En su más reciente publicación, de la intensa campaña de descrédito que mantiene en mi contra, el señor David Lorenzo, replica una situación que él manipuló en el año 2013 para formularme una acusación que jamás pudo demostrar, y que incluso quienes figuraron como “quejosos”: Pedro Hernández y Franklin Ferreras, negaron sus afirmaciones originarias.
Esa afirmación consistió en que me reuní con el entonces rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Mateo Aquino Febrillet, para solicitarle la restitución de una compensación que le habían retirado a Pedro Hernández, lo cual, según ellos, habría aprovechado para “negociar” mi designación en la academia.
Durante la reunión, Febrillet rechazó la propuesta de restituir la compensación a Pedro, argumentando que su horario terminaba a las dos de la tarde, por lo que no tenía sentido pagar por un tiempo que no laboraba, pues ya cobraba su salario.
Es oportuno aclarar que la UASD me contrató, pero no en ese momento, y gracias a gestiones efectuadas por Marisol Vargas y Pedro Hernández. Mediante ese contrato, asumí la responsabilidad para, entre otras funciones, de diseñar estrategias de comunicación y relaciones públicas, producir un programa de radio, que más adelante se decidió cambiar por uno de televisión, el cual mantuvo Febrillet durante un tiempo.
Ese contrato se tomó como pretexto para tratar de minar la moral de un dirigente que ha dedicado más de la mitad de su vida a trabajar para lograr mejores condiciones de vida y de trabajo de los periodistas y de todos los integrantes del sector comunicación social.
Esas acciones se traducen en gestionar empleo a centenares de personas, en negociar aumento de salarios, transporte y herramientas de trabajo para empleados, vacaciones, licencias pre y posparto para madres y padres, participación en actividades recreativas, pensiones, viviendas, exoneraciones para la importación de vehículos, servicios de salud, seguro de salud, defensa en los tribunales, defensa de la libertad de expresión, del ejercicio del periodismo, sólo para citar algunas.
Parte de esa manipulación tuvo como punto de origen la ilegalidad en que incurrió un grupo en la asamblea general del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP) del 25 de mayo de 2013, quienes se habían puesto de acuerdo antes de la asamblea y se apandillaron para acusarme y tratar de confundir a los participantes en la asamblea.
Sin embargo, se olvidaron de que el CDP no tiene ninguna facultad sobre el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP). El CDP es una organización y el SNTP es otra. Ninguna de ellas puede adoptar una decisión sobre la otra. Así como el Colegio Médico no puede tomar una decisión contra la secretaria (o) general de uno de los sindicatos de enfermería, el CDP tampoco puede hacerlo contra el secretario general del SNTP, y menos cuando la acusación sea infundada y carente de base legal, aunque se argumente el articulado de todos los códigos del mundo.
Es insólito, inaudito, impensable, increíble, sorprendente. Es la única vez, que se conoce que el CDP adopte decisiones, no en torno a situaciones de su propia organización, a casos o cosas de su incumbencia, sino sobre otra organización que nada tiene que ver con ella, al SNTP y su secretario general.
De ahí que las recomendaciones de David y de Ramón Diloné no tuvieran ningún efecto legal, ni jurídico. Se cayeron solas, por su propio peso.
Lo grande es que David no coge cabeza. Cada día se inventa un nuevo capítulo de la serie, al extremo de que desde el 31 de mayo al 9 de agosto de 2025 (en 70 días), ha publicado unos 28 artículos, tratando de afectar mi imagen y/o la de otros marcelinistas, lo que equivale a un promedio de diez publicaciones por cada mes, con lo cual demuestra que tiene problemas de trastornos obsesivo-compulsivo.
En cada escrito, el susodicho expresa toda su frustración, su odio, su resentimiento, su rencor, muestra la pequeñez de su estatura mental y la pobreza de su espíritu.
Al parecer, David se olvida de que el alma enferma de odio, de rencor, de envidia, de desesperanza, se traduce en serios problemas de salud física y mental, pues ese peso que trata de reducir en escritos, se somatiza, y al final el sufrimiento se multiplica.
Sin embargo, si esa es su manera de ser feliz, ¡que siga la fiesta¡. Dios proveerá.