La guerra en Ucrania ha elevado a los drones como los grandes actores de la contienda, y a la propia nación como uno de los referentes en la industria. Sin embargo, Rusia no se ha quedado a la saga. De hecho, el conflicto aéreo ha entrado en una nueva fase crítica marcada por la evolución técnica de los drones de ataque de Moscú. La respuesta de Ucrania para mantener a su ejército no tripulado a la par la ha encontrado en una táctica simple que ha empleado Corea del Norte con sus “vecinos”, y viceversa: globos aerostáticos.
La nueva amenaza. Como decíamos, la batalla aérea se está reforzando por el lado ruso con el uso de drones que vuelan más rápido y más alto que nunca, lo que los hace cada vez más difíciles de interceptar con los recursos actuales de las unidades defensivas ucranianas.
Oleksiy, subcomandante de una unidad móvil de defensa aérea de las Fuerzas de Defensa Territorial de Ucrania, reveló el fin de semana en Insider que los tradicionales camiones equipados con ametralladoras montadas ya no son eficaces contra estos objetivos, especialmente cuando los drones vuelan a más de 2.400 metros de altitud, fuera del alcance de los calibres .50 como el M2 Browning que emplean habitualmente en estas misiones.
Evolución del Shashed-136. Ya hemos hablado anteriormente de este modelo. El arma principal en la ofensiva aérea rusa sigue siendo el Shahed-136, un dron kamikaze de origen iraní que Moscú fabrica localmente. Originalmente diseñados para volar a más de 185 km/h con una carga explosiva de unos 40 kg, los modelos representaban un arma más económica que los misiles de crucero, lo que permitía a Rusia desplegarlos en ataques masivos.
Sin embargo, Moscú ha comenzado a utilizar una versión modificada del Shahed, una equipada con un motor más potente capaz de alcanzar velocidades superiores a los 290 km/h, y que además porta una carga explosiva más del doble de la inicial. Según Oleksiy, esta mejora en velocidad y capacidad destructiva complica la labor de defensa, y aunque los modelos convencionales todavía se utilizan, su amenaza ha aumentado significativamente.
Decoys y saturación. Otra táctica que está haciendo mella es el uso sistemático de drones señuelo sin carga explosiva, cuyo objetivo no es dañar directamente, sino agotar los recursos de defensa aérea ucranianos. Estos dispositivos imitan con precisión a los drones armados y obligan a las unidades defensivas a gastar munición o misiles en blancos falsos.
Además, pueden realizar misiones de reconocimiento a larga distancia, ampliando la capacidad de inteligencia rusa. El resultado es una sobrecarga en los sistemas de vigilancia y una disminución en las tasas de intercepción, ya que las unidades móviles solo pueden observar y reportar, sin medios efectivos de respuesta inmediata ante drones a gran altitud.
El desafío de la altitud. Los drones solían volar a baja cota para evitar los radares, pero ahora lo hacen a alturas que superan la capacidad de respuesta de las ametralladoras móviles, convirtiéndose en objetivos inalcanzables.
Según Oleksiy, la solución pasa por reforzar estas unidades con sistemas portátiles de defensa aérea, conocidos como MANPADS (Man-Portable Air Defense Systems), como los FIM-92 Stinger estadounidenses o los antiguos 9K38 Igla soviéticos, diseñados para interceptar aeronaves a baja altitud, pero eficaces contra drones en determinadas circunstancias. El problema, sin embargo, es doble: existe escasez de estos sistemas y no todos los operadores han sido entrenados para utilizarlos eficientemente.
Aparecen los globos. Y de repente, Ucrania ha empezado a utilizar una táctica que llevamos tiempo viendo en las “coreas”: el uso de globos aerostáticos, aunque en este caso con una variable. En un conflicto cada vez más definido por el dominio aéreo y el uso intensivo de drones, la nación ucraniana está apostando por esa ingeniosa solución de bajo coste y alta eficacia para superar los desafíos de comunicación que plantea el campo de batalla moderno: globos cautivos llenos de helio, pero equipados con repetidores de radio.
Esta inesperada herramienta proviene de Aerobavovna, una startup ucraniano fundada en 2024 que ha conseguido reforzar notablemente la capacidad operativa de los drones (tanto terrestres como aéreos) al extender su alcance y mantener estables las señales en entornos saturados por interferencias y obstáculos topográficos.
Cómo funcionan y qué resuelven. El sistema es tan sencillo como revolucionario: globos anclados al suelo, hechos de polímeros ligeros y capaces de elevarse hasta un kilómetro de altura, portan antenas y repetidores que actúan como puentes aéreos para la comunicación entre operadores y drones. Esto permite sortear uno de los problemas más habituales del uso de drones en zonas montañosas o urbanas: la pérdida de línea de visión directa, que interrumpe la señal y vuelve inútil al dispositivo.
Según explicaba a Insider el fundador de Aerobavovna, Yuriy Vysoven, el problema es especialmente crítico para los drones terrestres, cuya señal punto a punto no supera la primera colina. Con los globos, los operadores pueden mantener el control incluso en entornos hostiles, ampliando la eficacia de misiones de reconocimiento, ataque y vigilancia.
Despliegue ágil y evolución. Aunque el uso de aerostatos no es nuevo, Aerobavovna ha rediseñado su aplicación militar para las exigencias del frente ucraniano. Sus modelos actuales pueden desplegarse en tan solo cinco minutos (veinticinco en condiciones adversas) y permanecer en el aire hasta siete días consecutivos, con una carga útil de hasta 25 kg.
Esta capacidad permite no solo transmitir señales de control para drones FPV, sino también operar desde una posición elevada sin necesidad de torres o infraestructuras fijas. La empresa ha desarrollado incluso una versión avanzada que puede transportar hasta 30 kg de carga, lo que abre la puerta al uso de sistemas de guerra electrónica más potentes desde el aire, sin comprometer movilidad ni velocidad de despliegue.
Los retos: precisión y estabilidad. Qué duda cabe, pese a su éxito en el terreno, Aerobavovna se enfrenta a dificultades técnicas importantes, principalmente relacionadas con la estabilidad del aerostato en condiciones ventosas. La precisión en la orientación de las antenas es crítica para la transmisión de señales FPV, y cualquier movimiento no controlado puede comprometer toda la operación.
La turbulencia aérea afecta negativamente al posicionamiento exacto de los repetidores, que deben mantenerse inmóviles y perfectamente alineados para que la señal no se degrade o pierda. Esto convierte la estabilidad del sistema en un reto prioritario, especialmente cuando se amplían las capacidades con cargas más pesadas.
El problema de la producción. Es el último gran “pero” del invento. Actualmente, Aerobavovna produce entre 10 y 20 globos por mes y ha desplegado ya alrededor de 50 en distintos puntos del frente ucraniano. Sin embargo, su potencial de crecimiento está en estos momentos limitado por la falta de financiación. Aunque ha recibido propuestas de inversión en torno a los 40 millones de dólares, Vysoven considera esa cifra muy por debajo de lo necesario para escalar la producción.
Estrategias decisivas. En resumen, en un conflicto marcado por avances tecnológicos asimétricos, donde Rusia lanza enjambres de drones cada vez más rápidos y bloquea señales con sofisticados sistemas de guerra electrónica, la apuesta de Ucrania por soluciones ágiles, baratas y técnicamente creativas representa una forma de resistencia inteligente.
Los globos de Aerobavovna es la última, y no solo extienden el alcance de los drones, sino que también descentralizan la infraestructura de comunicación y añaden resiliencia a la estrategia defensiva ucraniana. En lugar de competir con Rusia en escala o en gasto (una utopía), lo hacen en ingenio. Y en un conflicto donde cada metro de ventaja importa, un globo flotando a mil metros de altura puede significar la diferencia entre perder contacto o completar una misión crítica.