El nuevo hombre fuerte de Zimbabue, Emmerson Mnangagwa, anunció el miércoles el “inicio de una nueva democracia” en su país, al día siguiente de la dimisión histórica del presidente Robert Mugabe, al que va a suceder.
Pocas horas después de su regreso de un breve exilio sudafricano, Mnangagwa hizo su primer discurso público de futuro presidente ante varios cientos de entusiastas partidarios congregados delante de la sede del partido en el poder, el Zanu-PF.
“Hoy, asistimos al inicio de una nueva democracia”, lanzó, tras lo cual llamó a “todos los zimbabuenses a trabajar juntos”.
Según el dispositivo escrito por el Zanu-PF, el exvicepresidente tiene que ser investido presidente el viernes, según el presidente de la Asamblea Nacional, Jacob Mudenda.
Destituido el 6 de noviembre, Mnangagwa, de 75 años, pone fin al reinado de Mugabe, que dirigió el país con mano de hierro durante 37 años.
Su nombramiento es una revancha para este cacique del régimen, apodado “el cocodrilo” por su carácter inflexible.
Mnangagwa, que ambicionaba el poder, fue destituido por Mugabe, de 93 años, porque quería favorecer las ambiciones políticas de su mujer Grace.
Pero esta vez el veterano presidente calculó mal las consecuencias y la expulsión de Mnangagwa terminó finalmente con su propia caída.
Bajo la presión del ejército —que tomo el control del país el 15 de noviembre de madrugada— y de las manifestaciones en la calle, Mugabe se resignó a lo que nunca pensó que tendría que hacer, dimitir.
Su dimisión fue anunciada el martes durante una sesión extraordinaria del parlamento y provocó un estallido de júbilo en las calles de una población exhausta por años de crisis económica y por un régimen autoritario.
“Con él en el poder, la vida era un desafío. Ibas a la escuela, obtenías un diploma pero al final terminabas vendiendo crédito telefónico en las calles”, explica a la AFP Danny Time, que tiene estudios de electricista.
El primer desafió del sucesor de Mugaba será poner en pie la economía, en un país donde el 90% de la población está en el paro.
“Queremos relanzar nuestra economía, queremos empleos”, prometió Mnangagwa en su discurso. “Juro ser vuestro servidor”.
“Casi lloraba mientras escuchaba a nuestro nuevo presidente. Me volvió a dar esperanza”, dijo McDonald Mararamire, un desempleado de 24 años. “Esperemos que las promesas se cumplan”.
‘Dictador’
El ex número dos del régimen fue nombrado el domingo presidente del partido en el poder, el Zanu-PF, y candidato para las elecciones presidenciales de 2018, en sustitución de Mugabe.
Pero el cambio de presidente no garantiza “más democracia”, afirma el analista Rinaldo Depagne, del International Crisis Group (ICG).
Y la población es consciente de ello. “Con elementos del Zanu-PF todavía en el poder, tengo dudas de que haya avances”, dice Munyaradzi Chihota, un empresario de 40 años. “No queremos que cambien a un dictador por otro”, afirma por su parte Oscar Muponda, otro habitante de Harare, la capital.
Emmerson Mnangagwa ha sido un hombre clave en el aparato de seguridad del Estado y estaba al mando en las sucesivas olas de represión de los últimas décadas.
Amnistía Internacional ya ha pedido al nuevo presidente que evite los “abusos del pasado”, recordando que en los 37 años de presidencia de Mugabe “decenas de miles de personas fueron torturadas, desaparecieron o fueron asesinadas”.
“El próximo gobierno tendrá que comprometerse rápidamente a reformar el ejército y la policía, ambos instrumentos de represión de Mugabe”, dijo por su parte la oenegé Human Rights Watch (HRW).
El país ya parece haber pasado página de los 37 años de Mugabe.
“¡Adiós Bob! Después de 37 años Mugabe por fin dimite”, titulaba el periódico de oposición NewsDay.
“¡Adiós camarada presidente!”, rezaba el periódico gubernamental The Herald y en un editorial hablaba incluso de los “errores del pasado”, una crítica impensable hace tan solo algunas semanas.
La Unión Africana se felicitó de la decisión de Mugabe “tras una vida dedicada al servicio de la nación zimbabuense”, mientras China dijo respetar la decisión y prometió continuar las relaciones “amistosas” con el país.