Durante los años de la Guerra Restauradora (1863-1865), las mujeres dominicanas, leales a sus convicciones, pusieron de manifiesto su acendrado patriotismo y herencia de valentía, participando activamente para reestablecer la independencia y la libertad del país ante la proclama de Anexión a la monarquía española.
Su papel no se limitaba a roles domésticos, sino que variaba desde la asistencia a los heridos en combates, la remisión de mensajes de un grupo de patriotas a otros, la fabricación de municiones y el traslado de agua para enfriar cañones, hasta acciones armadas en terrenos de batalla.
Las heroínas restauradoras han sido relegadas en las citas y referencias bibliográficas; en ese sentido, el presidente del Instituto Duartiano, Wilson Gómez Ramírez, es concluyente declarando que nadie se ha ocupado de registrar, en justa dimensión, las partes históricos en los que se desempeñó el conglomerado de mujeres patriotas.
Esta falta de documentación y registro de las labores femeninas puede deberse, de acuerdo con la hipótesis presentada en la obra “La historia con ojos de mujer”, de las investigadoras Carmen Hernández, Iluminada González y Miledy Pringle, a que los contenidos escritos por testigos de excepción, considerados los más importantes para conocer en detalle este período, casi no salen a la luz pública.
Se refieren a los textos “Notas Autobiográficas y Apuntes Históricos de Gregorio Luperón” y “Gregorio Luperón e Historia de la Restauración”, del patriota Manuel Rodríguez Objío, en los cuales, según las autoras, las destacan por su función ejemplar de apoyo a la familia y por dar a la patria hijos para que luchen por ella, pero no ofrecen muchos detalles sobre su acción directa ni datos biográficos.
Gómez Ramírez considera que “no se les ha otorgado importancia a esas participaciones tan significativas en el marco de la lucha armada; de ahí que, al momento de consultar los textos históricos se revelan escasos nombres de mujeres que expusieron sus vidas al contribuir con el objetivo de luchar para alcanzar el triunfo de las armas dominicanas”.
Heroínas restauradoras
A continuación, algunas de esas próceres que, en las palabras de Gómez Ramírez, fueron mujeres, compañeras de vida, hermanas, familiares, amigas que, por distintos vínculos, llegaron al fragor de la lucha, hicieron sus valiosas contribuciones y, al final, fueron olvidadas, quedando sus nombres y sus aportes sepultados bajo el epitafio del “soldado desconocido”.
• María Catalina Encarnación: conocida como May Talina, contribuyó en las actividades logísticas de las acciones bélicas en su natal San Juan de la Maguana; facilitó su casa a los combatientes restauradores y fraguó en sus catorce hijos los ideales de defensa nacional, soportando con templanza que, por esta causa, nueve de sus vástagos vertieran, gota a gota, su sangre por la dominicanidad. La describen, en el libro “La historia con ojos de mujer”, como la encarnación de los valores de la mujer dominicana y la integridad más pura de sacrificio y amor a la patria.
• María Pérez: fue una dama de acero en la línea de la frontera sur que eliminó los estigmas y parámetros sociales de la época que emplazaban a la mujer a los quehaceres del hogar y cuidados de sus hijos y esposos. Se adiestró en el uso del sable, el machete y las armas de fuego, así como el conocimiento de todas los trabajos militares y técnicas de guerra, consignado textualmente por las investigadoras Hernández, González y Pringle: “montaba a caballo y tomaba parte en tareas militares”.
• Águeda Rodríguez Salcedo: una heroína valiente que sacrificó su estabilidad económica y comodidad por la causa dominicana; vendió sus bienes para comprar y transportar armas, municiones y provisiones, y fungió como mensajera entre los patriotas. Relatan en “La historia con ojos de mujer” que ella se apartaba de la comodidad para trasladarse hasta Cabo Haitiano como enlace entre los que operaban secretamente en el territorio nacional y los que desde Haití organizaban las nuevas acometidas. Guiada muchas veces por monteros, transitaba por caminos difíciles que sólo expertos exploradores conocían al amparo de las sombras de la noche.
• Rosa o Rosalía Bastardo: desde el proceso independentista servía en distintas actividades en pro de la soberanía nacional. Hija de un ganadero del Este. Su colaboración fue mayor y más espléndida en los “días magnos de la Restauración de la República”, según lo reseñado por el historiador Vetilio Alfau Durán, en su escrito “Mujeres de la Independencia”. Sacrificó parte de sus bienes y su ganado para colaborar con el sustento alimenticio de las tropas que se entrenaban en su finca “Yerba Buena” (Hato Mayor del Rey); por lo que, allí soportó estoicamente innumerables ataques de las fuerzas españolas.
• Antonia Batista: originaria de Santiago, entusiasta protectora de los patriotas, cuidaba de sus heridas y los ayudaba a reestablecerse para seguir su lucha armada, transportaba armamentos y dirigía los mensajes entre patriotas. Prestó la estructura de su hogar como punto de congregación de los gestores del movimiento en contra de la anexión, puesto a que, la ubicación era ventajosa en la parte céntrica de la ciudad corazón.
•Josefa del Monte Pichardo: hacedora de inspiradoras rimas patrióticas que se convirtieron en armas de lucha. Su lírica estuvo al servicio de la patria, alentando e incitando incansablemente al pueblo a defender su bandera y mantener su honor en alto. Es mencionada muy decorosamente por el historiador Emilio Rodríguez Demorizi en su obra “Próceres de la Restauración”, debido a que fue muy celebrada por sus versos en contra de la poetisa Josefa Perdomo, quien fuera una escritora que inclinara sus estrofas a favor de la colonia.
• María Encarnación Echavarría y Vilaseca: insigne banileja que rubricó su nombre en las páginas de gloria de la historia restauradora. Los sendos versos que escribió llevaron el seudónimo “una dominicana”, versiones socorridas indican que fue una mujer sensible a cuantos afanes por la libertad y animó al combate con su defensa intelectual. El historiador Rodríguez Demorizi da cuenta de que el oprobio de la anexión le inspiró, en 1863, a escribir el vibrante soneto saturado de indignación “A mi patria”, el cual fue uno de los poemas más celebrados en ese entonces.
• Encarnación (Canela) Mota: “heroína y patriota frente a los luctuosos días de la Anexión de la República”, así la llamó el autor Joaquín S. Inchaustegui. Otra banileja de gallardía, mencionada en el libro “Próceres de la Restauración” como una de las adictas a la causa, quien enfrentó a su padre, el general Manuel de la Regla Mota, por enarbolar la bandera española y adherirse a la colonia. Su recio carácter la impulsó a continuar su lucha: se enlistó en el campo de batalla y escribió inspiradoras composiciones con su pluma libertaria.
• Eneria Frías: una dama solidaria originaria de San José de Los Llanos, provincia San Pedro de Macorís. Rodríguez Demorizi la reseña como “entusiasta protectora de los restauradores”, debido a que, dedicó su hogar al recibimiento y cuidado de los restauradores clandestinos que debían preservar su integridad e identidad. Nació el 27 de mayo de 1830 y murió en Los Ranchos, Puerto Plata, el dos de junio de 1924. Su hija Ana Luisa se casó con el general Gregorio Luperón el 21 de marzo de 1865.
• Socorro del Rosario Sánchez: bajo el alias “Rosa Cruz” motivó a los ciudadanos a oponerse a la Anexión a España con sus publicaciones en los periódicos El Telegrama, El Teléfono de Santo Domingo y El Dominicano, en las que expresaba su posición radical contra la colonia. Fue una ilustre educadora que fundó dos escuelas; sin embargo, en el trabajo intitulado “Cien dominicanos célebres” se establece que la grandeza de sus parientes Francisco y María Trinidad casi han borrado en el recuerdo los méritos propios de la insigne educadora.