Por Ramón Antonio Negro Veras.
INTRODUCCIÓN.
A todos los presentes debo decirles que hoy, y precisamente en este momento, me siento el hombre más feliz sobre la tierra, porque estoy recibiendo el calor humano de cientos de personas que se han trasladado, y movido en Santiago, desde la ciudad capital del país, y otros han venido del extranjero a compartir conmigo y mi familia, esta significativa noche.
Un saludo especial para Rudy Fuertes, Samuel Collado, Luis Amilkar Gómez y Antonio Castillo; así como para el Ministro de Agricultura; a los magistrados actuales y pasados de la Suprema Corte de Justicia; a los jueces de tribunales y cortes, a los representante del Ministerio Público; a los legisladores, regidores; a los hombres y mujeres de uniformes, militares y policías, en fin, a todos los hombres y mujeres del pueblo presentes en este acto.
Si no fuera por los afectos comunes que me unen a Sara Pérez, Julio Aníbal Suárez, José Domingo Fadul, José Israel Cuello, y los amigos y amigas que externaron su opinión en el libro, me viera en la obligación de darles las gracias.
Pero a quienes sí quiero expresarles las más decididas gracias, por los distintos aportes que hicieron para la corrección, producción y circulación del libro que hoy presentamos, es a María Cristina Liriano, María Alejandra Veras Pola, Yudelka Felipe y a la familia Dhimes León.
I.- LA MOTIVACIÓN PARA ESCRIBIR LA OBRA
1.- Los seres humanos se sienten motivados hacer algo, luego de haber elaborado la idea que han de llevar a la práctica; partiendo de este razonamiento, de inmediato se pone a flor de labios la pregunta ¿qué impulsó a Negro Veras a escribir, precisamente ahora, este libro, en el cual expone diferentes episodios de su existencia?.
2.- Podría responder la interrogante anterior diciendo que a mi, entre otras cosas, me motorizó el hecho de haber llegado a mi tercera edad, casi setenta y cinco años; ser el padre de cinco hijos y abuelo de doce nietos, que desconocen lo que fue mi niñez y juventud; y haber incidido en la vida pública del país por más de sesenta años. Estos y otros temas, en conjunto, me motivaron a escribir, en principio, para mi círculo familiar tres trabajos, que luego se convirtieron en el libro que ahora presentamos ante ustedes, con el título: Parte de mi vida: para mis hijos, nietas y nietos.
3.- Fue así como un día cualquiera del mes de julio de 2012, me sentí en el deber de narrarles a mis hijos, nietas y nietos, que mi madre, María Ydalia Veras, me dijo que nací en Santiago, un día domingo 25 de diciembre de 1938, en un bohío que le fue prestado a ella, a cambio de que lactara a un nieto del dueño de la guarida. Por olvido de mi padre biológico, fui declarado ante el oficial civil correspondiente en octubre de 1943.
4.- El dueño de la casucha, a la cual me he referido, lo era el señor Cristóbal Bermúdez, y su nieto, el niño a quien mi madre lactaba, respondía al nombre de Fernando Bermúdez, luego conocido en Santiago con el sobrenombre de Fernandito Catarey, fallecido hace ya varios años.
5.- Cómo pueden mis hijos, nietas y nietos saber, si no se lo explico en el libro que presentamos hoy, que ver agua en movimiento permanente me produce vértigo porque, en mi niñez, el bohío donde residía estaba separado por una cañada, en la cual desembocaban todos los desechos de la ciudad, incluyendo los del Hospital José María Cabral Y Báez, lo que me permitía ver piernas, brazos y órganos humanos cercenados
6.- A mis descendientes estaba en el deber de decirles, y se lo digo en el libro, que ingerir alimentos no fue algo normal en mi niñez; que conocí directamente lo que significa la palabra hambre, y para mitigarla me vi en la necesidad de realizar trabajos domésticos en casas de familias con posibilidades económicas holgadas. Chilote Llenas, aquí presente, sabe de lo que estoy hablando, porque su madre doña Aracelis Dávila de Llenas, muchas veces resolvió mi problema de comida.
7.- No podía desaparecer del mundo de los vivos, sin describirles a mis vástagos, a sus hijas e hijos, que en mi niñez la ropa nueva estuvo ausente de mi cuerpo; que las piezas usadas, desechadas, que regalaban a mi madre en los hogares donde ella hacia de lavandera y planchadora, sirvieron para cubrir el cuerpecito en mi época de niño. La piezas de niños, descartadas por los padres de Manuel y Miguel Cocco, muchas veces las heredé yo.
8.- Cómo no decirles a mis hijos, nietas y nietos, que del trabajo tengo una especie de sello indeleble, porque mi cráneo se formó porque sobre mi cabeza, en mi niñez, debí de colocarme envases conteniendo agua y suero, transitando con ellos, sobre mi cabeza, entre 500 y 800 metros, No me deja mentir la familia de Erasmo y Matilde, ya finados, representada aquí por el brillante pintor santiaguero Juan Leonidas Rodríguez; así como los familiares, también presentes, de la familia Rivas Bonilla, es decir Edelmira Rivas y Rafael Bonilla.
9.-Para que mis nietas y nietos se levanten como mujeres y hombre laboriosos, y en ellos no ocupe espacio la haraganería, la pereza y la indiferencia al trabajo, decidí dejarles por escrito mi experiencia vivida cuando, a los 8 años de edad, debía levantarme de mi catre, y luego transitar casi un kilómetro, para recibir dos botellas de leche, que el Seguro Social donaba a mi madre para alimentar, no a mi, sino a mis otros hermanos. Nunca he olvidado la generosidad para con mi madre, de parte del difunto Kilo Ricardo Balaguer, quien hizo posible la obtención por mamá de las dos botellas de leche.
10.- He querido dejarles por escrito a los más directos portadores de mi sangre, que el mensaje que les remito para que hagan del trabajo digno una divisa, es la experiencia vivida de quien en su niñez fue trabajador doméstico, mensajero, limpiabotas, aprendiz de mecánica pesada, aguatero, niñero, clasificador de cartas por rutas en la Oficina de Correos de Santiago, y bacheador de calles. Los amigos de mi madre, ya fallecidos, Rafael Sagredo, Luis Díaz, Marcial Bueno, Luis María Robledo y el licenciado Jorge Gobaira; así como Claudito Suárez, Luis Fernández Galán y Fernando Rey, quienes todavía viven, tienen conocimiento de lo antes dicho.
11.- Las dificultades que pasé en mi niñez se acumulaban una tras otra. Un instante de alegría, como fue el momento que mi mamá me mostró los primeros zapatos nuevos que me colocaría en mis pies, en un santiamén se transformó en tristeza, porque una vez traté de ponérmelos para ir a la iglesia a recibir el bautismo, mis calzados resultaron ser más pequeños que mis pies, por lo que tuve que irme descalzo hacia la iglesia.
12.- Estaba en la obligación, y en mi libro la cumplí, de contarles a mis hijos, mis nietas y nietos , que ellos deben saber que aprendí a distinguir las monedas que circulaban en nuestro país durante mi niñez, como la mota, el chele, etc., porque para hacer mi labor como limpiabotas, mi madre me enseñó a distinguirlas. La familia del finado Ariosto Fondeur, fueron de los clientes a los cuales serví como limpiabotas.
II.- Mi Mamá
13.- Para escribir los tres capítulos de la obra: “Parte de mi vida: para mis hijos, nietas y nietos”, yo tenía que, como ser humano, estar hecho de una sola pieza; tallada por una mujer de condiciones excepcionales, de un temple especial; de un genio cultivado en la templanza; tenía que ser, necesariamente, el hijo de una madre que no conocía las debilidades, la vacilación ni la duda.
14.- Mi progenitora me parió, y me marcó para siempre; logró que al moverme, mis pasos estén guiados por una especie de código que desde siempre me ha acompañado, señalándome pautas, imponiéndome formas de proceder; mamá logró colocarme una etiqueta para todas las actuaciones de mi vida.
15.- A cada instante creo estar escuchando las palabras lapidarias que, con sentido de firmeza y sentencia irrevocable, me dirigía mamá con relación a lo que debía retener en mi conciencia para toda la vida: como la limpieza, no hablar mentira, ser puntual y disciplinado.
16.- Siempre he dicho que yo prefiero dejar de existir antes que fallar en una cualquiera de las enseñanzas que me dio mamá; esa madre que, siendo analfabeta funcional, me dio cátedra de lo que es, en la práctica, la dignidad; como cuando, ante la imposibilidad de encender el fogón al mediodía, ordenaba a sus hijos cerrar la puerta; así como las veces que yo llegaba a la compraventa de Nay Lora, a la calle Duarte con Beller, a empeñar la única sabana buena que tenía mamá, y él me decía: “pásame la sabana de Ydalia, y toma los 75 centavos que sé que son para la comida”. En este acto está presente un hijo de Nay, el señor César Lora, a quien agradezco su asistencia.
17.- María Ydalia Veras, mi mamá, fue una mujer indómita, a quien Trujillo le fabrico un expediente infamante y ordenó imponerle una prisión de tres meses de cárcel; pero ella no cedió en su posición contra la tiranía, y mantuvo siempre su rechazo al régimen trujillista.
18.- Solamente explicando en el libro, como lo hago, el temperamento de mi mamá, sus nietos Jordi, Ho chi, Yury y Alexei, pueden llegar a comprender la frialdad de mi madre en el trato para con ellos, resultado de la rígida posición que su abuela mantuvo contra su progenitora, Carmen.
19.- Mi madre fue, en fin, como magistralmente la describe el ingeniero Leo Madera: “En mi recuerdo la veo caminando con paso largo y pausado, el pelo recogido a la usanza de la época, de ojos achinados, pequeños y de mirar soslayado; mirando desde arriba con aire desafiante pero seguro. Ella, la mujer callada, tranquila; pero con temperamento batallador con la vida diaria y con su nombre casi de flor: YDALIA”.(1)
III.- En mi niñez y juventud: estudiar y trabajar. Dificultades económicas para inscribirme en la universidad.
20.- Siempre preocupada por todo lo que se relacionaba con sus hijos, a temprana edad mamá me inscribió en una escuelita, donde a los 5 años de edad fui alfabetizado por la finada profesora Rosa Lina Tolentino.
21.- Luego inicié mis estudios primarios, pero me vi obligado a suspenderlos para trabajar en el día como mensajero en la oficina de los abogados, ya fallecidos, René Alfonso Franco y Miguel Olavarrieta, y en horas de la noche, estudiar en la Academia Santiago.
22.- Trabajar y estudiar me acompañaron durante toda mi juventud; ya como empleado privado, o ejecutando trabajos al servicio de mi madre.
23.- El ajetreo que llevé en mi niñez, no me impidió, estimulado por mi madre y mi tío Manuel, combinar trabajo con estudios; fue así como una vez concluí mis estudios comerciales en la Academia Santiago, seguí adelante, procediendo a inscribirme en el Liceo Nocturno Salvador Cucurrullo, en el cual obtuve los títulos de bachiller en Ciencias Físicas y Matemáticas, Ciencias Físicas y Naturales y Filosofía y Letras.
24.- En al academia conocí a mi amigo, aquí presente, el próspero empresario Manuel González García. De la escuela secundaria no he olvidado nunca a mi amigo y maestro, quien me formó en los estudios, el profesor Juan José Estévez, hoy ocupando un lugar en la mesa principal de este acto; y con quien esta sociedad ha sido ingrata; ella tiene con él una deuda para siempre, porque contribuyó a la formación de decenas de los más brillantes profesionales de Santiago, en las distintas áreas, muchos de los cuales están aquí esta noche.
25.- Las dificultades económicas para inscribirme y obtener un título universitario, las pude vencer cuando, una vez eliminado físicamente Trujillo, por medio del licenciado Jorge Gobaira, para el año 1961 Sindico de Santiago, logré un trabajo para bachear las calles del Ensanche Bolívar; ahorré 300 pesos, y partí, en unión de mi amigo Rafael Nicolás Gómez, hacía la capital a matricularme en la universidad.
26.- Mi vida en la capital, como estudiante universitario, militante político y dirigente estudiantil, la cumplí a cabalidad; en el tiempo previsto de 5 años, terminé la carrera de derecho.
De mi vida en la ciudad capital son testigos los doctores José Avelino Madera Fernández, Julio Aníbal Suárez y Porfirio Hernández Quezada, así como los ingenieros José Israel Cuello Hernández y Cayetano Rodríguez del Prado, todos acompañándome en este acto.
IV.- Mí llegada a santiago investido como abogado.
27.- Al concluir mis estudios universitarios en febrero de 1967, el decano de la facultad de derecho de la UASD, en ese momento, el doctor Julio César Ballester Hernández, me comunicó que, por las altas calificaciones que había obtenido- Magna Cum Laude-, el Consejo Universitario había decidido otorgarme una beca para, a mi discreción, hacer una especialidad en Francia.
28.- No acepté la proposición del decano porque comprendí que mi familia precisaba de mi concurso económico; decidí trasladarme a Santiago a ejercer la profesión de abogado, la que inicié en el bufete de mi maestro, orientador y protector Lilo Veras, hasta que luego me trasladé a la oficina del doctor Salvador Jorge Blanco. Posteriormente me separé de Salvador, por decisión suya, y si él no me lo hubiera solicitado, me mantengo a su lado para siempre; a él lo quise de todo corazón, como a un hermano.
29.- El comienzo de mi ejercicio profesional coincidió con la reciente llegada al poder del doctor Joaquín Balaguer, y la inauguración de su régimen, odioso y despótico, conocido como el de los doce años.
30.- Ante semejante situación de represión política, me vi precisado a ligar mi ejercicio profesional con la defensa de los perseguidos y presos políticos. Este accionar me creó conflictos con los grupos de poder, lo que me llevó a ser objeto de persecución, prisiones, golpizas y atentados contra mi vida.
31.- En el libro que motiva este comentario consta un historial, más o menos completo, de mi labor como abogado, orientador cívico e integración al movimiento obrero y sindical, durantes las décadas final del 60, 70 y 80.
32.- De igual manera, en la obra que comentamos está mi vinculación con los movimientos y organismos nacionales e internacionales de solidaridad, de la lucha por la paz y contra la guerra, y por la soberanía de todos los pueblos del mundo.
33.- En otro orden, en la obra: Parte de mi vida: para mis hijos, nietas y nietos, traigo a colación el nacimiento de mis hijos, nietos y nietas, y las relaciones con ellos como padre y abuelo.
V.- Un mensaje resultante de mi vida como estudiante universitario.
34.- Sin pretender servir de modelo estudiantil universitario, creo que con mis vivencias por alcanzar el título de doctor en derecho en la UASD, puedo hacer un pequeño aporte para motivar a los jóvenes de hoy, principalmente a aquellos que se forman la falsa idea de que el pobre, pobre nació, pobre ha vivido y pobre ha de morir.
35.- No procuro que la juventud de hoy, de padres con limitados recursos económicos, vea en los relatos que hago en mi libro, al prototipo de estudiante provinciano pobre, que obtuvo un título universitario cuando sólo existía la UASD en la ciudad capital. Sé que al igual que yo, y de idéntica extracción social, pueden existir, y están presentes en este acto, paradigmas que llegaron a la capital teniendo como maleta una caja de cartón, y dentro de ella dos camisas, un pantalón y libros prestados para cumplir con los programas de estudios.
36.- En el libro que hoy pongo en las manos del público, explico que al ingresar a la universidad, mentalmente asumí dos compromisos: estudiantil y político; y luego de concluir mi primer año como estudiante universitario, porque se me agotó el dinero, debí de asumir un tercer compromiso: con el pueblo dominicano, por una beca que recibí de cuarenta pesos, otorgada por la universidad.
37.- En los escritos para mis hijos, nietas y nietos, les remito también un llamado a los estudiantes de escasos recursos económicos, para que no desmayen en sus fines perseguidos de obtener un título universitario; pero que lo hagan con sentido de responsabilidad, dignidad y orgullo; que sepan que ir a nuestra universidad estatal es un sacrificio que hace el pueblo dominicano, poniendo la educación universitaria al alcance de los que no tienen posibilidad de pagar sus estudios en centros universitarios privados.
VI.- Vencer la pobreza.
38.- En mi cerebro nunca ha existido espacio para anidar ideas de pesares, aflicciones ni abatimiento; he tratado de sobreponerme con la alegría, con el amor a la vida y a todo lo que nos ha dado la naturaleza y ha elaborado la especie humana.
39.- Al momento de tomar una decisión lanzo una mirada retrospectiva a lo que fue mi niñez, y lo que la vida me ha proporcionado; esto me permite hacer una evaluación positiva, al ponderar los logros alcanzados, para proceder, entonces, a eliminar de mi lado todo lo que entrañe pesimismo, desilusión y desesperanza.
40.- La idea central del libro “Parte de mi vida: para mis hijos, nietas y nietas”, fue una especie de mensajes dirigidos a mis hijos, nietas y nietos, con relación a lo que fue mi vida en la niñez, juventud y parte de mi adultez. Pero también una epístola remitida a los pobres del país, a las víctimas de este orden social que genera desigualdad e injusticias.
41.- Pero, ojo, no estoy enviando a los niños marginados un recado para amilanarse, resignarse, ni aceptar la realidad; lo que busco es motivarlos para que, sin resentimientos ni prejuicios, lamentos ni pequeñeces, logren empinarse sobre los pesares, colocándose por encima de las adversidades que puedan encontrar en el camino hacia el triunfo.
42.- Conocer la pobreza, y vivir en mi niñez bajo ella, no me hizo ser su aliado; busqué la forma de cómo quitármela de encima; apartarme de ella sin convertirme en un resentido, ni lanzar contra nadie la culpa de la indigencia en mi niñez.
43.- Las penurias que padecí cuando niño, en lugar de doblar mi voluntad, me sirvieron para convertirme en un firme luchador contra ellas, en cualquier parte donde he sido testigo de su existencia. He tratado, sin recelos, predisposición ni aversión, hacer de la lucha social un reto, un desafío; y también una forma de mantenerme totalmente liberado de ataduras pasadas, que fueron resultantes de momentos aciagos, que hoy sólo recuerdo como un pasado triste, que procuro no ver expresado en ningún ser humano.
44.- Quiero expresar en este acto que este libro, que levanto ante ustedes, se lo dedico a dos personas: a mi madre María Ydalia Veras, y con ella a todas las mujeres del mundo que han luchado y luchan por la liberación de la humanidad, contra la opresión en todas sus manifestaciones; y a mi padre espiritual, Manuel Alcibiades Veras, y con él a todos los hombres y mujeres del mundo, víctimas de la discriminación por su preferencia sexual.
45.- Señoras y señores, asistentes todos, me he limitado a exponer ante ustedes de viva voz, pero ahora voy a proceder a leer las reflexiones que figuran al final del primer capítulo de la obra, en la página No. 69, y que rezan así:
ALGUNAS REFLEXIONES
1.- Habiendo llegado casi a los setenta y cuatro años de edad, tengo la posibilidad de recrear el trajinar de lo que ha sido parte de mi vida; reflexionar sobre lo que fue mi niñez; meditar sobre la entrega de mi juventud a los estudios, al trabajo y al accionar político.
2.- El gesto de mamá disponer que se cerrara la puerta de la casa cuando no teníamos nada para comer, era una expresión de dignidad y transmitía a sus hijos un mensaje de reciedumbre moral, vitalidad de principios, y ánimo para que en la adultez no cedieran por debilidades. Esa es la razón por la cual los hijos de Ydalia nos formamos para resistir tentaciones de toda índole; estamos preñados de defectos, pero dentro de ellos no está el servilismo, el comportamiento sumiso, la vileza, y mucho menos la actitud de abyección ante nadie; mi vieja fue una mujer de hierro que, con una educación rudimentaria, se preocupó para que sus hijos e hijas fueran hombres y mujeres que se ganaran el respeto y la consideración por sus propios méritos, sin caer nunca en la adulonería, la indignidad, ni la bufonada.
3.- A mis hijos, nietas y nietos, les digo que no me quejo de la vida, porque ella me ha dado más de lo que le he pedido, y partiendo desde mi nacimiento hasta hoy, con sus altas y sus bajas, llegar con vida a mi edad es un privilegio, más si lanzo una mirada retrospectiva y compruebo cuántos de mis seres queridos ya han desaparecido.
4.- Debo reconocer que he llevado una vida de altibajos, de casualidades, de vicisitudes y alternativas; que no siempre he disfrutado de tranquilidad espiritual, porque así como he vivido en casas con techos de yaguas y pisos de tierra, también he pernoctado en grandes palacios de Europa; que así como sé lo que es comer a veces, también he disfrutado de los platos más exquisitos en los cinco continentes, que si me he vestido con ropa ya usada, también he tenido la dicha de cubrir mi cuerpo con piezas de las más finas y de la última moda, en fin, como me dijo mi hermana Susi Pola de Veras, cuando cumplí mis sesenta años de edad: “…tengo el convencimiento de que, Ud. ha sido un añoñado de la Vida …”.
5.- Con todo y el columpiar de mi vida, al pasar balance como ser humano me siento venturoso por los largos años que he vivido; feliz por tener mis hijos, nietas y nietos, con vida; agraciado por haber conocido a Carmen; afortunado por contar con leales amigas y amigos; jubiloso de haber visto y vivido lo que es el socialismo real.
6.- Admito que no me siento realizado; de lo que me queda de vida tengo tareas por cumplir, logros por alcanzar, objetivos por materializar y deberes por consumar. Aspiro a disfrutar de salud para tener la posibilidad de llegar a ejecutar cuantas obras sirvan como un pequeño aporte a la felicidad de mi país y de toda la humanidad.
8.- Debo de confesarles a mis hijos y sus descendientes, que hoy, en mi tercera edad, quisiera tener íntegramente aunque fuera la mitad de la salud que tenía en los primeros años de mi vida. Pero, por feliz casualidad, mis hijos, nietas y nietos gozan, en su gran mayoría, de excelentes condiciones físicas. Con la vitalidad, lozanía y robustez de mis vástagos, sus hijas e hijos, me fortalezco espiritualmente y eso me hace sentir menos pesados los achaques propios de mi actual existencia.
7.- A mis hijos, en su condición de padres, me permito decirles que, a lo mejor, no se han dado cuenta que por el hecho de la sociedad dominicana de hoy estar regida por la moral del hampa, en la cual sobresalen los bribones, pícaros, sinvergüenzas, taimados, mezquinos y maleantes de todos los calibres, ha llegado a una situación en la cual no se valora a la mujer o al hombre virtuoso, decente y honrado, sino que procurando y logrando que no se distinga entre el antisocial y el ser humano de bien, ha tomado su imperio la confusión, el desorden, la anarquía y la mezcolanza, y finalmente todos somos medidos por la vara de los iguales, y como entre iguales no hay distinción, resulta igual el que ha llevado una vida de honradez, que aquel que se ha movido en el bajo mundo, procediendo como un modelo de delincuente, y destacado maleante.
8.- Quiero que mis hijos, nietos y nietas sepan que una de las cosas por las cuales me lamento de vivir en la sociedad dominicana de hoy, es porque la mentira se ha convertido en algo tan común que se utiliza en el trato, en la intimidad, en la comunicación y familiaridad, con el mayor descaro. Si mi madre viviera hoy le diría que no sabe lo que he tenido que sufrir por asimilar aquella sentencia que me dictó de rechazo total a la mentira, porque me ha tocado vivir en una sociedad de mentirosos, falsos e hipócritas. No me canso de repetir en el seno de mi familia y círculo de amigas y amigos, que el mentiroso es una combinación de sinvergüenza, insolente, atrevido y desfachatado. El mentiroso hace pasar a su víctima por una especie de horcas caudinas.
9.- Un gran deseo mío es que mis nietas y nietos, en todo el curso de su vida, con o sin militancia política, en cualquier escenario que se encuentren, luchen seriamente por la liberación de la especie humana de las cadenas de la opresión, y no acepten nunca como normales e insuperables la injusticia y la miseria.
10.- Mis hijos, ya todos adultos, tienen su criterio formado con relación al dinero. A mis nietos y nietas les digo que vean el dinero como una mercancía más, que no se aferren a nada material; que tengan fijo criterio del ahorro, que no gasten el dinero sin sentido; que no sean egoístas, que compartan su dinero con la familia, amigas, amigos, y con todos aquellos que lo necesiten y se hagan merecedores del sentido de la solidaridad, y, por último, que nunca, nunca acepten dinero a no ser que sea el fruto de su trabajo lícito y digno.
11.- En mi conciencia y corazón no hay espacio de diferencia para querer a los que fueron mis amigos y amigas en la niñez y adultez. Todos forman parte de mi vida.
12.- Hoy, al igual que ayer, creo que mamá no tenía razón valedera para comportarse como lo hizo con relación a Carmen, por mi matrimonio con ésta. (2)
Muchas gracias; que sigan pasando una gran noche.
Santiago de los Caballeros,
4 de julio de 2013.
FUENTES DE CITAS
1.- Parte de mi vida: para mis hijos, nietas y nietos, página No. 214
2.- Idem. Página No.69