Santiago.- Alrededor de 180 presos políticos que se hallaban recluidos en la cárcel de La Victoria, cuando se produjo el ajusticiamiento del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, el 30 de mayo de 1961, se enteraron dos días después del histórico acontecimiento y lo supieron de una manera muy novedosa: a través de un bizcocho que un familiar le hizo llegar a uno de ellos.
Los detenidos recibían las visitas de sus parientes cada jueves y la muerte del sátrapa ocurrió la noche del martes anterior por lo que, para el momento de ir a ver a los detenidos, ya se conocía el resultado de la balacera donde se produjo el deceso del hombre que, con manos férreas y por 30 años, dirigió los destinos nacionales.
Ulises Polanco, uno de los sobrevivientes que fue mantenido en prisión por tres años y puesto en libertad meses después del ajusticiamiento de Trujillo, narra ese y otros capítulos relacionados con lo que vivieron fundamentalmente en esa cárcel, como en la 40, El 9, La Beata, así como en las fortalezas San Felipe y San Luis, de Puerto Plata y Santiago.
Durante dos años y medio fue mantenido encerrado en cada una de esas cárceles y logró su libertad 45 días después del ajusticiamiento de Trujillo, gracias a la llegada al país de una comisión de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Cita que el 1 de junio transcurría con normalidad en los pabellones donde estaban confinados en el penal de La Victoria, esperando con ansiedad que llegara la tarde para poder disfrutar de la visita de sus familiares más cercanos.
“Todo transcurría con suma normalidad y la esposa de uno de los compañeros le entregó un pequeño bizcocho y, al marcharse la visita, él decidió partirlo y compartirlo con nosotros”, relata Polanco.
Y que, en un momento dado, el destinatario de la torta se percató de que dentro había un pequeño papel que, al abrirlo y leerlo, decía: Mataron a Trujillo antenoche.
“Todos los que estábamos junto ese compañero preso de inmediato nos asombramos de esa noticia, no lo creíamos. Pero al pasar los minutos terminamos por darle crédito, especialmente por la credibilidad de la dama que hizo el bizcocho y lo llevó”, declara Ulises Polanco 58 años después.
Polanco, quien tiene en su cuerpo las cicatrices de los golpes y choques eléctricos que le propinaron en cada una de las cárceles donde estuvo detenido, comenzó su vía crucis agentes del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) lo detuvieron en la carretera hacia Puerto Plata, luego de comprar unas armas en esta ciudad para atentar contra la vida de Trujillo en un acto público que se celebraría allí en días posteriores.
El luchador anti trujillista nativo del municipio de Altamira, provincia Puerto Plata y enraizado en esta ciudad desde que recobró su libertad, hoy es un conocido empresario que no puede olvidar las torturas a las que fueron sometidos en esos y otros lugares quienes en diferentes momentos complotaron contra Trujillo.
Precisa que cuando llegaba al país una comisión de la Organización de Estados Americanos (OEA) o de las Naciones Unidas (ONU) “nos sacaban de La Victoria y nos escondían en la 40, que era una cárcel clandestina, por lo que comisionados no encontraban presos en el primero de esos recintos”.
Hoy, 58 años después, Polanco lamenta dos cosas del presente: que en las escuelas y universidades no se enseñe como materia lo que significó para el país esa dictadura y que, producto del desconocimiento de esa parte de la historia dominicana, el apellido Trujillo en este momento gravite más positivamente en la conciencia nacional, que el de políticos descendientes directamente de mártires víctimas de ese período.
“Las universidades y las escuelas nunca se han ocupado de llevar mensajes a los estudiantes, de hacerles saber las cosas que ocurrieron en la era de Trujillo y, al no hacerse nada en ese sentido, la historia puede repetirse”, arguye el sobreviviente anti trujillista.
Dice que, estando preso en La Victoria, fue encerrado en una celda donde estuvo Minerva Mirabal (quien estuvo presa allí al igual que sus hermanas Patria y María Teresa) y que lo supo porque en una de las paredes vio un escrito de ella que decía “dulce y decoroso es morir por la Patria”.
“Cuando las pusieron en libertad todos lo celebramos y, cuando un cabo de apellido Familia, que era el llavero de la cárcel, nos preguntó el motivo de nuestra alegría y se lo explicamos, nos que éramos tontos, porque solamente allí ellas estaban seguras, por lo que nosotros debíamos estar llorando”, narra Polanco.
Recuerda que como tres semanas después Manolo Tavárez Justo Leandro Guzmán y Pedro González fueron encarcelados en Puerto Plata, lo que motivó que las tres hermanas fueran a visitarlos, el 25 de noviembre del 1960, siendo asesinadas en la carretera cuando regresaban a la comunidad Ojo de Agua, Salcedo, de donde eran oriundas.
Ulises Polanco, quien dice solo quedan con vida 20 personas para contar lo que se vivió en las cárceles en la era de Trujillo, meses después de lograr su libertad, se dedicó a rescatar los 17 cuerpos de los hombres que murieron el 14 de junio del 1959, por Maimón, Puerto Plata y que fueron sepultados en el lugar por campesinos de la zona.
Entre los restos rescatados recuerda los de Pupo Peña, Mario Gómez Montan, Manuel Calderón y el de un nicaragüense, y se los entregó en aquella ciudad al entonces principal dirigente del 14 de Junio.
“Lo que ocurrió cuando Trujillo no tiene paralelo, porque fue el régimen dictatorial más cruel de América Latina y el Caribe durante todos los tiempos”, concluyó así su relato Ulises Polanco.