonces prohibido tercer mandato, que obtuvo en 2009 por un estrecho margen.
Aunque Bloomberg es en muchas cosas un demócrata progresista (apoyó el matrimonio homosexual, el estricto control de armas o la lucha contra el tabaco), es percibido también como un rico elitista (con una fortuna valorada en 27.000 millones de dólares, es la decimotercera fortuna del mundo, según Forbes) muy pendiente de la minoría más rica de la ciudad.
El resultado de la era Bloomberg es que Nueva York va a batir en 2013 el récord de baja criminalidad que ya había alcanzado en 2012, un año en el que también se alcanzó una marca histórica en número de turistas y en la actividad económica que generaron.
La grave crisis financiera de 2007-2008 está olvidada, el precio de la vivienda está cerca de los niveles de antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, especialmente en el sector del lujo, ya que cada vez más multimillonarios de todo el mundo pagan lo que sea con tal de tener un apartamento en la Gran Manzana.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, ya que según cifras oficiales el 46 % de los 8,2 millones de neoyorquinos está bajo el umbral de pobreza o muy poco por encima.
Hay 50.000 personas en albergues para los sin techo, lo que no evita que otras muchas duerman a diario en las calles o en el metro.
Además, la discutida práctica policial de parar y cachear a personas sin motivo aparente (conocida como “stop and frisk”) se ha centrado de forma desproporcionada en afroamericanos e hispanos y tiene cada vez un rechazo más importante.
Y el éxito económico produce un fenómeno de “gentrificación” en muchas zonas, que obliga a las personas de ingresos modestos a desplazarse por el aumento del precio de la vivienda.
La clase media también está aprisionada por los precios cada vez más excesivos del mercado libre, pero aún así sin poder acceder a las viviendas públicas subvencionadas.
Por todo ello, y con la ciudad lejos de la amenaza de bancarrota y de la elevada delincuencia de hace veinte años, los neoyorquinos buscan algo diferente que ponga fin a esta creciente brecha económica.
Y la campaña de De Blasio, que denuncia la existencia de dos ciudades: la rica Manhattan y los barrios exteriores, donde la pobreza y la falta de oportunidades perviven año tras año, parece haber dado en el clavo de la sensibilidad actual.
Además, De Blasio, cuya esposa es de raza negra y sus hijos birraciales, ha sido el candidatos que más ha atacado el “stop and frisk”, lo que le ha ganado el apoyo casi unánime de las minorías, que en Nueva York conforman una clara mayoría.