AUSTIN EEUU (Reuters) – El estado de Texas ejecutó el miércoles mediante una inyección letal al ciudadano mexicano Ramiro Hernández, condenado por asesinar a un hombre y violar reiteradas veces a la mujer de su víctima.
Hernández, de 44 años, fue declarado muerto a las 18:28 horas local (23:28 GMT) en la cámara de ejecuciones de Huntsville. Se trató del sexto convicto ejecutado en Texas y el decimosexto en Estados Unidos en lo que va del año.
En su última declaración, Hernández dijo en español que agradecía a Dios por permitirle ver a su familia y pedirles que no estuvieran tristes, según el departamento de justicia criminal.
El Gobierno mexicano ha intentado detener otras ejecuciones de sus ciudadanos en ese estado estadounidense, con el argumento de que Texas no cumple con las obligaciones internacionales en lo que respecta al tratado de ciudadanos extranjeros apresados. También solicitó frenar la ejecución de Hernández.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de México agotó todos los recursos para detener la ejecución, dijo Euclides del Moral, vicedirector general del área de Protección de los Mexicanos en el Exterior.
Texas suele proceder con las ejecuciones a pesar de las protestas diplomáticas.
Hernández, un trabajador contratado, fue sentenciado por matar a golpes a su empleador, Glen Lich, con una barra de metal en octubre de 1997 en el condado de Bandera, en el sur de Texas.
“Luego saqueó la residencia de Lich y abusó sexualmente reiteradamente de la mujer de Lich a punta de cuchillo”, indicó la oficina de la Fiscalía General de Texas en un comunicado.
Una corte federal le otorgó un aplazamiento temporal de la ejecución, argumentando que el estado tenía que brindar información sobre el proveedor del fármaco para la inyección letal.
Pero el aplazamiento fue revocado por un tribunal de apelaciones estadounidense esta semana, que indicó que no había evidencia suficiente de que los actuales procedimientos en Texas violasen las protecciones brindadas por la Constitución de Estados Unidos.
(Reporte de Jon Herskovitz en Austin y David Bailey en Minneapolis; Traducido por la Mesa de Santiago de Chile; Edición de Teresa Larraz en la Redacción de Madrid)