Cinco días de frenética búsqueda de un presunto submarino ruso en el archipiélago de Estocolmo, junto a la mayor movilización militar que se conoce desde la Guerra Fría, no ocultan la cruda realidad: Suecia no cuenta con medios para localizar el sumergible porque, desde hace veinte años, todos los gobiernos se han dedicado sistemáticamente a adelgazar los presupuestos nacionales de Defensa.
El flamante primer ministro de centroizquierda, Stefan Lofven, reconoció ayer paladinamente la triste situación cuando, durante una visita oficial a la capital de Estonia, afirmó que «existe un consenso amplio entre los partidos para mejorar nuestra capacidad de defensa, y poner más medios presupuestarios».
Sin helicópteros con sónar
Suecia no dispone de ningún helicóptero equipado con sónar para la caza de submarinos porque clausuró, por razones económicas, ese programa de defensa en 2008. En los años 80, ese tipo de armamento se mostró crucial en la persecución de submarinos soviéticos en aguas territoriales suecas, una «caza de ratones» que por momentos se convirtió en un ejercicio deportivo por parte de ambas Marinas. Según un estudio de la Rand Corp., en esa década se registraron entre 17 y 36 incursiones anuales soviéticas en aguas suecas.
El incidente actual -que se destapó el viernes pasado cuando fuentes militares suecas detectaron un posible submarino a solo 25 kilómetros de Estocolmo, cuando enviaba un mensaje en ruso a la base de Kaliningrado- ha sido de inmediato relacionado con una serie de contenciosos recientes entre Moscú y varios países bálticos y escandinavos, tanto por aire como por mar. La invasión de Crimea y el conflicto Ucrania hacen temer a las capitales escandinavas que el Gobierno ruso trata de poner a prueba sus defensas.
El posible pulso encuentra a Suecia en el momento más lánguido de su política exterior y de defensa. Un diario ha descrito el incidente de la «caza del submarino ruso» como una nueva versión casi cómica de viejos «thriller» de la Guerra Fría, en el que un submarino miniatura es perseguido por un Ejército de miniatura. Suecia se ha limitado a cerrar el espacio aéreo del archipiélago de Estocolmo, y persigue al presunto sumergible ruso con embarcaciones pequeñas y hasta hinchables.
El caso U-137
Nadie, salvo la jerarquía del Ejército sueco, parecía hasta ahora preocupado por cuestiones prácticas de defensa de la soberanía del país. Como siempre, la cuestión de un ingreso en la OTAN formó parte del debate en las recientes elecciones generales, y, como siempre, la respuesta quedó en el limbo. El emergente partido xenófobo de los Demócratas suecos está más interesado en repeler inmigrantes que en repeler invasiones.
Mientras lo que queda de Armada sueca prosigue la búsqueda del sumergible, los analistas apuntan a un delicado dilema para el Gobierno de Lofven. Si, por fin, dan con el submarino ruso, la secuencia puede resucitar las tensiones vividas entre Estocolmo y Moscú en 1981, durante el incidente con el U-137 soviético que transportaba armas nucleares. Si la búsqueda resulta estéril, o el sumergible sospechoso logra escapar, la situación para el gobierno es igualmente embarazosa.
El caso puede abrir un debate más serio sobre la situación geoestratégica de Suecia, y su imperiosa necesidad de dotarse de un sistema de defensa menos precario que el actual. El Ejército sueco colabora ya en numerosos comités de la OTAN, por lo que la opción de la incorporación a la Alianza Atlántica -a la espera de que el presupuesto pueda, gradualmente, salir de pobre- es la más inteligente según los expertos.