El término “comida chatarra” se refiere a una gran variedad de productos de consumo humano que contienen, por lo general, altos niveles de grasas, sal, condimentos o azúcares (que estimulan el apetito y la sed) y numerosos aditivos alimentario.
Paletas, papas fritas, galletas con azúcar adicional, pizzas y bebidas carbonatadas (sodas) son algunos de los alimentos que consumen los niños y adolescentes en las escuelas y colegios de nuestro país, situación que está asociada a un número considerable de enfermedades. Estudios científicos han determinado que este tipo de alimentación es responsable de la obesidad temprana de niños y jóvenes, además de ser un factor relevante en la aparición de enfermedades crónicas degenerativas como hipertensión arterial, diabetes tipo 2, infartos y accidentes cerebrales, entre otras. Sin embargo, estos no son los únicos problemas asociados a la ingesta de comida chatarra en los centros educativos.
La “comida chatarra” afecta de manera considerable el rendimiento escolar. Un estudio de la Universidad del Estado de Ohio (EEUU) en el que se dio seguimiento a 11.740 estudiantes los investigadores notaron que los niños que consumían habitualmente comida chatarra en quinto de primaria, tres cursos después sacaban notas un 20% peores que sus compañeros mejor alimentados. La posible explicación es que ese tipo de alimentación es pobre en nutrientes como el hierro, que ayuda al desarrollo cognitivo, e incorpora demasiadas grasas y azúcar, las cuales afectan negativamente a la memoria y la facultad de aprendizaje.
Otro estudio realizado por el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile, aplicado a 1.073 escolares de quinto básico y primero de media, concluyó que el aumento en la ingesta de comida chatarra en el recreo está asociado a un bajo rendimiento académico. Demostró que los puntajes promedio en las pruebas fueron significativamente más bajos en los estudiantes que ingerían una merienda rica en azúcar, sal y grasa en comparación a aquellos que consumían una saludable. En matemáticas, el 70% de quienes ingerían comida chatarra pasó la prueba en contraste con quienes consumían alimentos saludables, el 82% aprobó. En lenguaje, el 78% de los consumidores de comida chatarra aprobó, mientras que el 87% de los consumidores de comida saludable aprobó. De este modo, el estudio logró determinar que existe una relación entre el consumo excesivo de azúcares elaborados y grasas saturadas y el deterioro de algunos procesos de aprendizaje, que deriva en el bajo rendimiento académico de los estudiantes.
Pero, no todo está perdido. Una solución es desincentivar a los padres en el consumo de comida chatarra, enseñándoles que afecta la salud cardiovascular y metabólica de sus hijos y no permiten que rindan con todo su potencial de inteligencia y lograr un cambio de la oferta de las cafeterías que permita a los niños y niñas adquirir productos de calidad a un buen precio.