Una de las grandes debilidades de los actores del sistema político dominicano es que los partidos no actúan como instituciones, y los planes personales, presidenciales, de nuestros dirigentes se anteponen a los proyectos políticos o de nación.
Es decir, que la mayoría de los que tienen aspiraciones presidenciales, para no generalizar, lo tiene es proyectos presidenciales o ambiciones personales de llegar a la presidencia de la República. La excepción es ver un gesto de desprendimiento de un dirigente político para contribuir a la causa auspacia.
Por eso, sus ambiciones personales se constituyen en una barrera para lograr acuerdos políticos que permitan sacar adelante un proyecto de político que pueda constituirse en un plan para de nación.
Peor aún, esa ambiciones personales y mezquina en el liderazgo político llega a los extremos, de que los propios seguidores o allegados a una figura política tal, se convierten en un escollo insalvable para los posibles acuerdos porque “la boa” el puesto que ellos entiende le pertenece que cuando ese fulano llegue a la Presidencia podría tocarle a otro si se logran acuerdos y un plan de nación.
La diferencia entre un proyecto político y un proyecto presidencial es que las ambiciones personales se sobreponen al interés nacional, al interés colectivo.
Entonces, no se busca el bienestar común, ni un plan de desarrollo nacional sino asaltar el poder para lograr movilidad social y ventajas económicas desde el Estado cuando se trata de los grupos oligarcas que financian esos proyectos presidenciales.
Al final, lo que termina detrás de esos candidatos es un ejército de saqueadores del estado cuyo único interés es beneficiarse ellos, beneficiar a sus seguidores y, cubrirse de la impunidad para que nadie pueda procesarlo por los desmanes cometidos.
Desde esa perspectiva, la corrupción, la impunidad, el control político de la justicia y de las instituciones fundamentales del Estado terminan siendo vital.
De igual forma, no auspicia el borrón y cuenta nuevas, porque la impunidad del grupo contrario saliente garantiza la impunidad del grupo de turno como un mecanismo de “gobernabilidad” que no es más que una mancomunidad de pandillas.
El apandillamiento emocional se convierte en el escenario de discusión de los temas nacionales degradándolo a una simple manifestación de conveniencia personal o grupal.
Ese apadillamiento mediático ha sido la novedad más recurrente de las discusiones en los medios de comunicación dominicano, muchas veces alimentado con la idea de dejar atrás los verdaderos temas nacionales.
Asi, los planes de las instituciones del Estado se reducen a simples operativos, que por demás se prestan a cualquier cosa.
El discurso se vuelve uniforme y las discusiones bipolares. Las soluciones mediáticas y simples paliativos, mientras que los problemas prevalecen por décadas.
El ejercicio político se ha degradado en niveles alarmante, ya no hay militantes políticos que con sus esfuerzos construyen empujan un proyecto nacional, sino en integrante de una empresa económica que en el primer plano son asalariado y en segundo, premiado con una posición publica desde la cual pueden lucrarse sin tapujos.
Los resultados de este estilo se ven por doquier. Funcionarios que confunden las instituciones con la persona, su casa o sus propiedades con las instituciones públicas y hasta el país con patrimonio de su pandilla.
Como resultado tenemos una élite política y empresarial que se reparte el Estado mediante y sus propiedades de la forma más increíble a cambio de seguir fortaleciendo el manto de impunidad prevaleciente, de apoyo a los proyectos personales y partidarios.
Muchas instituciones que en la última década eran defensora de un pensamiento y un orden en el Estado ahora no son más que defensores de sus miembros acusados de corrupción. La los pocos avances que se logran en términos de institucionalidad van cayendo uno a uno e una especie de contra reforma con la complicidad, el visto bueno o la indiferencia muchos líderes empresariales y de la sociedad que no quiere más que hacer negocios con Estado y temen verse afectados por ello.
No cabes dudas que es hora de parar este relajo. De Poner un alto en el camino y que quiera seguir siendo comparsa de ese carnaval debe tener en claro donde ubicarse y el que considere lo contrario también tiene que definirse.
La ruleta se acelera, los próximos meses serán determinantes para el futuro dominicano. O se impone definitivamente ese carnaval de impunidad, crimen, corrupción, perversión social o paramos esto y comenzamos a poner las cosas en orden.