La suspendida jueza Awilda Reyes Beltré, tildo hoy al presidente de la Suprema Corte de Justicia, Mariano Germán Mejía de “falso profeta”, de quien dijo la ha condenado ante la opinión pública, siendo arrastrada en un juicio sin juicio, con testigos súbditos que obedecen a su órdenes superiores.
Al leer un documento, previo a la celebración de un juicio disciplinario que le conoce el Consejo del Poder Judicial, Reyes Beltré dijo que Germán Mejía “ha transportado a la justicia la virulenta inconducta que le granjeó la no envidiable reputación de dueño del país en el sector donde acumuló su acaudalada fortuna en el nombre de sus sacrificados empleados”.
Expresó que compareció al paredón, ya que será juzgada sin garantías, por un juez comprometido en llevarse a su casa el trofeo de su expulsión antes de irse, arrastrando con ello la reputación de una justicia humillada.
“Estoy aquí, dispuesta a enfrentar mi responsabilidad, como siempre, pero que sea al menos bajo un manto mínimo de garantías, sin perjuicios, no me juzgan más en los medios de comunicación, el medio es la justicia, abran las puertas sin temor, confrontemos aquí la verdad, incluyendo mi verdad, no solo la tuya”, acotó la suspendida jueza.
Sostiene que el proceso penal que se le sigue en la Corte de Apelación del Distrito Nacional está suspendido, que no le pagan, no puede trabajar y que ningún juez se atreve ampararla, no por miedo, sino por defensa propia, ya que si lo hacen lo sacrifican.
Indicó que se encuentra en un limbo, ya que han frenado su proceso, tras señalar que vive en el sitio que ellos saben, expuesta a todo, pero sin temor a nada.
“Soy una madre soltera, con dos hijos que demandan, asustados, bajo apremiantes compromisos de subsistencia, no me pagan ni puedo trabajar. Quiero que eso termine, pase lo que pase el mundo seguirá girando, soy abogada, lo era antes de ser juez y lo seguiré siendo aunque renuncie o salga del servicio judicial”, enfatizó.
Afirmó que la justicia está en crisis, tras señalar que la independencia es una ficción y que los jueces no se atreven, porque el faraón aplasta a quien lo enfrenta, cercenándole su reputación, humillándolo en público, expulsándolo sin reparos, trasladándolo como sanción, sin importarle lo que sufran sus hijos, sus padres y su familia.