Por Dr. Willians De Jesús Salvador
Nadie allende de los mares, fuera de la República Bolivariana de Venezuela, está lo suficientemente edificado, para emitir juicios objetivos y sin prejuicios, sobre los resultados finales de la elección presidencial, en la que ha sido proclamado al vapor el Sr. Nicolás Maduro Moro.
Nicolás Maduro, es un caso excepcional en tiempo de democracia. Es el heredero del liderazgo dejado por el extinto presidente Hugo Rafael Chávez Frías, cuyas características atípicas y disimiles en el ejercicio del poder en pleno siglo XXI, es un fenómeno sociológico y político no muy convencional, porque ha gobernado con puño de hierro militarista, populista y en franco desafío nacionalista, a todos los convencionalismo que impone la globalización.
La realidad que se puede percibir tras los resultados de las votaciones, en la que prácticamente hay un empate técnico, entre el candidato opositor Henrique Capriles Radonski y el representante del oficialismo, Maduro Moro, obliga al análisis desapasionado de la realidad objetiva y del futuro inmediato al que están abocado los actores para garantizar la gobernabilidad en Venezuela.
En circunstancias como las que vive esta gran nación latinoamericana, es obligatorio, imprescindible que el presidente electo, reflexione que él no es Chávez, quien era militar y político, y las fuerzas armadas por obediencia a un compañero de arma actuaban de manera monolítica a su lado, aunque es voz populis, que las fuerzas armadas no son izquierdistas, porque ese ejército no se construyó sobre las bases de una revolución popular, por lo que es aconsejable, actuar con la virtud que impone la prudencia, para evitar que la radicalización y división que se advierte tras los resultados, no pase los linderos que impone la democracia.
El presidente electo ha contestado a los aprestos de reclamos del reconteo de los votos de la oposición y a las protestas populares, por la celeridad en proclamar al candidato, con una voz que se desmarca de la convivencia democrática. ¡Voy a profundizar la revolución bolivariana!
Maduro tiene la forzosa obligatoriedad de actuar como estadista, ser reflexivo y cauto, a la vez que su misión principal es unir a la sociedad venezolana, llenar las expectativas de encausar a Venezuela por los senderos de la democracia, y recordar que esas fuerzas armadas obedientes y disciplinadas, sus reacciones finales son impredecibles ante el heredero.
Capriles y Maduro, son dos líderes jóvenes, con responsabilidades compartidas sobre las necesidades de encausar a Venezuela por un sendero de paz, prosperidad, libertad, democracia y justicia social, para garantizar el estado del bienestar. La profundización de la crisis hasta lo irracional podría abrir el escenario a una tercera fuerza indeseable para todos.
En tal virtud, cuando situaciones electorales como la que se ha suscitado en la patria de Bolivar, que una comisión de la sociedad civil venezolana, sin que se inmiscuyan fuerzas extrañas internacionales, busquen una salida al impasse electoral que amenaza con alterar la paz en la República Bolivariana de Venezuela. Solo los venezolanos deben ser dueños de su presente y futuro como nación libre y soberana.
Mi consejo, quien tiene que hacer los mayores esfuerzos para evitar una confrontación brutal en las calles venezolana es el Partido Socialista Unido de Venezuela, que ese país no es solo de los pobres, sino, también de todas las clases sociales, la media, la burguesía, la oligarquía y los desclasados que la globalización ha creado en la sociedad universal.
Por su parte, Henrique Capriles Radonski, debe tener claro que las elecciones son un proceso en la que se va a ganar o perder, y que solo la mayoría tiene la libertad de decidir su futuro, y en Venezuela la mayoría se expresó, y eso hay que respetarlo. El es un hombre joven con un liderazgo demostrado de manera exitosa, ante el coloso electoral que fue Hugo Chávez, y frente a Maduro y toda la maquinaria de poder del Estado, que indefectiblemente gravita en contra de las opciones opositoras, creo que el futuro es de suyo, por lo tanto, no debe jugar a la Ley de Boyle-Mariotte, por lo tanto, no deben aumentar la presión a la sociedad venezolana.
Desde todos los confines del universo, voces demócratas se levantan para pedir que la sociedad venezolana, en esta hora que vive esa gran nación, se sienten en la mesa del diálogo, para consolidar el sistema democrático y la prosperidad como elementos fundamentales en estos tiempos que soplan vientos de crisis en todo el mundo.