Daños tangibles en la salud emocional, cardiovascular, gástrica, acústica, pulmonar y neurológica presentan con frecuencia las personas que viven en el Gran Santo Domingo, como consecuencia de enfrentarse diariamente al estrés que genera una ciudad matizada por un tránsito desorganizado, largos congestionamientos, altos niveles de contaminación ambiental y sónica, la delincuencia, servicios precarios, vida en condominios y los desafíos de subsistencia económica.
De ahí que no es casual que especialistas de los diversos renglones médicos vean con escalas de aumento pacientes que presentan trastornos hipertensivos, taquicardia, dolor de cabeza, gastritis, dificultad respiratoria y auditiva, enfermedades neurodegenerativas, ansiedad, depresión, cambios emocionales, nerviosismo, miedo, falta de sueño, de atención y de concentración e incluso trastorno hipomaníaco.
Es que la vida agitada que implica residir en la ciudad, con mayor estimulación visual y auditiva, disminuye el reposo necesario del cerebro, excitando más las neuronas, lo que se traduce a mayor nerviosismo, ansiedad, depresión y cuadros de histeria, como efecto y en aumento de la presión arterial, colesterol, ACV isquémicos y hemorrágicos y mayor incidencia de enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer y Parkinson, como secundario.
Uno de los órganos que mayor sufrimiento recibe es el corazón. Estudios indican que el riesgo de esta población a sufrir un evento cardiovascular se incrementa entre 10% y 15% por encima de los que viven en ciudades más tranquilas o en el campo.
Las descripciones de cada una de esas consecuencias fueron expuestas por separado a Listín Diario por tres reconocidos profesionales de la medicina en diferentes ramas: el psiquiatra Vicente Vargas Lemonier; el neurocirujano Luis Eduardo Suazo y la cardióloga Pura Henríquez, quienes mostraron sus diferentes visiones sobre el tema.
DESEQUILIBRIOS EN LA CONDUCTA
DESCONTROL EMOCIONAL
El doctor Vicente Vargas Lemonier no duda en asegurar que el vivir en una metrópoli como Santo Domingo expone a los pobladores a un constante estrés que deteriora la salud, ya que implica enfrentarse a problemas que van desde el transporte, falta de servicios con escasez de agua e interrupciones eléctricas, hasta la convivencia en edificios o condominios.
“El tránsito caótico deja un impacto en las personas porque se exponen a llegar tarde; se ven obligados a salir más temprano de lo previsto y al momento de estar en un taponamiento, al ver que se le hace tarde, le provoca tensión. A eso se suma el desafío económico de una vida cada vez más cara, que obliga al pluriempleo, dejando a las personas sin tiempo para compartir con la familia y las amistades”, precisó.
El psiquiatra explicó que si esa exposición fuera solo un día, no pasaría nada, pero que al convertirse en el diario vivir genera estrés constante, presionando el cerebro, lo que genera una sustancia que se llama cortisol, lesiva para las neuronas. Eso, agrega, comienza a afectar la salud de las personas llevándoles a manifestaciones emocionales como ansiedad, inseguridad y nerviosismo. Puede comenzar a sufrir de falta de sueño, de concentración y de atención, porque los efectos son físicos, mentales y emocionales. Presentan también trastornos como depresión, cambios emocionales y trastornos de tipo hipomaníaco.