El flujo de entrada de refugiados en Alemania está ya bajo control y la Unión Cristianodemócrata (CDU) sigue siendo la más votada en las encuestas, muy por delante del resto de las formaciones políticas alemanas, pero la crisis ha pasado factura a Angela Merkel en el seno de su propio partido y este martes fue de nuevo elegida presidenta con el 89,5% de los votos en el congreso celebrado en Essen. Cualquier porcentaje por debajo del 90% suponía una pérdida de apoyo y la canciller alemana encajó el resultado con el pragmatismo que la caracteriza y tomándolo como prueba que el año electoral que tiene por delante «será todo menos dulce».
Para hacerse con esa mayoría de votos, Merkel anunció en su discurso un severo endurecimiento de su política de refugiados y prometió un techo legal al multiculturalismo, al mostrarse a favor de prohibir el burka en espacios públicos, lo que supone una amplia concesión al también amplio sector de su partido que había caído presa del malestar por las consecuencias de la llegada de refugiados y que desea arrebatar argumentos al partido xenófobo y antieuropeo Alternativa para Alemania (AfD).
En su discurso de hora y media de duración ante unos mil delegados, Merkel subrayó que no todos los refugiados llegados a Alemania podrán permanecer en el país. «A muchos tendremos que decirles que lo sentimos, pero que no pueden quedarse», dijo, a la vez que garantizaba que cada una de las solicitudes de asilo se evaluarán individualmente para determinar si les asiste el derecho a quedarse. Señaló que hasta un 35% de los solicitantes de asilo podrían ser expulsados. No dio respuesta a la pregunta sobre cómo llevar a cabo las deportaciones, lo que sugiere que podría tratarse de una promesa electoral sin contenido concreto, pero aún le quedaba por sacar de la manga su declaración a favor de vetar del burka u otros velos islámicos integrales «en los espacios públicos donde sea posible prohibirlos», para resaltar que en una sociedad abierta corresponde ir «con el rostro descubierto» y prometer que «una situación como la que vivimos en 2015 no se puede y no se debe volver a repetir».
Merkel salía así al paso de la ola de indignación que comenzó a elevarse hace casi un año, a raíz de la Nochevieja de Colonia, en la que más de mil mujeres fueron agredidas sexualmente por hordas de refugiados que quedaron impunes porque fue imposible establecer la identidad de los atacantes. Esa indignación rebrota con cada delito de violación o abuso cometido por extranjeros y está envenenando las redes sociales alemanas y obligando a los partidos de centro a endurecer sus mensajes. Pero pese a ese recrudecimiento, Merkel subrayó que la suya es una candidatura moderada, distanciándose así de la extrema derecha y del posible tripartido que teme que formen las fuerzas de izquierdas.
Fue incluso más allá, al afirmar que «la CDU, junto a la CSU, es el único partido de centro de Alemania», al tiempo que llamó a cerrar filas. «Durante mis largas deliberaciones sobre si debía volver a presentarme o no, muchos de vosotros os habéis acercado para decirme: tienes que… tienes que…», confesaba, «menos mal, lo contrario habría sido bochornoso… pero esto es algo que solo conseguiremos juntos, así que ahora soy yo la que os digo a vosotros: tenéis que… tenéis que… ayudarme».