Sara Pérez.
Adriano Román es un señor, ya con algunos años encima, integrante de una familia notable de Santiago, que encarna, a un extremo que no han conseguido muchos en el país, a esa clase de especímenes que nacen, crecen, se reproducen y mueren, sin enterarse de que hay cosas que un ser humano no debe hacer y que hay umbrales que no pueden traspasarse sin consecuencias adversas.
Así como Calígula no aprendió que no podía ser siempre lo que él quisiera, como él quisiera y donde él quisiera, don Adriano, quien ha alardeado de tener una fortuna de más de tres mil millones de pesos, tampoco conoce de frenos.
Simplemente ignora y no le importa cuando lo mucho es demasiado y cuando de ser un energúmeno repulsivo e insoportable en un ámbito doméstico, se pasa a la categoría de criminal sanguinario, que vive maquinando y rumiando asesinatos y que tiene que estar trancado, porque no puede convivir con alguna normalidad elemental entre la gente.
Don Adriano no fue penalizado nunca por los episodios horrorosos que conmocionaron a la sociedad de Santiago en 1977 y que planeó y ejecutó contra doña Miguelina, (a la que mandó a violar, torturar y mutilar) cuando terminó la relación de pareja
Actualmente, el señor Román se encuentra purgando una condena en la cárcel de Rafey, en Santiago, a la que fue a parar tras comprobarse que había contratado unos sicarios para asesinar a su ex esposa, doña Miguelina LLaverías, de la que se había separado siglos atrás, sin que el tiempo consiguiera amainar las furias criminales del mini-dios volcánico.
No es habitual que la gente que pertenece al círculo social y económico del señor Román pernocte por mucho tiempo encarcelada, no porque falten las razones por las que comúnmente se encierran diversos sujetos tras las rejas, sino porque cuando se cuenta con recursos no es muy extraño que la justicia resulte burlada. Pero este es uno de esos casos indisimulables en que “lo mucho, hasta Dios lo ve” y “tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe”.
Don Adriano no fue penalizado nunca por los episodios horrorosos que conmocionaron a la sociedad de Santiago en 1977 y que planeó y ejecutó contra doña Miguelina, (a la que mandó a violar, torturar y mutilar) cuando terminó la relación de pareja.
También fue acusado de violar a una niña de 11 años, con cuyos padres llegó a un acuerdo económico y de intentar asesinar a uno de sus hermanos, Pablo, a quien bañó con ácido del diablo y al que torturó con choques eléctricos. Por ese hecho don Adriano estuvo preso –con hospedaje tipo cinco estrellas- solo un año.
Además debió pagar una cantidad de dinero por los daños causados con un incendio intencional y muchos de los incidentes de similar naturaleza en los que ha estado envuelto, simplemente no han llegado a los tribunales y los agredidos se han quedado así.
Quizás alentado por el relativo bajo costo de sus entuertos o por la absoluta impunidad –no hay nada más prolífico que la impunidad para parir monstruos- mucho tiempo después del escándalo por la agresión a su esposa (28 años, específicamente en Octubre del 2005) Adriano Román volvió a la carga e intentó asesinar a doña Miguelina.
Fue entonces cuando en atención a la confesión de los involucrados y a la abrumadora cantidad de pruebas, don Adriano cayó preso y fue condenado a 20 años.
¿Pero se limitó el príncipe iracundo, cuyas pataletas son peligrosísimas para todo quien esté a su alrededor, a acatar la sentencia? No, según las acusaciones que ahora pesan en su contra y que lo señalan como responsable y contratista de sicarios para otro intento de asesinato, que por insólito capricho del azar, no tuvo éxito.
En esta ocasión, la víctima sería un hijo del conocido abogado Ramón Antonio Veras, (Negro), el también abogado Jordy Veras, quien representó ante los tribunales a la señora Miguelina Llaverías contra el señor Adriano Román, en la probada acusación contra este, por el intento de asesinato del 2005.
El atentado contra Jordy –ejecutado por miembros de la policía contratados como sicarios- ocurrió el 2 junio del 2010. Le hicieron tres disparos en la cabeza, dos de ellos le atravesaron el rostro, uno le desmanteló la mandíbula –posteriormente reconstruida- y otro destruyó la visión de un ojo, pero Jordy sobrevivió.
La policía, durante la investigación de otros delitos, encontró por casualidad evidencia que relacionaba al señor Adriano Román con la contratación de sicarios para el asesinato de Jordy. A lo hallado ahí se añadieron pruebas –incluyendo algunas encontradas en la propia celda del reo- que permitieron al Ministerio Público levantar una nueva acusación contra el señor Román.
El atentado ya cumplió dos años y ni siquiera se ha podido realizar la audiencia preliminar, ya que el señor Román ha empleado, a través de sus abogados, todo tipo de tácticas dilatorias y obstruccionistas, comprobados embustes y excusas baladíes, poniendo de mojiganga a todo el mundo, para prolongar el proceso y negar la justicia a la víctima.
Los reenvíos de esa audiencia preliminar ya van por una docena. A la primera convocatoria, programada para el 12 de diciembre del 2011, ante el Tercer Juzgado de Instrucción del Distrito Judicial de Santiago, el abogado del señor Román simplemente no se presentó.
A la convocatoria fechada el 11 de enero, acudieron todos, pero el señor Román desapoderó a sus abogados y solicitó un plazo, que le fue concedido, para contratar otros.
En la siguiente oportunidad, don Adriano informó al tribunal que su nuevo abogado era el doctor Tomás Castro, pero que este no se había presentado por tener otros compromisos en el Distrito Nacional.
Cuando finalmente el abogado tuvo la condescendencia de aparecer, lo hizo armando un desorden de gallera, solicitando un plazo que no procedía y de todas formas hubo que posponer la audiencia para que el abogado defensor estudiara el expediente.
En todas las posteriores y reiteradas ocasiones, se suspendió la vista siempre para atender solicitudes e inconvenientes del señor Román y sus abogados o de los demás acusados.
Que si se le dañó el carro en Bonao, que si los co-acusados cambiaron sus abogados, que si los nuevos abogados necesitaron otro plazo para estudiar el expediente, que si tenían audiencias en otro sitio, (una de las veces se comprobó que el abogado Castro no asistió a la audiencia alguna, en ningún sitio).
Finalmente, el 23 de mayo de este año se inició la audiencia preliminar y ahora los abogados defensores de los acusados, solicitaron la declinación de la misma y pretenden que el caso sea sacado de donde está y donde le corresponde.
Encima de todo, el señor Román y el resto de la pandilla de criminales (que no solo tienen un expediente, sino varios) se quejan de que no cuentan con garantías jurídicas, ni seguridad pública, etc., a pesar de que es justamente al revés: Son ellos quienes suponen una amenaza para la seguridad pública y sabotean las garantías jurídicas de la víctima.
Esos abogados y el señor Román han hecho y deshecho, han llevado y traído, han violado cada resquicio de civilidad y decencia, han insultado y provocado (hay más de un registro de los bochinches que forma el abogado Castro en busca de impunidad), han abusado de la tolerancia y la paciencia de la víctima y de la sociedad y con sus tácticas dilatorias y obstruccionistas, pretenden burlarse del agredido y negarle la justicia.
Una vez más, como tantas veces ha hecho en su escabrosa, patética, fracasada y sangrienta vida, Adriano Román, el pequeño Calígula de Santiago, está apostando a que con cuartos todo se puede.
A la Suprema Corte de Justicia le toca responderle.