NUEVA YORK. Diecisiete años después de los atentados que derribaron las Torres Gemelas de Nueva York, los restos humanos de más de 1.100 víctimas aún aguardan identificación. Pero en un laboratorio de Manhattan, un equipo prosigue incansablemente la tarea, con la ayuda de los últimos avances tecnológicos.
De lunes a domingo, sin descansos, el protocolo se repite decenas de veces.
Un fragmento de hueso hallado en el lugar de los ataques del 11 de septiembre de 2001 es cortado, reducido a polvo y luego mezclado con dos productos químicos que permiten exponer el ADN y luego extraerlo.
O al menos esta es la teoría, pero en la práctica el éxito no está garantizado.
“El hueso es el elemento biológico más difícil de trabajar” para recuperar el ADN, explica Mark Desire, vicedirector de biología forense en el Instituto Forense de Nueva York.