Fuera de los procesos electorales, en el 2017 el acontecer político latinoamericano se caracterizó por lo que parece ya la obsesión a la moda de la clase política regional, la reelección. A lo cual habría que añadir los primeros pasos del proceso de paz colombiano y el indulto de última hora a Alberto Fujimori en Perú.
Paraguay
El mes de abril en Paraguay fue por lo menos convulso. Un muerto, el edificio del Congreso en llamas, decenas de heridos y semejante número de arrestos: este fue el saldo de las protestas en Asunción, la capital, contra un polémico intento de emendar la Constitución.
El 31 de marzo, un grupo de 25 senadores del oficialista Partido Colorado, conservador, y del izquierdista Frente Guasú, aprobó a puertas cerradas una enmienda constitucional que allanaba el camino para que los presidentes y vicepresidentes del país se postulasen a un periodo suplementario, de forma continua o alternada.
De este modo, el actual presidente, Horacio Cartes, y el exmandatario destituido en 2012, Fernando Lugo, podrían presentar sus candidaturas para otro mandato de cinco años.
La votación, y sobre todo el modo irregular en que se hizo, generó un fuerte descontento popular. La oposición tachó el fallo de golpe parlamentario.
Finalmente, después que Horacio Cartes hiciera pública su renuncia a presentarse a los comicios de 2018, buscando aplacar la tensión que vivía el país, la Cámara de Diputados rechazó el 26 de abril el proyecto de enmienda para introducir la reelección presidencial.
Al no contar con la aprobación de la Cámara Baja, el proyecto de ley quedó archivado y, de paso, se dejó sin efectos el quiebre institucional impulsado por la camarilla de senadores.
Bolivia
El desenlace ha sido distinto en Bolivia. Pese a las numerosas movilizaciones que, tanto en febrero como en octubre, se celebraron en el país andino clamando “no es no” (refiriéndose así al referendo que en febrero de 2016 rechazara una modificación de la Constitución que permitía la reelección (por dos veces continuas) del presidente del país), en noviembre, en un fallo controvertido el Tribunal Constitucional optó por dar prioridad a “los derechos políticos” de los representantes del pueblo por encima del tope establecido en la Carta Magna para los mandatos electivos (que los limita a una elección continua).
Una decisión que le posibilita al mandatario boliviano, Evo Morales, presentarse a las elecciones presidenciales de 2019. Esto supone en realidad un episodio más en la deriva autoritaria del partido oficialista Movimiento al Socialismo (MAS).
Dicho fenómeno amenaza con revelarse funesto para el futuro inmediato de Bolivia. Si Morales llegase a conseguir otra reelección, es probable que continúe el desmantelamiento de la vida institucional y se acentúe la concentración del poder en manos del Gobierno actual.
Por otra parte, dada esta última jugada que pasa por alto la decisión del pueblo de no avalar la reelección de Morales, ¿qué garantías existen entonces de que se respete una eventual victoria de la oposición en las presidenciales?
Colombia
El 2017 ha sido el primer año de implementación de los acuerdos de paz en Colombia. El saldo es contrastado. La guerrilla ha cumplido su compromiso y esto se ha reflejado tanto en la desmovilización como en el desarme de sus tropas.
También ha habido una disminución en los indicadores de la violencia asociada al conflicto (muertes por enfrentamientos armados, secuestros, víctimas de minas antipersonal, desplazamientos forzados de la población).
Aún así, todavía siguen en activo sectores disidentes de la antigua guerrilla, cuyo contingente es estimado entre 500 y 1000 combatientes. Por otra parte, más del 40% de los guerrilleros ha abandonado las zonas de reincorporación económica que les fueran destinadas, debido a las carencias de los planes de reinserción elaborados.
Además, la escasa presencia del Estado en los territorios donde operaban las FARC incide en un incremento de la violencia en algunos de ellos. Ya que el vacío de poder dejado por la guerrilla propicia la disputa entre organizaciones criminales por hacerse con el control de dichos territorios o bien el ejercicio de la justicia por cuenta propia entre vecinos.
Peor aún, el Gobierno colombiano ha dejado en letra muerta la mayor parte de las reformas que comprendían los acuerdos de paz, y en especial en lo referente al tema agrario (distribución de tierras, formalización de las propiedades, facilidades de acceso a crédito).
Estos escollos han de ser vistos con suma preocupación. Sobre todo si se tiene en consideración que desde 2016 se han registrado en el país más de 200 asesinatos de activistas sociales y de derechos humanos.
El Gobierno debería intentar seriamente revertir esta situación. De otro modo, el proceso de paz podría terminar cristalizando en una inmensa frustración social y política. Algo que podría poner nuevamente a prueba la estabilidad del país.
Perú
Perú ha sido el foco de atención de la región en la última semana del año. A pocas horas de la Navidad, el presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, concedió un indulto humanitario al exmandatario Alberto Fujimori, quien cumplía una pena de 25 años por crímenes de lesa humanidad.
Pero es poco probable que Kuczynski se decantara por razones humanitarias.
Apenas unos días antes el mandatario había sorteado un proceso de destitución en el Parlamento. Y ello gracias, en parte, a la abstención de un sector minoritario del fujimorismo.
El anuncio del indulto ha generado una amplia ola de protestas en el país, así como renuncias y deserciones en el bando oficialista. Y es que Kuczynski debe principalmente su llegada al poder al rechazo que Fujimori suscita en buena parte de la sociedad.
Visto así, el futuro inmediato del presidente peruano se presenta sombrío. El indulto le ha sustraído el apoyo de los sectores opuestos al fujimorismo, que no dudarán en ponerlo en jaque.
Algo que lo convierte en una presa de los fujimoristas, que poseen la mayoría en el Parlamento. Para conservar la presidencia, Kuczynski se verá obligado a plegarse a sus dictados.
Nada le garantiza, sin embargo, que el fujimorismo lo mantenga en el poder.