La más grande debilidad de la oposición política dominicana, al menos de los que fueron los partidos llamados tradicionales o mayoritarios, y de una gran cantidad que le sigue la réplica, es que se han quedado sin banderas de lucha.
Hay que aclarar, por supuesto, que algunos de ellos no son tal oposición, sino un híbrido extraño, fruto de las circunstancias histórica del clientelismo político y el dominio del neoliberalismo extremo que se apoderó de sus mentes y ambiciones.
Para ellos, el clientelismo es la única forma de realizar política y la práctica política se reduce una campaña.
Sus fines no son políticos sino electorales. Es decir, que los proyectos están dominados por una necesidad llegar a un puesto público para hacer negocios.
Hacer negocio, obtener cualquier tipo de beneficio desde el una función pública en el Estado, sin importar si esa institución es o no es para eso.
De modo que desarrollar un proyecto político para influir en el Estado y la vida pública a favor de la sociedad y ano es un fin de la política. En el mejor de los casos se limita a representar sus intereses personales o empresariales como ocurre con los congresistas que representan las bancas de apuestas que en un momento dado fueron una fuerza considerable en el Congreso nacional.
Esa es la diferencia entre un proyecto electoral y uno político, el electoral solo se encamina hacia las elecciones y su éxito o fracaso está fundamentado en lograr una posición pública o electiva a cualquier precio.
No importa la inversión millonarias que hagan en esa meta, la idea es ganar y después, hacer negocios para que ese proyecto pueda ser sustentable.
Esa degeneración ha llegado a niveles tales, que muchos coordinadores y dirigentes de proyectos políticos no son más que asalariados al servicio de tal o cual candidato.
Sin banderas
Por eso ellos sienten que no necesitan fijar una posición pública responsable y bien presentada sobre un tema nacional. Todo su ejercicio lo limitan a declaraciones mediáticas y oportunistas sobre tal o cual tema.
No importa si lo que dice es el más grande de los disparates, porque lo importante es salir en los medios.
Pero esa oposición carece de un análisis sobre la realidad nacional, no se reúnen para discutir temas, si acaso es para compartir como amigos una o dos veces al año.
En medio de esa marcha ciega del clientelismo, nunca entienden los roles de los poderes del Estado ni que cosa le conviene o le favorece para influir en la sociedad.
Por ejemplo, la oposición no termina por entender que la correlación de poder en torno a las altas cortes, la Junta Central Electoral y otros es una guillotine sobre sus respectivos cuellos.
No terminan de entender la impunidad que prevalece a todo lo largo y ancho de la sociedad es un mal que les afecta a ellos y la población, pero que favorece a los que detentan el poder.
No terminan de entender que sin reglas de juego, los que ostentan el poder llevan todas las ventajas.
No se dan cuenta, que desde hace varios años se inicio una contra reforma que aniquiló ya los avances democráticos e institucionales de la segunda mitad de los 90s, y que ahora, hay que lanzar una segunda ola de reformas democráticas.
Si no logran esto, no lograrán nada y eso, no está en juego en las elecciones sino en la correlación de poder.
Pero lo peor es que un esquema clientelar, corrompido y pervertido desde las estructuras de sus propios partidos solo favorece al que tenga más dinero, que al fin de cuenta es el sea financiado por el Estado y el narcotráfico y eso va contra su propia cabeza.
Se han quedado sin planteamientos y banderas sobre los temas cruciales de la sociedad dominicana par ano afectar intereses y se limitan a vender ilusiones que ya son cosas del pasado.
A lo sumo hablan de la inseguridad que es uno de los temas favoritos, pero ni un solo planteamiento que demuestre que toman el problema en serio.
Nada de los problemas de una seguridad social secuestrada por el poder financiero, nada sobre la necesidad de promover un modelo de desarrollo sustentable y aceptable que no sea las promesas de que yo haré esto ni lo otro.
Nada más ridículo que esas promesas vacías que ya no motivan a nadie. Por favor, cambien eso ya, porque solo logran más indiferencia. Mejor hagan cuentos de Pepito, los de ustedes, ya todo el mundo se lo sabe.