El día comenzó entre líderes religiosos y terminó con espías. Cada gesto, cada palabra, cada mensaje en la red social Twitter —su medio de expresión predilecto— recibirán un escrutinio con lupa, en busca de signos para una presidencia que rompe con todas las tradiciones y que ha sumido a buena parte de EE UU y del mundo en el desconcierto.
No ha habido decisiones políticas de calado desde que al mediodía del viernes el republicano Trump juró el cargo y después pronunció uno de los discursos inaugurales más incendiarios que se recuerdan en los 225 años de elocuciones inaugurales en la historia de este país.
El viernes firmó un decreto para empezar a desmontar Obamacare, la ley sanitaria firmada por el demócrata Obama, que ha dado cobertura médica a 20 millones de personas que carecen de seguro, y anatema para los republicanos.
Otro gesto de las primeras horas es un memorándum que insta a congelar las regulaciones federales adoptadas por la Administración Obama. La nueva página web de la Casa Blanca ha eliminado las referencias al cambio climático, y sólo queda, en un documento sobre las prioridades del presidente, su promesa de eliminar el Plan de Acción de Clima adoptado por Obama, que impone restricciones a las emisiones contaminantes.
En sus primeros días en el cargo, en 2009, Obama firmó órdenes ejecutivas que ordenaban el cierre de la prisión de Guantánamo y prohibió el uso de la tortura. En su primer día hábil como presidente, el día después de la investidura, el 21 de enero, llamó por teléfono al presidente de Egipto, al primer ministro israelí, al rey de Jordania y el presidente de la Autoridad Palestina.
En el caso de Trump, al coincidir el primer día completo de trabajo con un fin de semana, es previsible que el lunes sea el primer día real de trabajo a pleno rendimiento en la nueva Casa Blanca.
El sábado, siguiendo la tradición de sus predecesores, Trump asistió a un servicio religioso en su primer día como nuevo presidente de Estados Unidos. Junto a su familia y su vicepresidente, Mike Pence, y representantes cristianos, musulmanes y sijs, participó una ceremonia interreligiosa en la Catedral Nacional de Washington.
En el acto hablaron más de una decena de líderes religiosos. Greg Laurie, un pastor cristiano de California, pidió “protección divina” para las Fuerzas Armadas. “Bendigamos a todos cuyas vidas están ligadas a las nuestras”, dijo Jesse Singh, líder de Sijs por América.
Trump, cristiano adscrito a la iglesia presbiteriana, no es conocido por su religiosidad, pero en su fulgurante ascenso político cosechó el apoyo de millones de votantes evangélicos y de influyentes líderes fundamentalistas cristianos.
Tras el servicio, Trump preveía visitar la sede de la CIA en Langley (Virginia), a las afueras de la capital estadounidense, junto a su nominado para dirigir la agencia de inteligencia, el congresista Mike Pompeo. La visita manda un fuerte mensaje. Trump se ha pasado semanas cuestionando a la comunidad de espionaje tras acusar a Rusia de robar correos electrónicos del Partido Demócrata con el objetivo de ayudar al republicano en las elecciones presidenciales.
El nuevo mandatario equiparó la semana pasada a sus espías con la Alemania nazi tras filtrarse un informe con presuntos lazos comprometedores de él con Moscú. La dureza de los reproches es insólita, como también lo es que el director saliente de la CIA, John Brennan, censurara públicamente a Trump unos días antes de la toma de posesión.
En su primer día completo como presidente, EE UU digiere el discurso inaugural de Trump. En su editorial de este sábado, el diario The New York Times esgrime que es una reevaluación “distorsionada” de la historia estadounidense en que se ignoran las injusticias del pasado y los logros más recientes. En la mísma línea, The Washington Post argumenta que proyectó una visión pesimista y oscura que no coincide con la realidad del país.
En el discurso se percibe la influencia de Steve Bannon, el estratega jefe de Trump que presidía una publicación de referencia para la derecha más radical estadounidense. “Fue una declaración sin adornos de los principios básicos de su movimiento populista y en parte nacionalista”, dice Bannon en una entrevista al Post.
El asesor ve paralelismos con la retórica del expresidente Andrew Jackson (1829-1837). E insta a compararlo con el discurso que dio esta semana en el foro de Davos el presidente chino, Xi Jinping, que, en contraste con Trump, se presentó como el líder mundial de la globalización y el libre comercio. “Verás dos visiones diferentes del mundo”, dice Bannon.