Por César Hilario.
´´No se puede hablar de Jesús Hijo de Dios,
si se desconoce a Jesús Hijo del Hombre´´
Entre dos ´´ladrones´´ y ahora entre dos candelabros
Y es que hemos cubierto a Jesús de Nazaret con títulos de gloria tan aparatosos que lo hemos sepultado de nuevo. El Cristo de la fe no parece para nada que tuvo su origen en el Jesús que llamamos ´´histórico´´. Esto hace silenciar por completo al Jesús de los pobres, de las muchedumbres hambreadas, de los marginados, al Jesús rodeado de malas compañías y de pecadores.
No se puede canonizar al carpintero de Galilea hasta la mas última potencia; al hacerlo subir a lo mas alto de los cielos, de coronarlo Rey de reyes y Señor de los señores, al hacerlo Hijo de Dios y segunda persona de la Santísima Trinidad, hemos también logrado volver a la doctrina del monofisismo, defendida por el Monje Eutiques (+454), que afirmaba que Cristo es Dios y no hombre.
El gran teólogo K. Rahner (+1980) lamentaba dolorosamente un ´´latente monofisismo´´ en la práctica de la iglesia. O sea, ese Jesús humano concreto y real, tal y como nos lo pintan los evangelios, queda en la mente de muchos, eclipsado por el Cristo del gran poder y de la gloria.
Consecuencia clara de todo esto es que en los sermones eclesiásticos solo aflora el Jesús ´´buenito´´, el manso corderito, el que no ´´rompe un plato´´ y no se menciona lo bastante que Jesús fué rechazado por no ser obediente a lo establecido o por no ser santo según las normas de la religión oficial.
¡Qué empeño, durante siglos, en hacer de Él el modelo por excelencia de la docilidad y de la sumisión…! ¡Qué lejos está de la mente de gente de iglesias un Jesús que al tiempo de curar enfermos y de dar de comer a un gentío inmenso, sabe decir cara a cara a los sumos sacerdotes: Ustedes han convertido este templo en una cueva de bandidos! A estos sermones no le cabe la frase de Ch. Peguy: ´´Jesús molestó a mucha gente y a la gente no le gusta que la molesten´´. O sea, que tenemos un Jesús acomodado y de un Jesús acomodado a un Jesús falso no hay ni un paso.
Jesús, aun colgado en la cruz, no se retracta ni se arrepiente de nada. Es mas, desde la cruz Jesús sigue obedeciendo al Dios de la vida y de la libertad, al Dios profundamente enamorado de los que no tienen a nadie que les quiera.
No cabe duda que si no le hubiéramos momificado y sepultado en el sarcófago del poder y de la divinidad, ese mismo Jesús seguiría hoy interpelándonos y provocándonos.
Pero al seguir enterrándolo bajo oropeles y palios, tan lejano a lo que El fue en realidad, lo reducimos a una entidad mítica que solo puede interesar a santurrones, supersticiosos y nostálgicos del pasado.
Se olvidó en definitiva, que el resucitado es el mismísimo judío marginal que fue crucificado. Lo llenamos de joyas (como a María, que la llenamos de joyas, cuando Dios la llenó de gracia).
Le construimos esplendidas basílicas, tronos majestuosos y custodias repujadas de ricos metales y piedras preciosas. Se nos enseñó que para seguirlo había que dejar el mundo hostil, las criticas a la injusticia, a la lucha e introducirnos a los evasivos cultos y sermones como si a Dios se le honrara con esas cosas y no en la semejanza a Él en la práctica del amor.
El humilde carpintero de Nazaret se encuentra aplastado bajo tanta ostentación. Tan oculto con tanto esplendor.
Pero hay algo más profundo y lamentable: el credo que recitamos todos los domingos define a Jesús en términos filosóficos y teológicos y más aún hacemos un paréntesis de su vida pública como algo que no existió. Decimos de Jesús: ´´Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, de la misma naturaleza que el Padre´´, luego confesamos que Jesús ´´se hizo hombre, y por nuestra causa fue crucificado en tiempo de Poncio Pilato, padeció y fué sepultado´´.
Es decir, lo que aparece es que Jesús ´´nació y murió´´, pero nada se dice lo qué pasó entre su nacimiento y su muerte, para qué nació y por qué lo mataron. Ahí está un Jesús sin rostro y sin personalidad humana, un Jesús sin palabras, sin hechos, sin proyecto histórico. ´
Lo trágico es que el catecismo de la iglesia y la teología se construyeron sobre el credo niceno-constantinopolitano, marcando así profundamente la fe de la iglesia y la tradición teológica´´ (P. Richard).
Una luminosa frase del teólogo Holandés Eric Borgman resume todo lo dicho: ´´ Si el Salvador y el Hijo de Dios que la iglesia confiesa no tuviera nada que ver con el Jesús que anduvo sobre la tierra, junto a los empobrecidos y marginados, el cristianismo no pasaría de ser un ´´mito´´ ahistórico que ha perdido su significado específico y crítico´´. Y un cristianismo sin evangelio sería el responsable del desprestigio de la iglesia!
´´Jesús histórico´´ y el ´´Cristo de la fe eclesial´´
De entrada les pido paciencia y comprensión para un tema que no es de dominio publico porque a todo los espacios y niveles en este país es otro convidado de piedra.
De lo que se trata es de interpretar los cuatro evangelios desde el Jesús de la historia y no desde el Jesús teológico (que es el Jesús definido en los cuatro primeros concilios: Nicea, Constantinopla, Efeso y Calcedonia). El gran teólogo E. Schillebeeckx nos pone al tanto del tema: ´´la identidad del ´´hombre histórico Jesús´´ con ´´el Cristo de la fe´´ o el ´´Cristo de la iglesia´´ es una de las afirmaciones fundamentales del nuevo testamento… Para los cristianos no hay ningún Jesús fuera de la confesión eclesial de Cristo, como así mismo no hay confesión eclesial alguna fuera de la irrupción liberadora del hombre que es el Jesús de Nazaret histórico´´. Ojala que, líneas abajo, esto quede aclarado.
Tomemos cuatro definiciones que los exegetas modernos nos presentan: el Jesús real que es el Jesús tal cual existió. Todo lo que El pensó, hizo y dijo realmente. Sus mismísimas palabras. Este Jesús en su totalidad es definitivamente inalcanzable. El Jesús histórico que es el Jesús que podemos reconstruir a partir de los datos bíblicos.
El Jesús histórico no sólo es una reconstrucción intelectual sino que en el Jesús histórico se acentúa fundamentalmente la plena humanidad de Jesús. Tiene rostro humano, tiene conciencia humana, corazón y sentimientos humanos. En la afirmación del Jesús histórico se combate nada más y nada menos la herejía dominante en toda la iglesia actual que niega su humanidad (el lamento de K. Rahner).
El Jesús teológico, del cual he hablado, es el Jesús de los cuatros primeros concilios necesarios para construir el dogma cristológico frente a las herejías que por entonces amenazaban la unidad de la iglesia y del Imperio Romano; y que llegaron a sustituir y más aún anular al Jesús histórico presente en los evangelios.
El Jesús de la fe, que es la respuesta de fe de los primeros discípulos a su encuentro con el Jesús histórico. El Jesús de la fe es la aceptación del Jesús histórico en la práctica de fe de los primeros cristianos. De ahí que podamos distinguir en el texto mismo de los cuatro evangelios, el Jesús de la historia y el Jesús de la fe.
Un Jesús de la fe que desconozca el Jesús histórico será vivido en forma individualista y pietista y nos llevará a un Jesús infantilizado en una imagen estática de niño o a un Jesús exaltado como rey terrenal. Nuestra experiencia actual de Jesús, no tiene muchas veces el rostro del Jesús histórico. Aún más, la experiencia de fe de la resurrección de Jesús no destruye su identidad ni su corporeidad humana.
El resucitado es corporalmente el mismo que murió en la cruz que presenta las marcas de su pasión en sus manos, pies y costado. En los evangelios hay la insistencia de afirmar que El no es un fantasma. ´´Nada más contrario a la tradición de los Evangelios que reducir el Jesús resucitado a una pura experiencia de fe, negando toda corporeidad histórica´´ (P. Richard).
Quien primero usó la frase ´´la búsqueda del Jesús histórico´´ fué el polifacético Albert Schweitzer (+1965). Desde entonces se siguió un debate vehemente a todo color. Quien encendió el fuego, fué un tal filósofo alemán, experto en lenguas orientales, llamado H.S. Reimarus (+1768), reflejo de la Ilustración del racionalismo de la época.
Su tesis (hipótesis) básica fué la siguiente: Jesús fué un judío fracasado en el cumplimiento de sus propósitos. Sus discípulos robaron el cadáver y lo propusieron como el héroe resucitado. Reimarus, él mismo, sintió miedo para publicar tal hipótesis; las casas editoriales rehusaban publicar sus ideas; y aún después de su muerte su discípulo Lessing decidió publicarlas de manera anónima bajo el título: Fragmentos de un autor anónimo.
En la búsqueda del Jesús histórico, desde entonces hay tres grandes etapas o búsquedas: la primera en siglo XIX donde surgieron innumerables obras sobre la ´´vida de Jesús´´, con una clara tendencia idealista, sicológica e imaginativa. La segunda fué ultracrítica y negó toda posibilidad de reconstruir el Jesús histórico. El hombre fuerte de esta etapa lo fué el teólogo luterano Rudolf Bultmann (+1976) que dice que del Jesús histórico solo sabemos que existió, pero nada mas.
La tercera etapa la inicia Ernst Kasemann, discípulo de Bultmann que en una conferencia del 1953 dijo que sí, es posible el Jesús histórico, superando el escepticismo de la etapa anterior. Las búsquedas de Jesús y sobre todo la última tiene autores en el ámbito inglés y alemán tan actuales y conocidos de esta tercera etapa como son: John P. Meier, John Dominic Crossan, Gerd Theissen, Raymond E. Brown, E. Schillebeeckx y muchos otros.
Poseo la mayoría de sus voluminosas obras pero en realidad lo que me ayudó para este artículo fué el trabajo monográfico de a penas 14 páginas (en la página web de la revista Relat) de Pablo Rchard, Sacerdote chileno, doctor en sociología de la religión por las Sorbonas de Paris por el Instituto bíblico de Roma y estudios hechos en Jerusalén; actualmente director del DEI (Departamento Ecuménico de Investigaciones) en San José, Costa Rica.
Un aclarando imprescindible
La literatura sobre nuestro tema es superabundante y de diferentes tonalidades según los autores. Un teólogo y un exegeta son dignos de mención. El primero nos precisa lo siguiente: ´´lo específico del creyente no es saber sobre Jesús, sino el creer en Jesús; en otras palabras, no es el saber histórico, sino la creencia religiosa. Ahora bien, lo que se nos ha transmitido en los evangelios no es meramente el conocimiento de Jesús, sino sobre todo la creencia en Jesús…nuestro conocimiento sobre Jesús no se puede formular sino en categorías históricas…no es simplemente un conocimiento del ser de Jesús, sino un conocimiento del acontecer de aquella vida que fué la vida de Jesús. Lo que, dicho de otra manera, significa que la mayor agresión que se le puede hacer a la cristología es poner en cuestión nuestro conocimiento de la historia de Jesús´´ (José M. Castillo-ex jesuita).
El exegeta es el famoso John P. Meier autor, de la gran obra: Un judío marginal. Nueva versión del Jesús histórico I, quien puntualiza con toda precisión nuestro tema: ´´el Jesús de la historia no es –no puede ser-objeto de la fe cristiana…el objeto de la fe cristiana es una persona viva –Jesucristo- que irrumpió de lleno en la existencia humana en el primer siglo de nuestra era, pero que ahora vive eternamente, glorioso y resucitado en la presencia del Padre…la investigación sobre el ´´Jesús histórico´´ puede ser de verdadera utilidad, si la dirige la fe que intenta comprender…la fe en Cristo ha de ser capaz de reflexionar sobre si misma de una forma que permita integrar la investigación del ´´Jesús histórico´´ en la teología. No se trata de una moda pasajera, sino de estar al servicio de la fe´´.
Queridos/as amigos lo que está en juego (¿O en peligro?) es nada más y nada menos que el dogma tan antiguo como el concilio de Nicea (325) y el concilio de Constantinopla (381) que ponen en claro la humanidad de Jesús. Y es alarmante que ´´a ese gato´´ en la iglesia nadie le pone el cascabel. No estamos viviendo un choque de ´´civilizaciones´´ (entre la civilización cristiana y el Islam, Huntington) sino que estamos viviendo la crisis final de la civilización cristiana Occidental. ¡Por este vacío de la humanidad de Jesús que tenemos y practicamos, estamos pasando de lo injusto a lo inhumano!
Conclusión
Todo lo escrito se puede decir desde Roma o Salamanca. Para saber que se habla desde el Tercer Mundo de América Latina y del caribe hay que puntualizar. ´´Aprovechamos lo mejor de la producción exegética del Primer Mundo, pero buscamos un espíritu y un camino nuevo. También afirmamos que el horizonte de nuestro trabajo no es fundamentalmente la modernidad o la posmodernidad, sino el camino de liberación en América Latina. Nuestra opción hermenéutica es la opción preferencial por los pobres´´ (P. Richard).
Desde América Latina presentamos una ´´cuarta búsqueda´´ del Jesús histórico, el hombre latinoamericano y del Caribe es el no-hombre (porque se le arrebata permanentemente su vida y su dignidad), y creyente. El europeo y estadounidense es ilustrado y ateo.
Concretando, el Cristo de la fe eclesial lejos de eliminar a Jesús, lo ilumina; que nuestra consigna sea: ni Jesús sin Cristo, ni Cristo sin Jesús. Y un Jesús que no es un extraterrestre, sino que está con nosotros, en medio de nosotros: ´´presentándose como un hombre cualquiera´´ (Fil. 2,7) o sea oculto en su Humanidad: ´´quien me ve a mí ve al Padre´´. Pero parece que entre nosotros no vemos al mismo Jesús; y por ende todo se vuelve burda ideología que se confunde con piedad y devoción.
Todo esto sube de tono al constatar que ´´lo decisivo no es expreso reconocimiento o la negación de Dios, sino la respuesta a la pregunta: ¿Qué lado eliges en la lucha entre el bien y el mal, entre opresores y oprimidos?´´ (E. Schillebeeckx).
¡Estamos lejos de Dios porque estamos lejos del hombre! Entonces no es como dice Fernando Villalona y el Padre Chelo: ´´sin Dios no hay nada´´, sino como está en la Biblia y sobre todo en el evangelio, con la mejor teología y catequesis, debiéramos decir: ´´sin el prójimo no hay nada´´.
Para llenarse de prójimo hay que llenarse de Jesús compasivo y respetando hasta la muerte nuestra libertad: mira yo estoy a la puerta y llamo; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos (Ap. 3,20). La expresión más tierna de todas las Escrituras.