HARARE. El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, negocia hoy su salida del cargo con los militares que lo mantienen retenido desde el martes, lo que podría desencadenar el primer traspaso efectivo de poderes en el país desde 1980.
Aunque el diario estatal The Herald publicaba hoy fotos de Mugabe y el jefe del Ejército, Constantine Chiwenga, ambos sonrientes durante su encuentro en el palacio presidencial, otros apuntan a que el presidente, de 93 años de edad, se resiste a ceder un cargo en el que muchos de sus ciudadanos no han visto a otra persona.
Los militares, por su parte, buscan garantizar la dimisión del presidente.
La incertidumbre en Zimbabue es máxima, pese a que las calles de la capital, Harare, amanecieron con aparente normalidad, y los rumores se extienden.
En este sentido, unos aseguran que el destituido vicepresidente, Emmerson Mnangagwa, volverá al país para encabezar un Gobierno transitorio de concentración, mientras que otros indican que Mugabe se quedará hasta el congreso de su partido, en diciembre, o hasta las elecciones de 2018.
En lo que coinciden muchas informaciones es en la preocupación del mandatario por encontrar una salida para la primera dama, Grace
Mugabe, a la que los expertos apuntan como responsable de la expulsión del vicepresidente para allanar su camino para convertirse en la sucesora de su marido en el poder.
Lo cierto es que las Fuerzas Armadas, que controlan el país ahora, no han hecho más anuncios que el de la madrugada de ayer, y no hay ni rastro del Gobierno más allá de las noticias que surgen sobre ministros detenidos.
Aunque podría ser el mayor beneficiado, tampoco se sabe nada hasta el momento de Mnangagwa.
Quienes sí han aprovechado la debilidad de un Mugabe confinado en su residencia son los principales líderes opositores, que coinciden en exigir su dimisión y la apertura de un diálogo nacional en el que todas las partes colaboren para llevar a cabo una transición hacia una democracia plena.
La exvicepresidenta Joice Mujuru, que fue expulsada del Gobierno en 2014 por “conspirar” contra Mugabe, su viejo aliado y compañero de filas durante la guerra de independencia, confirmó hoy que se presentará a las elecciones del año que viene con la opositora Coalición Popular Arcoiris (PRC) para “reconstruir Zimbabue”.
Por su parte, Morgan Tsvangirai, líder del principal partido de la oposición, Movimiento por el Cambio Democrático (MDC-T), pidió la “dimisión inmediata” del presidente y negó cualquier negociación para formar un Gobierno post-Mugabe, a pesar de que el secretario general de su partido lo había avanzado horas antes.
No es la primera vez que se vincula a Tsvangirai con un pacto con Mnangagwa contra Mugabe, una teoría que data de 2003, aunque en esa ocasión el Ejército no intervino contra el mandatario.
Tsvangirai, que a la luz de la crisis regresó desde Sudáfrica (donde recibe tratamiento contra un cáncer de colon), podría volver así a formar parte de un Gobierno después de ser primer ministro del propio Mugabe entre 2009 y 2013.
Aquel Gobierno de unidad se produjo tras las convulsas elecciones de 2008, en las que la oposición venció en la primera vuelta antes de verse obligada a retirar su candidatura ante una oleada de violencia.
Los actores regionales como Sudáfrica -que ha enviado a dos ministros para mediar-, desaparecidos o poco influyentes durante anteriores crisis en el país, ahora emergen para reclamar que se respete la Constitución zimbabuense y se llegue a un acuerdo pacífico entre el Ejército y Mugabe.
Las Fuerzas Armadas y los medios nacionales que ahora controlan se han apresurado a negar que se esté produciendo un golpe de Estado frente las amenazas de organismos internacionales como la Unión Africana (UA) o la Comunidad para el Desarrollo de África Meridional (SADC), de los que Zimbabue es miembro, de no reconocer un Gobierno surgido del derrocamiento de Mugabe.
En una reunión de urgencia de ministros de la SADC celebrada hoy, la organización recordó que todos sus miembros “deben seguir rigiéndose por sus constituciones”.
Precisamente a esto se aferra el Ejército, que aún se refiere a Mugabe como su comandante en jefe y presidente del país, al invocar el artículo 212 de la Constitución zimbabuense, que les permite “proteger a Zimbabue y a su pueblo, la seguridad nacional y los, intereses e integridad territorial”.
En la primera noche de la crisis, un portavoz militar leyó un comunicado en la televisión pública ZBC en el que aseguraba que sus operaciones tenían como objetivo “llevar ante la Justicia” a los “criminales” del entorno de Mugabe que “están causando sufrimiento social y económico” al país.
Asimismo, indicaron que la situación “volverá a la normalidad” cuando hayan “acabado con su misión”.
Las próximas horas o días se antojan clave en el futuro del país, ya que una dimisión voluntaria de Mugabe -probablemente a cambio de inmunidad- facilitaría la reclamada transición y evitaría problemas con una comunidad internacional que pocas veces ha salido en rescate de aquel a quien consideran un “dictador”.