El estado paulista fue escenario de una rebelión carcelaria, la primera que ocurre en el sudeste de Brasil. En el motín, los presos incendiaron colchones y 152 detenidos aprovecharon para fugar. De estos, según indicó luego la policía militar, fueron recapturados 96. Los habitantes de Baurú, la ciudad más próxima del presidio, entraron en pánico. Cerraron escuelas, comercios y oficinas públicas. En sus cálculos, hay al menos 56 hombres que lograron concretar su plan de evasión. Según el titular del Sindicato de Agentes Penitenciarios, Daniel Grandolfo, el penal donde se produjo la revuelta está “dominado por la facción de delincuentes del Primer Comando de la Capital (PCC)”.
En la fuga, consiguieron ir por las rutas donde con armas de fuego y cuchillos secuestraron automóviles de gente que pasaba por la región. Se afirma que en este caso no hubo rehenes entre los guardias, como sí existieron en las tomas de cárceles sucesivas, que ocurren desde comienzos de año, en el norte de Brasil. Primero fue en Manaos, luego en Roraima y finalmente en Natal, donde el penal de Alcasuz todavía continúa con disturbios (después de una semana).
Según el director del sindicato que agrupa a todos los guardias del estado paulista, Fabio Jabá, desde hace tiempo que se registran tensiones en los penales localizados en este territorio. Reveló que todas las semanas hay denuncias de guardiacárceles sobre agresiones recibidas de los presos. “Este año ya tuvimos cuatro casos”, indicó. Dijo también que uno de los problemas centrales es la sobrepoblación de los establecimientos carcelarios y la falta de personal para controlar las prisiones. De hecho este penal paulista tiene capacidad, de acuerdo a los informes oficiales, para 1.124 presos. Pero hoy alberga a 1.427. Los sindicatos de agentes afirman que la capacidad es de apenas 742 , pero hay al menos 1.500 alojados.
La experta Rosangela Theodoro sostuvo que, en estas condiciones, “la superpoblación se convierte en un caso de salud pública. Es que en una celda para 8 personas viven hasta 15. Todas ellas comparten inodoro. Luego, no debe extrañar la propagación de enfermedades no solo entre presos sino también agentes penitenciarios”. Es precisamente por cuenta de estas precarias condiciones que los sindicatos de guardias preparan una huelga para el 9 de febrero.
Relatos de los funcionarios policiales revelaron que el motín comenzó por la mañana cuando prendieron fuego en los colchones, en una de las unidades carcelarias. El centenar y medio de detenidos salió directamente por la puerta de la cárcel, armados con machetes, navajas y revólveres. En esa situación abordaron automovilistas que pasaban por una de las rutas. Les robaban los autos para fugar en ellos. La explicación que dieron las autoridades fue claramente insuficiente. Afirmaron que el conflicto se desató “cuando un agente percibió que un preso se comunicaba a través de un celular, y quiso apartarlo del resto”. Afirmaron, inclusive, que la situación se había “rápidamente controlado gracias a la llegada del Grupo de Intervención Rápida”.
En un comunicado sorprendente, se afirmó que “esta es una unidad de régimen semi abierto, donde no se dispone de murallas ni de seguridad armada como lo determina la legislación brasileña. El establecimiento es cercado por alambres”. Las autoridades del sistema carcelario dijeron que hay 208 presos que trabajan durante el día fuera del presidio”. Ninguno tenía “pulsera electrónica” en el tobillo. Y eso a pesar de ser del PCC. Es también notable, en ese comunicado, la afirmación de que en ese régimen “la permanencia se da más por un sentido de autodisciplina que por mecanismos de contención”.