Por: Margarita Poueriet Domínguez
San Pedro de Macorís, R.D.- La muerte del coronel Julián Suárez Cordero, el pasado 23 de abril mientras se producían movilizaciones en la UASD, fue rápidamente atribuida a unos muchachos de la organización estudiantil Felabel. Sin embargo, según mi parecer, esa muerte es bastante rara y debe ser bien investigada. El hecho ha traído más dudas y conjeturas sobre todo porque la Policía, además de que ha sido muy torpe, se ha enmarañado en la búsqueda de supuestas pruebas después de hacer la acusación. Polanco Gómez ha admitido que no tiene pruebas; pero hay que condenar a alguien.
Yo no soy investigadora policial, pero he vivido muchas situaciones, incluso algunas muy parecidas a la del malogrado y desafortunado coronel Suárez, y creo que el jefe policial cada día se enreda más. Sus declaraciones son sencillamente fatales. Además de ser muy torpe, este jefote, propio de la época de Concho Primo, se ha manejado con muchísimas contradicciones. Esto nos recuerda el novelón aquel del supuesto secuestro que devino en el horrendo asesinato de dos hombres apresados vivos y amarrados. Los asesinos de esos supuestos “secuestradores” fueron premiados y ascendidos por el jefe policial de entonces y por el Presidente Leonel Fernández.
En este caso del coronel, las actuaciones de las tropas frente a su comandante herido fueron desastrosas. No se había visto tanta negligencia, tanta indiferencia. Las tropas, además de que dejaron solo a su comandante, que era nada menos que un CORONEL, luego de herido tampoco fueron en su auxilio. Lo dejaron desangrar. Eso es insólito. ¿Negligencia, miedo, una decisión calculada? Cualquiera puede ser la respuesta. Pero no creo que fuera sencillamente negligencia. Miedo, puede ser. Pero entonces esos subalternos que estaban ahí no pueden ser policías. Todos los agentes que estaban ahí, desde el segundo al mando, es decir, el que le seguía en rango al coronel caído, hasta el último raso deberían estar presos y siendo investigados.
Pero no ha sido así, porque el Mayor General José Armando Polanco Gómez y el Rector Magnífico de mi UASD, que más bien parece otro jefote policial, ya condenaron de ante manos a unos muchachos, cuyas pruebas del delito son poderosas armas de guerra desde “una peluca rubia” hasta un “tirapiedras”. Todavía no he visto ni oído respuestas a interrogantes cómo estas: ¿Con qué tipo de arma mataron al coronel, acaso la P. N. no pudo determinar eso? Entonces, para qué existe Patología Forense? Esto le añade más dudas, más incertidumbre y más complejidad a esta sospechosa muerte. ¿Por qué no llevaron al coronel al hospital policial, muy cerca de donde cayó, por qué en más de 15 minutos no pudo llegar una ambulancia? Hay muchas preguntas que deben ser respondidas por Polanco Gómez y por Febrillet, que le ha servido de comodín.
Por lo que he visto, e incluso me ha tocado muy de cerca, me atrevo a asegurar que la muerte del coronel Suárez responde a las pugnas que existen entre los militares. Y esas pugnas, que a veces llegan a sus puntos culminantes, poniéndose al rojo vivo, no son nuevas entre los policías y los militares. En el tiempo del tirano felizmente ajusticiado, llegué a ver cómo una ambulancia se presentaba en las puertas de los familiares de un militar y le depositaba un cadáver dentro de una caja y nadie daba ninguna explicación. Pero tampoco ningún familiar se atrevía a llorar, pues quien llorara sería el próximo muerto. Pero eso continuó con el Consejo de Estado. Al General Miguel Rodríguez Reyes lo mandaron dizque a sofocar una rebelión de los liboristas en San Juan de La Maguana, en diciembre de 1962, y provocaron un tumulto, donde el general resultó muerto. Todo se debió a que dicho oficial sería el Jefe de las Fuerzas Armadas en el gobierno que asumiría Bosch en febrero de 1963, según se rumoraba.
La pugna entre los militares continuó durante el Triunvirato, y desencadenó la Guerra Patria de Abril de 1965. Durante los funestos gobiernos de San Balaguer, que era especialista echando a pelear a los generales, las pugnas entre Neit Rafael Nivar Seijas y Enrique Pérez y Pérez nos recuerdan episodios terribles. Los militares están acostumbrados a hacerse “macos”, según su propia jerga. Es decir, se ponen “ganchos”. Yo tengo la información de que el coronel Suárez era de los militares que están más cerca del Presidente Danilo, mientras Polanco Gómez es pupilo de Leonel Fernández, quien lo dejó ahí y defiende su estadía en el mando policial, que por demás es respaldado por sectores poderosos, por ser “mano dura”.
En ese mismo sentido, tengo otra información que debe investigarse. Me aseguran que el día de la movilización de los estudiantes no sólo estaban infiltrados los paramilitares al servicio del Rector Aquino Febrillet y los chivatos de siempre, que ahora se convierten en acusadores de los jóvenes del Felabel, sino que también estaban ahí dentro militares pertenecientes al DNI. Todo esto debe ser investigado, pero no debe ser la Policía quien investigue y se investigue a sí misma, pues se estaría poniendo la iglesia en manos de Lutero. El propio Procurador General de la República, Domínguez Brito, ha dicho que pedirá 30 años para los acusados. Fíjese bien: no ha dicho que pedirá la pena para los que resulten culpables, sino para los acusados por la Policía. Demasiado imparcialidad!
Parece que hay un gran concierto para tratar de condenar a esos muchachos del Felabel, que son luchadores por los derechos de los estudiantes y muy críticos frente a la corrupción. El Rector Mateo Aquino Febrillet se ha apresurado más que la propia Policía. Ya condenó a esos muchachos, y además les desmanteló su local y les confiscó sus pertenencias. Este Rector Magnífco, que pasará a los records Guines como el más represivo y retrógrado en la UASD, además de corrupto e inepto, les ha sacado cuenta a los felabelistas, quienes le han destapado numerosas cajas de pandora. Febrillet está muy empeñado en sacar a estos jóvenes del juego. ¿Qué quiere ocultar, sólo se trata de venganza o hay algo más?
La connivencia de Febrillet con los altos mandos militares y policiales a través de las tropas de choques de la supuesta “seguridad”, formada por ex militares, confidentes y delincuentes, así como a través de los “asesores” en seguridad, que son los mismos esbirros, y a través del llamado “Instituto de Criminología”, que ha devenido en un centro de alcahuetería y de inteligencia para el Estado, le ha proporcionado muchos beneficios. Tanto Febrillet, como Polanco Gómez, han dicho que sabían que planeaban matar a alguna persona, y que podía ser un policía. Entonces, son estos dos señores quienes deben ser interrogados y encausados, pues se auto incriminan fuertemente.
No creo que haya gente tan tonta como para creer en las versiones de Polanco Gómez, refrendadas o inventadas, quizás, por Febrillet. Pongamos cada cosa en su lugar. Acusaciones de chivatos a parte, todos convenimos en que esa muerte del coronel Suárez está muy dudosa. Fue una víctima, y ahora la otra víctima es el grupo Felabel. Se trata de querer “matar dos pájaros con un solo tiro”. Esos muchachos son luchadores por los derechos del pueblo, incluidos los policías que no alcanzan del gran pastel. Creo que debe buscarse al verdadero o los verdaderos culpables del condenable crimen. José Armando Polanco Gómez y Mateo Aquino Febrillet tienen muchas cosas que decir y muchas preguntas que responder al respecto. Interróguelos, señor Procurador General de la República. Demuestre ahora la pulcritud y la dignidad que dice tener. Pero usted se auto-descalifica también para investigar, pues ya está prejuiciado. Que se aclare la muerte del coronel, para tranquilidad de sus familiares y la del pueblo.