Dormía de pie. Con un zapato hizo una almohada para no apoyar su herida de la cara en las paredes llenas de lama. Escupía el agua sucia que intentaba ahogarla y, en medio de la oscuridad, repetía una súplica: “Dios, mándame un ángel”.
Afuera, nadie imaginaba que aquella adolescente de 12 años que acababa de salir del Politécnico José Francisco J. Peynado, quedaría atrapada en el vientre de una alcantarilla, en la intersección de la calle Julio Manuel Cestero y la calle Circunvalación, en el sector Lavapié, de San Cristóbal.
Pasó poco más de ocho horas en un espacio oscuro, lleno de agua sucia y gases tóxicos. La madre se enteró cuando la abuela de la niña la llamó más temprano y le advirtió: “Mira, yo no pasé a buscar a Sherlyn porque eso está inundado. Pasa a pie y deja tu carro por ahí, que yo no pude”. Poco después, otro aviso más brutal llegó: “Sherlyn no aparece. Dicen que una muchacha se perdió por ahí”.
A las afueras de la habitación 403 del Centro Médico Constitución (Cemeco), los ojos de don Gilberto Cuevas De León, un hombre de 72 años, aún brillaban de asombro: “Es un milagro de Dios”, repite, mientras señala hacia la puerta donde reposa la niña que todos daban por perdida la noche del jueves.
Las horas que siguieron fueron un descenso colectivo al infierno. Lloraban, oraban, gritaban su nombre, de acuerdo con el testimonio de don Gilberto, tío de la joven.
Llorando y orando
Una vecina, cuyo nombre pidió ser omitido, que fue a la clínica a dar acompañamiento a la familia de la menor, declaró a LISTÍN DIARIO: “Estábamos llorando y orando cuando nos enteramos de que era ella”.
Mientras en la calle el caos crecía y los vecinos lloraban y oraban, en el interior de la cloaca la niña libraba una batalla silenciosa entre la vida y la muerte.
“Ella contó que se dormía y se despertaba porque pensaba que estaba soñando”, relató don Gilberto, que no ha soltado a la familia desde entonces y es una de los que ha estado más cerca del testimonio. La escuchó describir lo que vivió junto a su madre como si fuera una pesadilla.
“Oye la astucia que tuvo ella, que cuando el agua la ahogaba, la escupía. También se quitó un zapato y lo usó para recostar la cabeza. Estaba parada. Con una herida en el brazo. Sin luz y sin ayuda”, relató.
Milagrosamente, sobrevivió. Pero no por las autoridades, de acuerdo con don Gilberto, sino por la fe y la furia de una comunidad que no se movió hasta sacarla. Pasadas las 12:00 de la medianoche, la niña volvió a ver el cielo.