Desde hace siete años, la mexicana Dolores Castañeda dedica gran parte de su tiempo a darle de comer a los desamparados que viven en los barrios hispanos de Pilsen y La Villita, a merced del clima y de los peligros de una ciudad como Chicago.
Esta pequeña mujer, de unos cinco pies (poco más de 1,5 metros) de estatura, recorre con sus ayudantes las calles de esos barrios para socorrer, con comida, cobijas y ropa, a decenas de desamparados que le han puesto el sobrenombre de “La Madre Dolores”.