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Perspectiva histórica de la batalla de Santiago

Redacción por Redacción
30/03/2014
en Temas
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Todo está listo para actos Batalla de Santiago o 30  de Marzo
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Por  Robert E. ESPINAL LUNAbatalla-del-19-de-marzo

SANTIAGO.-La Batalla de Santiago del 30 de marzo del 1844, conjuntamente con la batalla de Azua del 19 de marzo del mismo año, puede ser considerada como el antecedente de la guerra que se desarrolló del 1844 al 1856, entre el Estado dominicano y el Estado haitiano, en el territorio perteneciente al primero de ambos estados, pues oficialmente dicha guerra fue declarada mediante decreto de la Junta Central gubernativa del 19 de abril del 1844, cuyo artículo 1 establecía:

Declaramos solemnemente y en toda forma, guerra abierta por mar y por tierra a la nación Haitiana, como dañina y enemiga.1

Luego de proclamada la República Dominicana el 27 de febrero del 1844 en la Puerta del Conde, en la ciudad de Santo Domingo, como consecuencia del trabajo realizado por Juan Pablo Duarte desde el 1838 hasta el 1843, el entonces presidente de Haití Charles Herard, obtiene la autorización de la Asamblea Constituyente de su país para encabezar la Fuerzas Armadas haitianas y dirigirlas hacia territorio dominicano con el objeto de recuperarlo, por lo que el 12 de marzo se dirige a los dominicanos en los siguientes términos:

Haitianos, en pocos días estaré a las puertas de Santo Domingo. Treinta mil hombres, un parque de guerra de artillería considerable, compuesto de obuses y de piezas de gran calibre, asegurarán el éxito de esta campaña. Me presentaré primero como un misionero de paz y de verdad; hablaré el lenguaje de la persuasión; pero si esa ciudad rebelde desprecia la voz de la sabiduría, si pide la intervención del extranjero, deploraré la triste necesidad en que me habrá puesto y no me resistiré al uso de la fuerza y de la violencia que deben ahogar la rebelión y hacer flotar el pabellón que ilustró la independencia, sobre la catedral del nuevo mundo.

Antes de esta proclama, la Junta Central Gubernativa había emitido una resolución el 8 de marzo, cuyos artículos 4, 5 y 6 decían respectivamente que:

El Gobierno de Santo Domingo prestará a Francia todas las ayudas necesarias en el caso que tenga que dirigir las fuerzas contra la parte occidental o República Haitiana.

En las circunstancias actuales, Francia entregará al Gobierno de Santo Domingo fusiles, municiones de guerra, barcos y el dinero necesario para sostener y organizar su estado de defensa y al mismo tiempo las tropas de que tenga necesidad.

El gobierno de Santo Domingo, en recompensa, cederá a Francia a perpetuidad la península de Samaná en los límites fijados por la naturaleza, y que hacen península…2

El documento citado explica al menos en parte la decisión del presidente Herard de invadir territorio dominicano, pues además no aceptar tan fácilmente la pérdida de la administración del territorio de la parte Este de la isla, tal y como lo establece el profesor Jaime Domínguez en su “Historia Dominicana”3, el acuerdo con Francia influyó sin dudas en la determinación de invadir el territorio nacional, lo que queda evidenciado en la alusión a la “intervención del extranjero” que hizo Herard en su proclama.

Los treinta mil hombres de que habla Herard, estaban repartidos a razón de tres columnas de diez mil soldados cada una, las que invaden nuestro territorio por el Sur, por el centro y por el Norte de la isla. La columna del Sur estaba comandada por el general Sufrond; la del centro por el propio general Charles Herard; y la del Norte por el general Antoine Pierrot, quien partió desde la ciudad de Cabo Haitiano, hacia Santiago de los Caballeros.

En el momento en que Pierrot se preparaba para atacar, se encontraba en Cabo Haitiano el súbdito inglés Teodoro Stanley Heneken, comerciante que vivía en aquella época en Santiago, y quien al enterarse del plan de Pierrot, emprendió rápidamente un viaje para prevenir a las autoridades de la capital del Cibao, a donde llegó el 20 de marzo, entrevistándose inmediatamente con el entonces coronel Matáis Ramón Mella Castillo, quien era ayudante del general Francisco Antonio Vásquez, comandante de los departamentos de La Vega y Santiago.

El general Imbert inicia su descripción de la batalla, diciendo que “se bahía formado el enemigo sobre dos columnas de cerca de dos mil hombres cada una.”

Si se compara el informe del general Imbert con la proclama de Charles Herard, se verá la contradicción entre el dato relativo a la columna de Pierrot compuesta por 10,000 hombres,  de los 30,000 de que hablaba Herard, y el dato del general Imbert, cuando afirma que el enemigo llegó a Santiago con 2 columnas de 2,000 soldados cada una, es decir, con 4,000 soldados, en vez de los 10,000 a que se refiere Herard en su proclama.

¿Cómo se resuelve entonces la contradicción entre ambos datos para poder conservar la lógica del análisis?

La respuesta a esta pregunta, la aporta el historiador haitiano Jean Price-Mars, en el tomo I  de su obra titulada: “La República de Haití y la República Dominicana” donde afirma que:

…la deserción subrepticia, escasa aunque todos los días en un principio, luego más frecuente, desorganizó a tal punto esa parte del cuerpo expedicionario, que dicho ejército de 20,000 hombres resultó muy pronto algo así como la sombra de lo que había sido, esto es, una cuadrilla desorganizada que se iba reduciendo con una persistencia alarmante. (…)

Nótese que a diferencia de Charles Herard, Jean Price-Mars habla de 20,000 hombres en vez de 30,000; en todo caso y en otras palabras, Price-Mars admite que en el contexto de la guerra dominico-haitiana, el de su país era un ejército desmoralizado, variable esta que impactó  negativamente, provocando la deserción y la consecuente reducción del número de soldados, que atacaron la ciudad de Santiago.

La defensa organizada por el general Imbert, se concentró al Oeste de la ciudad, específicamente en el hoy parque Imbert, antiguo Fuerte Dios; en la hoy Plaza de la Constitución, antiguo Fuerte Patria; y en el hoy Colegio Santa Ana, antiguo Fuerte Libertad.

En cada uno de estos tres puntos, fue ubicado un grupo de hombres que fueron los que enfrentaron los ataques del general Pierrot, extendiéndose la batalla durante cinco horas, desde las 12:00 del medio día hasta las 5:00 de la tarde, según el general Imbert en su citado informe.

De acuerdo con el sargento mayor Andrés Pichardo, quien estuvo presente en la histórica batalla, cuyo testimonio fue publicado en el número 122 de la revista Clío:

…ya en la madrugada de ese día, el valiente… Fernando Valerio, jefe de la defensa del baluarte ‘Libertad’, a la cabeza de sus valientes macheteros había destrozado y derrotado el primer ejército haitiano que se presentó en la Sabana del Pueblo, haciéndolo cruzar el río Yaque por donde se había adelantado en la noche para acampar allí y esperar la mañana para el ataque a la ciudad…

Por la mañana, la mitad de la columna comandada por Pierrot, volvió a cruzar el río Yaque avanzando nuevamente hacia el fuerte Libertad, atacando dos veces más en orden cerrado, siendo rechazado tan efectivamente, que desistió de continuar atacando por este punto. Al respecto, refiere el general José María Imbert que:

Seguidamente los nuestros vinieron a las manos con el enemigo: principió una fusilería bastante viva; el enemigo se atemorizó y retrocedió, quedando algunos de ellos muertos por nuestras lanzas y machetes. Volvió, sin embargo, con mucha intrepidez, principió el fuego de nuestras piezas y la mortandad del enemigo los hizo detener un instante en su marcha: su caballería fugó y no apareció más en toda la acción; pero poco después recobrando ánimo el enemigo, volvió de nuevo al ataque a paso de carga y en columna cerrada. Con el mismo vigor fue recibido por los nuestros y nuestra artillería le mató tanta gente, que renunció a nuevos esfuerzos de este lado, y se retiró para juntarse con la otra columna.

La otra columna de que nos habla el General Imbert, se encontraba al otro lado del río Yaque, específicamente en Hato del Yaque, desde donde partió pasando por el barrio Rafey, bordeando el río Yaque por el Ensanche Bermúdez y el Ensanche Román, penetrando por lo que es hoy la avenida Imbert para atacar de frente al Fuerte Dios, cometiendo así un grave error, pues si hubiese avanzado más hacia el norte, por una vereda que conectaba con el único camino de acceso al Fuerte Dios al Este de la ciudad y que también conectaba con la entonces calle San Sebastián, hoy 30 de marzo, hubiese logrado atacar por la retaguardia al Fuerte Dios al tiempo que penetraba a la ciudad. La vereda a la que nos referimos era la que hoy es la avenida 27 de febrero.

Cabe destacar el uso, además de los cañones, de fusiles, lanzas y machetes, arma este última en que los dominicanos eran muy diestros y que provocó verdadero terror entre los haitianos, quienes no esperaban semejante defensa “a machetazo limpio”.

Respecto a los últimos ataques de Pierrot, efectuados contra el fuerte Dios, el General Imbert apunta:

El enemigo, habiendo así reunido todas las fuerzas, atacó entonces a nuestra derecha tan furioso, que una docena de ellos vinieron a expirar al pié de nuestros fusileros. Esta pieza hizo sufrir grandes pérdidas al enemigo; pero aunque rechazado se presentó varias veces en buen orden. Por última vez se presentó en columna cerrada, y nuestra artillería, dejándolo avanzar de frente, la pieza de la derecha tiró con metralla sobre esta maza e hizo al centro un claro espantoso, la pieza de la izquierda ejecutó lo mismo y ocasionó al enemigo igual destrucción, de modo que la cabeza de la columna hasta su centro, fue reducido como a veinte hombres, que nuestros soldados de la batería derecha acabaron a tiro de fusil. Entonces el enemigo perdió enteramente el ánimo y cesó toda tentativa de ataque.

En otras palabras, una parte del contingente de Pierrot se movió desde el Fuete Libertad, donde se encontraba Fernando Valerio hacia el Fuerte Dios, donde se hallaba el general José María Imbert, pasando por enfrente del Fuerte Patria, donde estaba presente José María López, quien aprovechó ese torpe error  abriendo fuego sobre el enemigo, provocando así importantes bajas, además de haber atacado siempre en orden cerrado.

Luego del cese de “toda tentativa de ataque”, al decir del general Imbert, ambas partes acordaron un cese al fuego para permitir la retirada de lo que quedaba del ejército haitiano, lo que se hizo muy rápidamente y en el mayor desorden, gracias a la falsa noticia de la muerte del presidente Herard, lo que despertó la ambición de Pierrot por la presidencia de su país.

El General Imbert no incluye en su informe la cantidad de soldados dominicanos que participaron en la batalla de Santiago del 1844. Tampoco se han encontrado registros al respecto ni ningún tipo de documento que establezca la cantidad específica de muertos y heridos con sus respectivos nombres, a lo que se le agrega la desproporción numérica a favor del enemigo, según lo datos conocidos.

¿Por qué negó el general José María Imbert las bajas dominicanas de la batalla de Santiago del 1844?

Porque pesaba en su ánimo dar la impresión de un espléndido triunfo con la finalidad de combatir o de prevenir el desaliento entre los dominicanos, frente a la actitud de los dirigentes del Estado haitiano, de recuperar el territorio de la parte Este de la isla de Santo Domingo, a cualquier precio, lo que hicieron también la mayoría de los generales que comandaron las tropas de las demás batallas de la Guerra Domínico-Haitiana, a lo que se le agrega que el general Olegario Tenares, quien participó en la histórica batalla siendo un joven de apenas 22 años, dejó su testimonio de las bajas dominicanas, confirmado por Rufino Martínez, en su Diccionario Histórico-Biográfico Dominicano.

Después de haber considerado los textos de los historiadores que estudiaron ante que yo el tema expuesto; y luego de haber sometido a la crítica y al análisis los documentos históricos pertinentes, he llegado a la siguiente conclusión:

1ro.- Que la Batalla de Santiago del 30 de Marzo de 1844, fue una reacción lógica contra la resolución del 8 de marzo de ese año, y una acción voluntaria iniciada por los dirigentes del Estado Haitiano, consistente en recuperar por la vía militar, el territorio de la parte Este de la Isla de Santo Domingo, el cual habían perdido como consecuencia de la realización del proyecto político de la Independencia plena iniciado por Duarte.

2do.- Que el Estado Dominicano resultó vencedor, a pesar de la desproporción numérica a favor del ejército haitiano, gracias a la desmoralización de sus soldados, lo que provocó una deserción masiva, y al liderazgo efectivo del general José María Imbert, quien organizó la defensa y dirigió con acierto las operaciones efectuadas, con el objetivo de impedir que la ciudad de Santiago cayera en manos enemigas.

3ro.- Que el objetivo del Estado Haitiano era tomar la ciudad de Santiago de los Caballeros; pero sólo como parte de otro objetivo más abarcador, que consistía en controlar, avanzando por el Norte y por el Sur de la Isla, la ciudad de Santo Domingo.

4to.- Que el general Pierrot cometió el error de atacar en orden cerrado, lo que fue aprovechado por el general Imbert, para destrozar a tiro de cañón el avance en masa del ejército haitiano, además del uso de fusiles y muy especialmente del machete.

5to.- Que a pesar de las afirmaciones en contrario, el ejército dominicano experimentó bajas en sus filas, las cuales fueron negadas por el general Imbert, con el objetivo de elevar la moral de los dominicanos, valiéndose del hecho de que entre las bajas no se contaron militares de alta graduación ni civiles de la élite social, lo que en el contexto de la Guerra Dominico-Haitiana permite apreciar el valor da la frase según la cual: “En la guerra, la primera baja que hay siempre es la verdad”.

6to.- Que el objetivo particular de la defensa de la ciudad de Santiago de los Caballeros del general José María Imbert, impidiendo así que esta fuera tomada por el general Jean Luis Pierrot, se corresponde con el objetivo general de dimensiones nacionales, registrado primero en el juramento trinitario en la parte que reza “implantar un república libre, soberana e independiente de toda potencia extranjera…”, y después en el manifiesto del 16 de enero de 1844 en la parte que relativa a la constitución de un nuevo Estado, cuya integridad había que defender a cualquier precio.

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