Por CÉSAR MEDINA
Si no lo han hecho ya, espero que en cualquier momento Hipólito y su gente desmientan “La Tecla” de ayer. Porque ellos no sabían que sería tocada. Menos con todos sus detalles…
En España lo tienen como norma de vida más que como un dicho común y corriente: ¡Si no quieres que se sepa, no lo hagas! Solo el tiempo dirá si Miguel Vargas fue entrampado por la sabichosería impenitente de Hipólito Mejía. O si, por el contrario, fue Hipólito el cazador cazado. Porque, como dice el viejo refrán pueblerino: “hasta el momento del entierro no se sabe quién es el muerto”.
Hipólito se abrió a una posibilidad que de antemano sabía bien no prosperaría porque su propósito era evidenciar a Vargas como “un ambicioso que sólo quiere ser candidato”. Lo que ignoró fue el principio elemental de la confesión de parte…
Porque el testigo fue un guardia retirado, por demás intelectual comprometido con su condición de historiador, el mayor general José Miguel Soto Jiménez, mediador en la primera reunión entre los dos líderes perredeístas situados hoy en las antípodas del sentido común.
Soto sabe bien que Vargas puso una sola condición para verse con Mejía en su casa campestre: Cualquier tema queda sobre la mesa para su discusión, menos la candidatura presidencial. Hipólito lo aceptó y sobre esa base comenzaron las conversaciones.
Llegó a discutirse la composición del gabinete en un eventual gobierno de Vargas, desde el sector agropecuario hasta el ministerio de las Fuerzas Armadas; la distribución de las candidaturas congresuales y municipales en el ‘16; los posibles nuevos dirigentes del partido, fecha para la convención nacional… Todos los detalles fueron tratados.
Quedo en evidencia…
Para los estrategas de Vargas la intención real de Mejía jamás pasó inadvertida. Pero quedó en evidencia en la reunión del pasado martes en casa del doctor José Joaquín Puello por la forma en que evadió uno por uno los temas tratados previamente.
En el caso particular de su hija Carolina Mejía– a quien Vargas propone como candidata vicepresidencial en una negociación unitaria–, Hipólito reaccionó con indiferencia, sin mostrar ningún entusiasmo, al igual que frente a la sugerencia para que su ayudante militar y sobrino Carlos Díaz Morfa sea el secretario de las Fuerzas Armadas en un eventual gobierno de Miguel. También se opuso a la propuesta de Miguel para que Hatuey De Camps pase a la presidencia del PRD. Para sorpresa de todos, al día siguiente fue a visitar a monseñor Agripino Núñez Collado en compañía de los otros tres dirigentes perredeístas expulsados por Vargas, Andrés Bautista, Orlando Jorge y Geanilda Vásquez, y provocó una declaración inusualmente poco equitativa de parte del líder católico en un momento de “transacción política”.
“Lo traicionó el subconsciente…”, reaccionó uno de los asesores de Vargas cuando se conoció la reunión con Núñez Collado en abierta violación a lo que previamente habían acordado de mantener entre ellos dos los temas tratados y preconvenidos.
De paso, Núñez Collado quedó descalificado para cualquier mediación entre las partes por su declaración en el sentido de que el grupo de Vargas no está interesado en negociar con Mejía y sus seguidores.
Hipólito está fuera…
Vargas no está motivado a seguir un diálogo de sordos con Mejía. Sus seguidores entienden que el presidente del PRD no tiene ningún motivo para seguir envuelto en una estrategia que a final de cuentas no le aportará ningún beneficio. Porque están convencidos de que Hipólito está motivado en dos razones: -Evidenciar a Miguel como “un ambicioso y divisionista” que no está interesado más que en ser candidato presidencial; y -Ganar tiempo para esperar el momento favorable para convocar una convención de su grupo y relevar a Vargas como presidente del partido alegando el vencimiento legal de su período. Sus planes, sin embargo, han quedado en evidencia.