Cuando Rafael Correa reasuma este viernes la presidencia en Ecuador engrosará la creciente lista de mandatarios latinoamericanos que apuestan por la reelección consecutiva, una polémica vía en auge en la región que propicia la debilidad institucional y el personalismo político, estiman analistas.
Correa logró reelegirse en febrero, su tercer triunfo electoral de hecho aunque legalmente considerado su segundo período consecutivo, luego de que fuera aprobada la Constitución de 2008, que él mismo impulsó.
Los casos de Hugo Chávez en Venezuela, cuyo tercer mandato comenzó antes de que falleciera en marzo pasado, y Evo Morales en Bolivia, al que acaba de allanársele el camino para concurrir también a un tercer período presidencial, serían las versiones más extremas de esta tendencia.
Pero también optaron por repetir gobierno, y ganaron, Luiz Inacio Lula da Silva en Brasil, Daniel Ortega en Nicaragua, Cristina Fernández de Kirchner en Argentina…
“En América Latina la reelección ha sido negativa porque ha estado atada a un proyecto político personalista”, dice a la AFP el sociólogo venezolano Ignacio Ávalos, que no ve “ninguna virtud” en esta modalidad.
“Está ligada a una intención clara de perpetuación en el poder, y si el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente”, apunta el analista y columnista del diario Últimas Noticias de Caracas.
Daniel Zovatto, director para América Latina y el Caribe del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA International, con sede en Estocolmo), cree que la “efervescencia” reeleccionista es una “mala noticia” que confirma que los sistemas políticos de la mayoría de los países latinoamericanos “tienen problemas similares centrados en una perenne debilidad institucional y un exceso de personalismo”.
En su artículo “Consolidación del reeleccionismo presidencial”, que se publicará en los próximos días, Zovatto sostiene que aunque algunos países de la región ya permitían la reelección única y no consecutiva antes de los noventa, a mediados de esa década “empezó a triunfar la tendencia que se prolonga hasta la actualidad”.
La reelección consecutiva, establecida en Perú bajo la égida de Alberto Fujimori en 1993 (y abolida tras su caída) y un año después en Argentina bajo Carlos Menem, seguido por Fernando Henrique Cardoso en Brasil, fue adoptada paulatinamente por otros gobiernos latinoamericanos.
Desde 2009 a la fecha, período en el que hubo elecciones en 17 de los 18 países latinoamericanos, todos los presidentes que buscaron su reelección la obtuvieron, un dato significativo destacado por Zovatto.
En Bolivia, el Tribunal Constitucional y luego el Congreso dieron luz verde hace pocos días a la anunciada intención de Morales (2006-2015, en dos períodos) de postularse nuevamente a la reelección, que de ganar lo mantendría en el poder hasta 2020.
Juan Manuel Santos admitió recientemente que aspiraría a un segundo mandato consecutivo, siguiendo los pasos de su predecesor e impulsor en 2005 de la reforma que lo permite, Álvaro Uribe, a quien no obstante la Corte Suprema le impidió lanzarse a un tercer período, como él quería.
La socióloga y consultora de opinión pública argentina Graciela Römer considera que si bien es cierto que un lapso de cuatro años “en muchos casos es muy poco tiempo” para llevar adelante un programa político, más de dos períodos “fatiga al propio electorado mermando las imágenes de los gobernantes”.
“La tendencia a sostenerse en el poder con reelecciones se ha dado en países con gobiernos con perfiles más bien populistas”, señaló a la AFP. “En aquellos países donde hay una fuerte tradición institucional, como México o Chile, no se han producido habilitaciones constitucionales para aprobar la reelección más allá de un mandato”.
Tras consagrarse la reelección inmediata en la Constitución de 2000, promovida desde su gobierno, Chávez fracasó en 2007 en su primer intentó de eliminar cualquier traba a postularse cuantas veces se desee. En el referéndum de consulta sobre la reforma constitucional que contenía la reelección indefinida ganó el No. Pero en 2009 volvió sobre la pregunta y entonces consiguió el apoyo del 54,36% del país.
La reelección, y en especial la indefinida, es “nefasta, porque está atada a un proyecto personalista, y cuando el líder desaparece, el proyecto se derrumba, como está ocurriendo en Venezuela”, opina Ávalos.
¿Pero es la reelección un asunto en sí mismo negativo?
“No”, dice Michael Shifter, presidente del centro de análisis Dialogo Interamericano, con sede en Washington. “El auge de la reelección en la región puede interpretarse como una señal de progreso democrático y la necesidad de continuidad en las políticas clave”, indicó Shifter que recordó que está vigente en Estados Unidos por una única vez consecutiva.
“El problema”, continúa Shifter en un correo enviado a la AFP, “es cuando todos los límites a la reelección se eliminan, como ocurre actualmente en Venezuela, y más importante aún, la forma como se producen las modificaciones constitucionales, que en algunos casos han supuesto desprecio por el Estado de Derecho y minado instituciones independientes como el poder judicial”.
En esos casos, dice, pareciera que de lo que se trata es de mantenerse en el poder el mayor tiempo posible y fortalecer la autoridad del Ejecutivo.
Los tiempos de incertidumbre y la crisis de confianza en los partidos políticos vigentes en América Latina también han sido factores clave para el reeleccionismo, según los expertos, que advierten sobre los riesgos de la acumulación de poder muchas veces asociada, el “hiperpresidencialismo”.
Cuando Rafael Correa reasuma este viernes la presidencia en Ecuador engrosará la creciente lista de mandatarios latinoamericanos que apuestan por la reelección consecutiva, una polémica vía en auge en la región que propicia la debilidad institucional y el personalismo político, estiman analistas.
La reelección consecutiva, establecida en Perú bajo la égida de Alberto Fujimori en 1993 (y abolida tras su caída) y un año después en Argentina bajo Carlos Menem, seguido por Fernando Henrique Cardoso en Brasil, fue adoptada paulatinamente por otros gobiernos latinoamericanos.
Juan Manuel Santos admitió recientemente que aspiraría a un segundo mandato consecutivo, siguiendo los pasos de su predecesor e impulsor en 2005 de la reforma que lo permite, Álvaro Uribe, a quien no obstante la Corte Suprema le impidió lanzarse a un tercer período, como él quería