Los puertorriqueños siguen hoy, diez días después del paso del huracán María por la isla, en la oscuridad por el colapso de la infraestructura eléctrica mientras continúa la lucha diaria por hacerse con combustible y alimentos en una rutina que desespera a la población.
El gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, dijo en conferencia de prensa que los lentos avances se llevan a cabo gracias al esfuerzo conjunto de las distintas administraciones y destacó que en estos momentos nueve hospitales, del total de 69 que existen en la isla, cuentan con electricidad.
La compañía estatal, la Autoridad de la Energía Eléctrica (AEE), ha conseguido que nueve hospitales cuenten con suministro, mientras que el resto que se mantienen operativos lo hacen gracias a las plantas generadoras alimentadas con diesel, un bien que llega a duras penas a los puntos de destino por los problemas de distribución.
Solo 5 % de los abonados de la AEE cuenta con servicio de electricidad, lo que significa que a partir de las 18.00 hora local la isla se sume en una oscuridad que paraliza el país hasta la mañana siguiente.
Las calles a esa hora de la tarde van, poco a poco, quedando desiertas y es el inicio de los momentos más duros, cuando los puertorriqueños tienen que recluirse en sus casas, la mayoría sin luz -muchas también sin agua- y buscarse la vida para preparar la cena.
Roberto Méndez es uno de los cerca de 3,5 millones de puertorriqueños que teme la llegada de la noche, cuando quedan cuatro o cinco horas que “matar” antes de irse a la cama.
Bien pasada la mitad de los 50, Méndez confiesa a Efe que lleva muchos días “comiendo porquerías” al no poder cocinar ni guardar alimentos en la nevera por la falta de electricidad.
“La cosa se está poniendo mal”, dice este vecino del céntrico barrio sanjuanero de Santurce, que además se ve obligado a esperar hasta horas en un cajero para disponer de “cash”, el efectivo que es la única forma de pagar en estos días en supermercados y comercios.
Méndez reconoce que en cualquier caso su situación es mucho mejor que la de la gente que vive en los municipios de la montaña y el interior, donde en algunos casos la ayuda ha sido enviada por aire por helicópteros de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (Fema, siglas en inglés).
“No se sabe cómo va a ir la cosa”, asegura Méndez, quien recibe ayuda del Programa de Asistencia Nutricional (PAN, por sus en inglés) para salir adelante y comprar comida, después de dos años sin trabajo y quien ve ahora tras el paso del huracán María cómo la situación se ha deteriorado más todavía.
El caso de Méndez es solo uno más de las complicadas situaciones de los 3,5 millones de puertorriqueños que ven muy cuesta arriba su futuro, agobiados hasta ahora por una crisis económica que dura una década y que se ven en estos momentos luchando, día a día, en filas kilométricas por hacerse por combustible, comida en los supermercados y efectivo en cajeros.
Rosselló trata mientras de lanzar mensaje de optimismo para levantar el ánimo y hoy dijo que “el progreso no sería posible sin la colaboración de Fema y los municipios”.