Miles de personas visitan hoy la tumba de sus deudos en los camposantos del pais al conmemorarse el Día de los Fieles Difuntos. Muchos visitan los cementerios para llevar un ramo de flores, velas, velones y limpiar la tumba donde reposan los restos de sus parientes.
También muchos jovencitos se dedican a ofrecer los servicios de limpieza y lavado de las tumbas, lo que hace de este espacio un movimiento económico, mínimo, pero significativo para quieren realizan esta labor.
Otros, acuden a los cementerios a rezar por los difuntos, labor por la cual cobran a familiares de los muertos y también se realizan numerosos ritos y manifestaciones en la tumba del Varón del Cementerio.
El Día de los Difuntos es una costumbre de origen pagano y de antigüedad inmemorial. Así sucede que los campesinos de muchos países católicos creen que en la noche de los Difuntos los muertos vuelven a las casas donde antes habían vivido y participan de la comida de los vivientes
Elementos de las costumbres relacionadas con la víspera del Día de Todos los Santos se remontan a una ceremonia druídica de tiempos precristianos. Los celtas tenían fiestas para dos dioses principales… un dios solar y un dios de los muertos (llamado Samhain), la fiesta del cual se celebraba el 1 de noviembre, el comienzo del año nuevo celta.
Las mitologías de todas las naciones antiguas están entretejidas con los sucesos del Diluvio El vigor de este argumento está ilustrado por el hecho de que una gran fiesta de los muertos en conmemoración de ese acontecimiento se observa, no sólo en naciones que más o menos se encuentran en comunicación entre sí, sino también en otras extensamente distanciadas, tanto por el océano como por siglos de tiempo.
Además, todos celebran esta fiesta más o menos el mismísimo día en que, de acuerdo con el relato mosaico, tuvo lugar el Diluvio, a saber, el decimoséptimo día del segundo mes… el mes que casi corresponde con nuestro noviembre
Por tanto, estas celebraciones en realidad comenzaron como una fiesta para honrar a personas que, debido a su maldad, habían sido destruidas por Dios en los días de Noé.
En el siglo VI los benedictinos tenían la costumbre de orar por los difuntos al día siguiente de Pentecostés. En tiempos de san Isidoro (636) en España había una celebración parecida el sábado anterior al sexagésimo día antes del Domingo de Pascua (Domingo segundo de los tres que se contaban antes de la primera de Cuaresma) o antes de Pentecostés.
En Alemania cerca del año 980, según el testimonio del cronista medieval Viduquindo de Corvey, hubo una ceremonia consagrada a la oración de los difuntos el día 1 de noviembre, fecha aceptada y bendecida por la Iglesia.