BUENOS AIRES. Más de 4.000 personas de 20 países ya han adoptado simbólicamente una ballena franca austral a través del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) en Argentina para contribuir con la investigación científica sobre estos animales.
En la zona austral del mar Argentino habita una población de unas 3.000 ballenas, pero las personas solo pueden elegir una para adoptar entre las nueve seleccionadas por el ICB.
“Todas ellas fueron elegidas porque sus historias sintetizan aspectos representativos de esta especie y tienen distintas características”, explicó a Efe Roxana Schteinbarg, coordinadora ejecutiva y cofundadora del instituto.
El comportamiento, los grupos familiares, las amenazas y los peligros a las que se enfrentan, las diversas problemáticas ambientales son algunas de las cuestiones que rodean a cada una de estas ballenas, explicó la experta.
Al adoptarlas, cada uno puede conocer su historia de vida, seguir los estudios más recientes sobre los cetáceos y contribuir con fondos a la protección de los animales y su medioambiente.
“Esperanza”, “Alfonsina”, “Antonia”, “Mochita”, son algunos de los nombres de las ballenas cuyas vidas han sido estudiadas por los científicos desde hace más de cuarenta años.
“Espuma”, un macho albino parcial que nació en 1994, es una de las más sociables y suele acercarse a las embarcaciones en las que los turistas se dedican a avistar ballenas, lo que lo volvió uno de los ejemplares más populares.
Otra de las que pueden ser adoptadas es “Victoria”, fotografiada por primera vez en 1972 en la localidad sureña de Península Valdés (a unos 1.400 kilómetros de Buenos Aires).
En 2001, “Victoria” tuvo un ballenato bautizado como “Garra” que se enredó en las cadenas del fondeo de un catamarán, de las que fue rescatado en un gran operativo y, en su honor, el 25 de septiembre es el Día Nacional de la Ballena en Argentina.
“Buscamos individuos de los que tengamos un largo registro de observaciones”, puntualizó la investigadora.
La iniciativa de adopción de ballenas está ligada a la creación del instituto y el Programa de Investigación Ballena Franca Austral, iniciado en 1970 por Roger Payne quien descubrió que las ballenas podían identificarse por el patrón de sus callosidades.
“Antes de fundar el instituto conocimos al doctor Payne, quien comenzó el programa de foto-identificación basado en el seguimiento de una especie a partir de sus marcas naturales”, señaló Schteinbarg.
Precisamente, el programa de adopción surge por este trabajo de identificación, donde los científicos del ICB hacen “algo así como el DNI de las ballenas francas australes que visitan de abril a octubre la Península Valdés”, según describió Schteinbarg.
Según relata la investigadora, el instituto se inició “como una forma voluntaria de colaborar desde Argentina” con el programa de identificación de ballenas.
“Dependemos del apoyo colectivo de las personas para financiarnos y nos permite avanzar en el conocimiento y en acciones efectivas para la conservación”, añadió la investigadora.
Tras realizar el aporte en dinero, cada “adoptante” obtiene del IBC un certificado con el nombre impreso y la foto de la ballena elegida, un registro de las observaciones que se le han realizado y material con información general sobre la vida y las características de estos mamíferos gigantes.