Presentar a un amigo tan conocido en esta augusta sala de ediles, a un auditorio que en su mayoría se ha reunido a compartir este oráculo, es la constatación de que las pitonisas, como respuesta a la deidad, y adaptándose al momento hablan a los receptores y a los conocidos, amigos, admiradores y familiares que reciben siempre como cultura sabia de un hombre que ha vivido todos los tiempos. En sus espacios ha dejado la impronta en su cuerpo con dos marcas paralelas; ser persona humana, buena, y de trabajo; y la enseñanza que ha sabido compartir. Esta dualidad forma en su conjunto la unidad de un hombre inagotable; que ha sabido compartir con todos, sin excepción.
Si a todos los presentes se nos preguntara acerca de ese hombre a quien tributamos hoy nuestro reconocimiento si se debe a que es un verdadero tribuno, responderíamos comenzando por mí, que no es solamente por eso, porque él ha ido y va más allá. Algún día sus bien pensados y ejercidos principios y sus ejemplos, influirán, sin duda alguna, en la formación de la juventud, de unos nuevos ciudadanos para la construcción de una patria que todos los días sueña y lo expresa. Así ha vivido esperando unos nuevos tiempos que haya una sociedad dominicana más justa, más democrática, más libre, más lineal y de más paz, humana y social, interior y exterior; que sienta, se viva y se vea en toda persona, en toda comunidad, en toda la vida, en sus momentos de esplendor y en otros menos brillantes; es decir, en la naturaleza humana y en su concepción divina.
Don Salvador, tus amigos que te han visto por dentro y por fuera, te sentimos como esa brisa que acaricia el rostro, ensueños que embriagan. Tu persona impregnada de cordialidad, de amistad, de nobleza, de diafanidad, de sinceridad, de expresiones tan afables, como los rayos del sol, lleno de luz, de color y calor, y cuyo rostro aparece siempre sin vendas, como asegurando sosegadamente, dulcísimamente tu virtud, el amor y la amistad.
Hablar de tu figura bienhechora, asertiva y anecdótica, la curiosidad y la ilustración serían ejemplos y entretenimientos que el tiempo no alcanzaría como definir y convencer de la inflexibilidad de tus verdades; lo mismo que el método, modo y manera expositiva, semejante al orden y estructura de los códigos que conjuntan a base de principios una doctrina. Lo mismo que tu familia, comenzando por una concreta formación como una íntima comunidad de vida y amor, la participación en su desarrollo y en sus valores y la sustentación de la esperanza y la vida en sociedad y en la convivencia de paternalidad para siempre.
La sociabilidad y la unión de los hombres se producirá siempre que se aplique la generosidad a las personas a quienes tratamos con mayor intimidad. En los principios naturales de la sociedad humana, el primer principio es el que pertenece a todo el género humano, que es la razón y el habla, los cuales enseñando, aprendiendo, comunicando, discutiendo y juzgando, hermanan entre sí a los hombres y los unen en una sociedad natural.
Entiendo, que Salvador Sadhalá es la razón y el habla para bien merecerse este homenaje que le hace el Ayuntamiento Municipal de Santiago, pues, además de los atributos que contiene su historial curricular, hay también justificación en los valores que confluyen en su persona y que le dan pertinencia a este acto de exaltación.
Felicito, en nombre de todos los presentes y amigos, a Salvador y su familia, pues en él tenemos un ejemplo; un modelo, un amigo, un ser maravilloso, un hombre que ha sido capaz de ir más allá de la tormenta, de la violencia, de la pobreza y de la riqueza. Más allá de la vida material y la impureza, más allá de la plata, el oro y los tesoros; más allá del templo y el silencio, más allá de la revolución y la canción. Amigo, más allá te reconocemos y queremos que sientas la plenitud del amor y la paz.
Bendiciones por ser el caudal perenne de una persona buena, y de un amigo entregado.
Felicidades, Salvador.
En nombre de tu amigo, Príamo.