REDACCIÓN.-A continuación el editorial de The New York Times, bajo la responsabilidad del Consejo Editorial de ese diario, que trata sobre la modalidad de recaudación de dinero para las campañas políticas de EEUU llamada Súper PAC. El tema es tratado a partir del sometimiento a la justicia del senador Robert Bob Menéndez, vinculado al médico Salomón Melgen.
Tras el rastro del dinero de los Súper PAC
Dos hechos llamaron la atención del mundo de la recaudación de fondos políticos la semana pasada. En primer lugar, la cantidad alucinante de dinero para la campaña presidencial que los partidarios del senador Ted Cruz informaron haber conseguido en solo una semana: US$31 millones en grandes cheques de conservadores ricos. Esta abundancia ofrece más pruebas de que las elecciones de 2016 ya se han convertido en una carrera desbocada de los “súper PAC”, a los que se les permite recaudar fondos ilimitados de donantes extraordinariamente ricos que buscan cosechar influencia política.
El segundo acontecimiento puede ser preocupante para los recaudadores de fondos, pero alentador para los votantes: una señal del Departamento de Justicia de que el mundo en pleno auge de los súper PAC ya no está fuera de los límites como zona para investigar la corrupción política. Esto quedó claro en la acusación del senador Robert Menéndez, el demócrata de Nueva Jersey, en un caso que significó la primera vez que las donaciones a gran escala a un súper PAC fueron mencionadas como prueba de soborno.
Decisiones del Tribunal establecen que los súper PAC se supone que deben actuar con independencia de un candidato, sin que se permita la coordinación. Sin embargo, la acusación se centró en el momento equívoco en que cientos de miles de dólares en donaciones a la campaña de reelección de Menéndez por parte de un amigo generoso, supuestamente, buscaban favores del Gobierno mediante la influencia del senador.
Es probable que este caso sea observado con cierta ansiedad por los numerosos súper PAC de Washington. Estos han evolucionado como el juego de más rápido crecimiento en el casino del dinero político, desde que la Corte Suprema equivocó chapuceramente el fallo sobre Citizens United en 2010, que dejó en libertad a las empresas y los sindicatos para que inundaran las elecciones con gastos ilimitados.
Por desgracia, la independencia necesaria y la falta de coordinación se han convertido en una especie de mito, ampliamente violado en la práctica. Un amigo de confianza del señor Cruz, por ejemplo, es el tesorero de tres de los cuatro súper PAC que recibieron la reciente inyección. Otros candidatos, de igual manera logran encontrar allegados que manejan súper PAC “independientes”, sin quejas por parte de la Comisión Federal Electoral, la agencia que se supone debe dar seguimiento a todo esto, pero que actualmente está paralizada por las disputas partidistas.
La voluntad del Departamento de Justicia para rastrear el dinero de los súper PAC en lo que constituyen circunstancias innegablemente sospechosas merece el aplauso y el estímulo. Con donantes que dejan caer cheques de siete cifras en manos de políticos agradecidos, el riesgo de corrupción va en aumento.