“En Suecia han cambiado la jornada laboral de 8 horas por una de 6 y ahora trabajan mejor y son más felices” es una idea irresistible. Demasiado como para que una buena parte de los medios no se haya hecho eco de una de las últimas campañas lanzadas por uno de los partidos políticos escandinavos que, esto es cierto, ha llevado a cabo un pequeño experimento sobre la reducción de jornada, poniendo de nuevo en el candelero una cuestión de gran relevancia social que de siempre ha sabido suscitar polémicas, alzamientos de cejas y caída de babas entre buena parte de la población.
Los datos: los socialdemócratas del Vänsterpartiet ha hecho una prueba controlada sobre la reducción de la jornada en 10 horas semanales el año pasado (el periodo se ha extendido un año más) sin que ello implique un recorte salarial para los trabajadores. La mitad de los enfermeros de la residencia de ancianos de Svartedalens en la ciudad de Gothenburg han pasado de las 40 a las 30 horas semanales, mientras que la otra parte mantenía la jornada tradicional, para poder contar con una comparación justa (toda nuestra solidaridad con los de esa mitad a la que le tocó la pajita más corta).
Así, después de vigilar de cerca el proceso, los analistas han encontrado unos resultados de lo más positivos sobre la idea de la mejora de la productividad laboral si bajamos el nivel de horas por persona y día, pero que deberíamos analizar con cuidado. Dentro del grupo de trabajadores privilegiados con una jornada más corta el absentismo ha caído en 2.8 veces, el personal ha estado menos tiempo enfermo y la felicidad de los trabajadores ha aumentado en un 20%. Y los pacientes están mucho más contentos con el trato.
Todo es revisable, también el modelo fordiano de la jornada laboral
La idea de llevar a cabo esta acción, por cierto, se tomó como respuesta a la eliminación que se había hecho previamente de esta misma jornada, de la que los trabajadores municipales suecos disfrutaban entre 1989 y 2005 pero que se abolió unos años antes de la crisis financiera, cuando entraron a gobernar los conservadores, justificando que no había datos concluyentes de sus beneficios. El experimento de Svartedalens pretende arrojar así luz ante estos hechos alegando que en esta ocasión “la muestra es muy muy limpia, ya que el grupo de trabajadores es especialmente homogéneo”, haciendo inviable desacreditar los resultados obtenidos.
“Llevamos 40 años de trabajos a 40 horas semanales, es el momento de mirar a una sociedad con demasiadas bajas por enfermedad y de jubilación anticipada”,dijo Daniel Bernmar, el líder del partido que ha cristalizado la jornada de 30 horas en Gothenburg y que pretende que sea el estándar para toda la nación. “Queremos abrir un nuevo debate sobre cómo vamos a mantener la sociedad del bienestar para los próximos 40 años”.
Mientras en Suecia se debate sobre esto, en Alemania hay comentarios sobre bajar aún más de esas 35 horas semanales que trabajan en diversos gremios de industria y en Francia tienen lugar protestas por una Ley del Trabajo que, entre otras cosas, quiere derogar la normativa de trabajo máximo de 35 horas semanales (que, por otra parte, pocas empresas estaban a día de hoy cumpliendo).