Luis Miguel, el Sol de México, comenzó el año con un propósito: remontar con “la luz cenital” sobre su cuerpo, como dice su canción. Con el rostro color humano —y no naranja— sus mejillas altas, el cuello estilizado, su sonrisa siempre perfecta. Los últimos meses había dado pistas de que la nube negra que se posaba sobre su carrera quedaba atrás. Volvía a ser el rey del lujo y las mujeres. Y los misterios sobre su vida, por los que habían salivado miles de fans durante décadas, iban a ser desvelados en una serie de televisión. Esta semana brindaba por todo esto con un emotivo vídeo sobre sus 35 años de carrera. El Sol estaba ahí y había vuelto. Pero Alejandro Fernández, su eterno rival sobre las tablas, El Potrillo, le ha amargado la fiesta. Una demanda millonaria por incumplimiento de un contrato anterior pone a Luis Miguel contra las cuerdas de su peor pasado.
Lo que hace unos años hubiera sido la gira del siglo, ver a los dos últimos latin lovers del panorama artístico mexicano cantando juntos, el Potrillo y el Sol, ante un hito histórico: la fusión de una generación de fans que tuvo que elegir entre amar a uno y odiar al otro, llegó en el peor momento posible. Alejandro Fernández y Luis Miguel acordaron en 2015 emprender una serie de conciertos al año siguiente. Pero aquel Luismi era incapaz de aguantar 20 minutos sin salir corriendo por la parte trasera del recinto y, pese a que había un contrato de por medio, decidió abandonar la gira. Y ahora, que pretendía resurgir de sus cenizas, le toca pagar el precio millonario de su declive.
Este miércoles la Fiscalía de la Ciudad de México lo ha llamado a declarar por una demanda que ha interpuesto la agencia de Fernández. Ellos se comprometieron a dar varios millones de anticipo —no han querido dar a conocer el monto—, además de amoldarse a la agenda de el Sol. Ahora piden que el dinero sea devuelto porque “a pesar de los esfuerzos económicos y laborales del Potrillo, no se llegó a ningún acuerdo”, explican en un comunicado. Y añaden: “Nos vemos en la necesidad de hacer esta aclaración para que ni medios de comunicación, ni empresarios, ni el público en general puedan ser engañados con una gira que al día de hoy no existe”, acota el documento. Y esta no es la única batalla legal que enfrenta el que fuera el rey de los boleros.
Luis Miguel, que hace 10 años que no saca un solo éxito, que lleva seis sin producir un disco y que ha roto relaciones con los recintos más importantes de México y Estados Unidos, no gana con su voz para tanto desembolso. A finales del año pasado perdió otra demanda millonaria contra su exmánager, William Brockhaus, que lo acusó de incumplir el contrato laboral y lo obligaba a devolverle un millón de dólares.
La nube negra no le da tregua, por mucho que celebre unos 35 años —con interrupciones— de carrera. Todo empezó el 9 de febrero de 2015 en Mérida, Yucatán. Después de una hora de espera y de los abucheos del público, tuvo que presentarse el organizador del evento para zanjar el asunto: “El artista simple y sencillamente se metió a su cuarto, pidió botellas de alcohol y está emborrachándose. Por eso es que no se presentó y esa es la verdad. No sabemos si va a venir, no ha tenido ni la decencia de cancelar”.
Aquel fue el comienzo del peor periodo de Luis Miguel. Pero nadie creía que fuera capaz de traicionar a uno de los recintos más emblemáticos del país, y mucho menos dos veces. Gerardo Estrada, director del Auditorio Nacional de México, recordaba en una entrevista a EL PAÍS el vergonzoso momento que sufrió la noche del 19 de noviembre de 2015: “Cuando estaba bajando las escaleras de mi despacho para ver el show en vivo me topé con que Luis Miguel se estaba yendo. Ya tenía la camioneta preparada en la puerta. Me quedé en shock”.
Después de ahí comenzó su etapa de hibernación, dos años. Y ahora vuelve, con un vídeo que muestra la mejor cara del grande de Iberoamérica que fue, adornado con la letra de una canción de 2009 que pocos escucharon, y frente al Potrillo, a su exmánager y a su pasado, anuncia: “De madrugada con la luz de la estrellas me arrancaré cualquier disfraz, cualquier careta para mirar la vida cara a cara y disfrutar de amores que me esperan”. No importa los millones que le cueste.