El prominente filósofo español José Ortega y Gasset en su obra: El Tema de Nuestro Tiempo considera que la generación es el motor de la historia. Este célebre pensador en base a ella construyó una teoría y un método para el estudio de la historia.
Eugenio María de Hostos formó parte de una generación que estuvo al nivel de su tiempo. Generación que respondió positivamente a la grave y profunda crisis, de la segunda mitad del siglo XIX en América Latina, que dejó una vigorosa impronta en el campo de las ideas novadoras en ese tiempo en el nuevo continente, en su respuesta a la gran tarea histórica planteada por Bolívar en el Congreso de Angostura cuando expresó: “moral y luces es lo que necesitamos.”
Hostos, “Maestro e iluminador”, como le llama Max Henríquez Ureña, y “El sembrador” como lo califica Juan Bosch; “pensador, apóstol y maestro”, como lo califica Federico Henríquez y Carvajal; y “Ciudadano de América”, como le denomina Pedro Henríquez Ureña. A los miembros de la generación a la que perteneció, Pedro Henríquez Ureña, muy certeramente, le denomina: “luchadores y constructores”. Ellos fueron herederos de Bello y de Heredia, José Cecilio Valle (1780-1834), de Sarmiento y Mitre, y creyeron ver en la literatura una parte de su servicio público y continuaron lo que ya era una de nuestras apreciables tradiciones. Estas ilustres personalidades, timbre de honor y de orgullo de nuestra América, fueron: Ruy Barbosa (l849-l923) en el Brasil; Juan Montalvo (l832-l889) en el Ecuador; Manuel González Prada (l848- l9l8) en el Perú; Justo Sierra (l848-l9l2) en México; Enrique José Varona (l849-l933) en Cuba; Eugenio María de Hostos (1839-1903), en Puerto Rico.
Sus discípulos les llamaron apóstoles, pues asumieron con verdadero celo apostólico la lucha por la libertad, la difusión de la verdad, la justicia y la democracia. En este sentido convendría señalar lo que dice Pedro Henríquez Ureña: “Nuestro problema de civilización y barbarie exigía de aquellos que pretendían afrontarlo una vocación apostólica”.
El alto ideal que motorizó la voluntad de Hostos fue el logro de la soberanía y la autodeterminación y la justicia en Puerto Rico, y en rigor, de la América Latina, y para ello su consigna fue “enseñar a pensar al continente”, como bien expresa el filósofo mexicano Antonio Caso. Desde muy joven soñó con la independencia de Puerto Rico, no como una pequeña nación, sino miembro de la confederación de las Antillas, junto con Cuba y la República Dominicana.
Luchó contra la anexión de Santo Domingo a España realizada por Pedro Santana, el Gran Traidor, en l86l, y más tarde, en l870, contra el intento de anexión a los Estados Unidos, por parte del otro caudillo dominicano Buenaventura Báez, que al igual que el primero, no creyó en la viabilidad de la independencia, a causa de la gravitación de sus intereses de clase dominante.
En Puerto Plata, República Dominicana, se entregó con sumo ardor y pasión a la causa de la emancipación de Puerto Rico y de Cuba, y a la libertad y a la democracia de la República Dominicana. Tomó el periodismo como arma de combate. Allí fundó y dirigió Las Dos Antillas, tras desaparecer este órgano de prensa por las constantes acusaciones del Boletín Mercantil, que dirigía en San Juan, Puerto Rico, Pérez Moris, y las presiones del gobierno español contra el Presidente González, Hostos creó otro con el nombre de Las tres Antillas. Así incorporó una isla más al periódico, “como si el formidable combatiente quisiera ser más fácil al ideal que entonces se forjaba en Puerto Plata”, como bien expresa el historiador Emilio Rodríguez Demorizi. Poco después estableció otro con el nombre de Los Antillanos.
Hostos fue un fiel continuador del ideal integracionista hispanoamericano iniciado en Santo Domingo por el Doctor José Núñez de Cáceres, el Padre de nuestra Primera Independencia, quien al proclamarla ofició a los gobernadores de Puerto Rico y de Cuba a seguir su ejemplo y a integrase mediante un tratado de amistad, comercio, navegación y defensa mutua, y de Simón Bolívar, quien en interés de concretar el grandioso ideal de unidad hispanoamericana convocó en l824 a los nuevos Estados al Congreso Anfictiónico de Panamá.
El célebre pensador antillano y apóstol de la libertad fijó el sentido y el valor del antillanismo cuando expresó: “Para nosotros, Puerto Rico, Santo Domingo y Cuba no son pueblos diferentes. Ante nuestro afecto, son hermanos. Ante nuestra razón, son colaboradores indispensables de la misma obra”, es decir, apuntamos nosotros, de la independencia.
Cuando Cuba alcanzó su emancipación en l898, Puerto Rico sólo cambió de dueño, hecho que le produjo honda desilusión. Con la esperanza de obtener ayuda para su proyecto de confederación, se trasladó a la República Dominicana donde realizó una labor extraordinaria en el campo de la educación, en el campo de las ideas filosóficas, sociológicas, jurídicas, éticas, políticas y pedagógicas las que estaban encuadradas en el escolasticismo. Así reformó la enseñanza dotándola de un programa basado en la ciencia y estableciendo los métodos pedagógicos mas avanzados de su tiempo, y extendiéndola a la mujer y sobre todo, como dice Camila Henríquez Ureña: “infundió en ella un nuevo espíritu”.