La Unión Europea anuló este martes la “posición común”, la política que oficialmente marcaba las relaciones europeas con Cuba y que exigía al régimen castrista avances democráticos. Esa política de mano dura, que Europa no aplica a otras dictaduras y que convierte a Cuba en el único país del continente americano sin acuerdo alguno con la UE, fue impulsada en 1996 por el entonces presidente español José María Aznar.
La muerte de Fidel Castro sirve como mojón que marca el paso hacia la mejora de las relaciones entre Bruselas y La Habana, aunque las negociaciones arrancaron hace más de dos años y ningún gobierno europeo dio la batalla por mantener la “posición común”. La UE reemplaza esa política de mano dura por un Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación, que se firmará el próximo lunes en Bruselas.
La canciller europea Federica Mogherini dijo en un comunicado que la UE y Cuba se encuentran “en un verdadero punto de inflexión. Juntos avanzamos hacia una asociación más estrecha y constructiva, que refleja los fuertes lazos históricos –básicamente españoles-, económicos y culturales que unen a Europa y a Cuba”. Para Mogherini, el acuerdo “muestra que la UE tiene disposición a apoyar el proceso de modernización económica y social de Cuba”.
El acuerdo, que será la base jurídica de las relaciones entre la UE y Cuba, conlleva una mejora del diálogo político y la cooperación bilateral. Europa confía en que el acuerdo “apoye el proceso de transición de la economía y la sociedad cubanas, fomente el desarrollo sostenible, la democracia y los derechos humanos”.
En el nuevo acuerdo hay apartados sobre comercio y cooperación comercial. Europa se posiciona así ante los vaivenes de la Administración estadounidense, que pasa de la apertura y mano tendida del presidente Barack Obama a la vuelta de los halcones al Departamento de Estado.
Europa rompió relaciones con el régimen cubano en 1996 tras la llegada al poder en Madrid del primer gobierno conservador desde la instauración de la democracia. Europa aseguró entonces que no habría mejora de las relaciones con Cuba hasta que la isla diera pasos claros hacia la democratización. La Habana consideró que esa postura era una injerencia que impedía normalizar las relaciones.
En 2003 llegaron las sanciones diplomáticas con la llamada Primavera Negra y la encarcelación de disidentes. El Parlamento Europeo, en los años siguientes, entregó su Premio Sajarov a la libertad de conciencia a disidentes como Oswaldo Payá, Guillermo Fariñas o la organización de las Damas de Blanco. Se limitaron al mínimo las visitas a la isla.
El cambio en Madrid con la llegada en 2004 del gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero empezó a provocar el giro. En 2008 se reanudó el diálogo y volvió la cooperación europea a Cuba. Se levantaron las sanciones y se empezó un tímido diálogo en 2010.
En 2012 la entonces canciller europea Catherine Ashton empezó a tantear cómo podía mejorar la relación con Cuba sin molestar a las capitales europeas que querían mantener la mano dura, principalmente los países de Europa del este que pasaron por dictaduras comunistas y en parte los nórdicos y Alemania.
Los checos fueron durante años el gran escollo. Un gobierno tras otro recordaban que, en 1968, Fidel Castro aplaudió cuando los tanques soviéticos aplastaron la Primavera de Praga que acabó con el segundo intento de rebelión democrática en Europa del este tras Budapest en 1956. Castro dijo entonces que los rebeldes eran contrarrevolucionarios que llevaban a Checoslovaquia hacia el capitalismo y a los brazos de los imperialistas. A sus líderes los llamó “fascistas reaccionarios”.
El acuerdo que se firma el próximo lunes se dejó cerrado en marzo pasado tras la visita de Mogherini a La Habana. Europa aceleraba a principios de año para no perder pie en Cuba ante la velocidad que tomaba la mejora de la relación cubana con Washington. Según los datos de la Oficina Europea de Estadísticas, la UE es el segundo socio comercial de Cuba tras Venezuela con más de 2.500 millones de euros de intercambios.