Tres hijos en la orfandad, una esposa desesperada y una madre inconsolable, es lo que le sobrevive al primer teniente del Ejército, Francisco Lorenzo Florentino, quien, el pasado fin de semana, fue asesinado a balazos mientras trabajaba como seguridad de una empresa distribuidora de pollos.
El día de la tragedia era sábado, pero Lorenzo Florentino no tomaba descanso. Laboraba de lunes a viernes, en el Ejército, y los sábados y domingos en la empresa a cuyo servicio lo sorprendió la muerte.
La familia vive en una casa a medio terminar que llama la atención por la inversión económica que aparenta requirió. El proyecto quedó a la mitad: el piso de cemento, sin terminación; la fachada por dentro y por fuera empañetada, pero sin pintar, y las habitaciones sin puertas.
No obstante, a simple vista, se observan carencias: pocos electrodomésticos, no hay televisión ni computadora, solo una nevera, y como único mueble, una mesa de madera. Para recibir las condolencias de los más cercanos, la familia utilizó la habitación principal y la sala, colocando allí sillas plásticas.
La madre de Lorenzo Florentino estaba desconsolada, buscaba refugio en los brazos de todos lo que iban a darle el pésame. Abrazó a esta reportera, a quien no conocía, tan solo al pasarle por el lado. No podía ni hablar. Lo único que hacía era llorar por la muerte de su hijo. En la misma condición se encontraba la esposa, quien, entre lágrimas, no dejaba de lamentar lo sucedido.
Esta cuenta que el día de la tragedia, el teniente salió de su hogar como de costumbre, a las seis de la mañana, su familia, de la que era el único sostén, no lo vería más.
“Se me fue un esposo y padre bueno, que nunca voy a olvidar, un trabajador, hombre responsable en todos los sentidos.”, se lamenta Cristiana Amparo.
Expresa que la noche que asesinaron a su esposo fueron a su casa tres personas a darle la noticia: dos compañeros de trabajo de este y el hijo del dueño de la compañía.
“Francisco había iniciado la construcción de nuestra casa y tuvo que detenerla. Después de un tiempo, la retomó. Estaba terminando de construirla, ahora todo ha quedado paralizado”, relata Cristiana.
Dijo que sus hijos mayores, Yaritza Lorenzo, de 20 años y Jordani Lorenzo, de 18, no han podido iniciar sus estudios universitarios, por la situación económica que enfrentan. “Y ahora, yo sola sin el padre mis hijos, es muy duro esto”, manifiesta. El hijo menor Johan, de doce años, está estudiando en la escuela.
El mayor de los hijos varones de la pareja, Jordani, es quien nos cuenta que su padre trabajaba de lunes a viernes en el Ejército Nacional. Y los fines de semana como seguridad del jefe de la compañía distribuidora de pollos “Jobalo”.
“Todas los días, papi salía antes de las seis de la mañana, se montaba en un carro público para irse a su trabajo, y llegaba a la casa como a las seis de la tarde”, cuenta Jordani. Dijo que su papá tenía un vehículo pero que lo vendió hace poco.