Asociarse para ejecutar crímenes es una práctica que ha tomado auge en el país, con asesinatos tan horrendos como los perpetrados a principio de mayo por una banda que mató a varios choferes en San Pedro de Macorís, tirándolos en una fosa.
Pero, qué mueve a individuos a asociarse para asesinar por un beneficio económico.
El médico siquiatra César Mella, y el sociólogo Juan Miguel Pérez, identifican los principales factores: falta de temor a la justicia, la impunidad y la cultura de la sobrevivencia vinculada a la falta de oportunidades.
Mella evalúa, basado en su experiencia en los últimos 30 años, que la rehabilitación o reeducación es casi nula en esas personas, y que la reincidencia es la regla, lo cual le apena. “El arrepentimiento no existe, porque tienen un sistema de razonamiento donde la sociedad es la que tiene la culpa, la mamá, el papá”, dice. Señala que son de difícil tratamiento. Atribuye cierta culpa al deterioro moral de la sociedad y al hecho de que las cárceles no regeneran, aunque ve posibilidad en los centros del nuevo modelo penitenciario.
En el aspecto sociológico, esa conducta que lleva a un individuo a transgredir la ley, el sociólodo Juan Miguel Pérez la relaciona con los procesos de educación a los cuales tengan acceso esas personas y con los niveles de esperanza que tengan en la vida. Puntualiza que todo depende, en probabilidad, del contexto socioeconómico que sirva de historia a la vida de una persona.
“Si tú te encuentras una trayectoria de vida en la que tienes posibilidades de hacer tu vida en base a los estudios y luego al trabajo, no recurrirás a actos delictivos, pero cuando esas dos puertas se te cierran, cuando vives en un lugar inhóspito, con mucha violencia, con mucha agresión, basura, maltrato, los caminos de las esperanzas se convierten en desesperación”, dice. Expone que se va construyendo una cultura de la sobrevivencia, que a veces trasciende lo estipulado por el orden legal, basado en que hay que sobrevivir.